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En las estrellas

Artemisa estaba al lado de Zoë, vendando sus heridas. No tenían ni ambrosía ni néctar y las medicinas mortales no harían efecto. Incluso en la oscuridad, Zoë no tenía muy buena pinta. Aquel brillo plateado que siempre la acompañaba se iba desvaneciendo.

—¿No puedes curarla con algún recurso? —Preguntó Théo a Artemisa. —Debe... debe haber algo, ¿no?

Artemisa parecía agitada. 

—La vida es algo frágil, Théo. Si las moiras quieren cortar el hilo, poco podré hacer. Aunque puedo intentarlo. 

Fue a ponerle una mano en el flanco, pero Zoë agarró su muñeca. Miró a la diosa a los ojos, entre ambas se produjo una especie de entendimiento. 

—¿No os he... servido bien? —Susurró Zoë.

—Con un gran honor. La más sobresaliente de mis campeonas. 

La expresión de Zoë se relajó. 

—Descansar. Por fin. 

—Puedo intentar curarte el veneno, mi valerosa amiga. 

Théo agachó la cabeza. Ni con Bianca había sentido tanta tristeza. Zoë sabía que iba a morir, pero aún así, decidió ir a la misión y sacrificar su vida. Quizás no fuera la persona más simpática del mundo o la más amable, pero era valiente y noble de corazón. Théo lamentaba con profundidad la muerte de aquellas dos cazadoras. Ellas sí que merecían vivir. 

—Lamento que discutieramos tanto. Habríamos podido ser hermanas. —Zoë habló en dirección a Thalia. 

—Ha sido culpa mía. —Respondió Thalia al borde de las lágrimas. —Tenías razón sobre Luke. Sobre los héroes, sobre los hombres  y todo lo demás. 

—Quizás no todos. —Murmuró Zoë y les dirigió una débil sonrisa a los dos chicos. —¿Todavía tienes la espada, Percy?

Él no podía hablar, pero sacó a Contracorriente. Ella sostuvo el bolígrafo con satisfacción. 

—Dijiste la verdad Percy Jackson. No te pareces en nada a Hércules. Es para mí un honor que lleves esta espada. 

—¿Ni siquiera en la mala suerte? —Preguntó Théo sin mucha gracia. 

Zoë sonrió. —Percy tiene buenos amigos en los que contar, sobre todo tú. Nunca cambies Théo Barnes. Eres una persona excepcional. 

Théo no dijo nada, solo asintió. 

La cazadora sonrió con debilidad. 

—Estrellas. —Murmuró. —Las veo otra vez mi señora. 

Una lágrima resbaló por la mejilla de Artemisa. 

—Sí, mi valerosa amiga. Están preciosas esta noche. 

—Estrellas. —Repitió Zoë. Sus ojos se quedaron fijo en el cielo y ya no se movió más. 

Thalia bajó la cabeza. Annabeth se tragó un sollozo y su padre le puso una mano en el hombro. Percy también bajó la mirada y Théo se quedó mirando un punto indefinido. Apretando la mandíbula para no dejar caer ninguna lágrima. 

Artemisa hizo un cuenca con sus manos y cubrió la boca de Zoë, al tiempo que decía unas palabras en griego antiguo. Una voluta de humo plateado salió de los labios de Zoë y quedó atrapada en la mano de la diosa. El cuerpo de Zoë tembló por un instante y desapareció en el aire. Artemisa se incorporó, pronunció una especie de bendición, sopló en su mano y dejó que el polvo plateado volara hacia el cielo. Se fue elevando, centelleó y desapareció. 

Durante un momento no ocurrió nada. Entonces Annabeth ahogó un grito. Levantaron la vista y vieron que las estrellas se habían vuelto más brillantes y formaban un dibujo en el que nunca habían reparado: una constelación rutilante que recordaba la figura de una chica... de una chica con un arco corriendo por el cielo. 

—Que el mundo aprenda a honrarte, mi cazadora. Vive para siempre en las estrellas. 










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Capítulo corto en conmemoración a Zoë.

Sé que no escribí la muerte de Bianca, pero el capítulo que tenía no me dejaba publicarlo, por alguna razón, por lo que tuve que hacer un plan B).

También habréis notado que no siempre nombro la espada de Percy igual en todos los capítulo. Arreglaré aquello poco a poco. Siento las molestias.

Nothing -Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora