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Vellocino de oro

Escuché cómo Polifemo gritaba haber atrapado a Nadie. Al ser el primero en salir de la cueva, pude observar con horror cómo Helen tenía los ojos en blanco y parecía desmayada en las manos del cíclope.

A mi lado, oí susurrar a Théo: Maldito desgraciado. 

—¡Ja! ¡Repulsiva niña invisible! ¿Ahora quién es la cabeza hueca? —Preguntó mientras sacudía el cuerpo de Helen.

Apreté los puños. A Helen le caían varias gotas de sangre desde la cabeza y aquella posición, boca abajo y las sacudidas de Polifemo, no ayudaban.

—Voy a atacar. —Susurré a Clarisse, Annabeth y Grover, ya que Théo parecía tener las mismas ideas que yo.

Los tres me detuvieron, no podía creer que por primera vez, los tres estaban de acuerdo en algo. Al final decidimos atacar todos juntos siguiendo el Plan de Ataque Macedonia.

Aunque eso no duró mucho ya que Théo salió de escondite gritando que él era Nadie. Clarisse parecía querer estrangularlo, pero si lo veías desde otro punto, Théo servía de señuelo y ya que Polifemo era una cabeza hueca, ni se dió cuenta de el cambio de voz que hubo.

Aunque la felicidad que sentía no duró mucho cuando Polifemo dejó caer a Helen en las rocas, ahora sí que parecía estar muerta, cosa que me dio todavía más escalofríos.

[Oh, muchas gracias. Yo muriéndome y tú con escalofríos...]

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Todo pasó más rápido de lo previsto. Mientras que Grover se ocupaba de Helen; Annabeth, Clarisse y yo atacamos a Polifemo y entonces, con un movimiento rápido, Théo acabó encima de Polifemo, apuntando su cuchilla hacia su ojo.

—¡Nooo! ¡Por favor no! —Suplicó el cíclope con tono lastimero. Le sangraba la nariz y le salia una lagrimilla por su único ojo. —Mis ovejitas me necesitas, ¡sólo quiero proteger a mis ovejitas!

Théo pareció dudar, a lo lejos, oía las voces de Clarisse y Annabeth pidiendo que lo matase, pero yo sabía que Théo no lo haría y mis dudas se confirmaron cuando este vaciló.

—Una vez una persona me dijo que siempre había que dar una segunda oportunidad incluso al más malo de todos. Te la voy a dar ya que nuestra misión no era matar, si no encontrar el vellocino y a la media cabra. Así que voy a dar un paso hacia atrás, pero un movimiento en falso y no dudaré en sacarte el ojo.

Polifemo no intentó hacer nada, cosa que me pareció sorprendente, pero comprensible. La mirada de Théo mostrabas que iba en serio, además de una pizca de locura.

Cuando parecía que todo iba a salir bien y Théo ya se había bajado de cíclope y se dirigía hacia nosotros, este dio un rugido de furia mientras gritaba que no le podíamos robar el vellocino.

—Maldito, a la próxima le mato. —Tragué en seco al ver que los ojos de Théo mostraban furia. En aquel momento sentí miedo de mi propio compañero, que parecía haber sacado toda la parte oscura que tenía a luz.

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Helen oía a su alrededor voces preocupadas. No sabía lo que estaba pasando, pero reconocía las voces de sus compañeros llamándola y también oía la de Tyson.

—Tyson, el vellocino, ¿me lo puedes traer? —Escuchó la voz de Percy.

—¿Cuál?

—¡En el árbol! —Exigió con desesperación en la voz. —¡El de oro!

—Cada vez sale más sangre... —Murmuró Annabeth mientras que Percy seguía gritando.

Helen sintió que la cubrían con lo que parecía una manta pesada y calentita. Una leve descarga atravesó todo su cuerpo y la calentó. Sintió sus ojos menos pesados y los fue abriendo poco a poco. Lo primero que se encontró fue la cara de Théo inclinado hacia ella para verla mejor.

—¿Cómo te sientes Helen? —Le preguntó con voz dulce mientras le acariciaba el pelo con cariño.

—Creo que mis costillas siguen rotas. —Le contestó mientras se intentaba incorporar, pero le fue imposible por el pinchazo que sintió. —Sip, definitivamente las tengo rotas.

Clarisse se arrodilló y tocó la parte donde le dolía. Luego le dió la razón diciendo que debería seguir con el vellocino un poco más.

—Tenemos que irnos. —Mencionó Percy algo más calmado. —Tyson no puede contener más a las ovejas... Nuestro barco está... —Se quedó callado al ver que estaba demasiado alejado de la orilla y de donde estaban ellos.

—Tyson, llévate el rebaño lo más lejos posible. —Ordenó Théo mientras se ponía a Helen como un saco de patatas.

—Las ovejas quieren comida.

—Lo sé y si no nos vamos pronto, nosotros seremos su comida.

Tyson pareció indeciso, pero dio un silbido llamando al rebaño.

—¡Vamos ovejitas! ¡La carne está por allí! —Se alejó trotando por el prado y Théo soltó un suspiro de alivio a la vez que Helen soltaba un quejido.

—No creo que nos sigan en el agua... Lo único que tenemos que hacer es nada hacia el barco.

—¿¡Con Helen en este estado!? —Se quejó Annabeth por la idea de Percy.

—Podemos lograrlo. —Insistió mirando a Théo para saber si él podía con Helen, a lo que le contestó con un asentimiento. —Una vez a bordo estaremos fuera de peligro.

Helen solo les llamó la atención diciendo que debían ser rápidos o que Polifemo se volvería a levantar, cosa que al final pasó mientras nadaban al barco.

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Polifemo le empezó a gritar a Tyson cómo era un traidor a su propia casta y que él podría criarlo después de tantos años solo. Intenté que no le escuchara ya que debíamos salir de allí lo antes posible para llevar a Helen a un lugar seguro. Además, aunque Théo fuera fuerte, no sabía cuánto iba a aguantar con Helen y el vellocino.

—¡Percy vamos! —Oí cómo me gritaban Théo, Annabeth y Clarisse.

Ya casi habían llegado al barco con el vellocino a cuestas, eso me tranquilizó y me hizo despejar la cabeza. Debía ayudar a Tyson.

[¿Por qué nunca haces lo que te piden?]

[Al fin de al cabo lo aprendí de tí... Ahg ¡no me pegues!]

Tyson me pidió que siguiera, pero no podía dejarle solo, no otra vez. 

—Lucharemos juntos.

—Juntos.

Saqué mi espada y empezamos a combatir.









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Nothing -Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora