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Sosteniendo el cielo

La cima de la montaña estaba sembrada en ruinas, llena de bloques de granito y de mármol negro tan grandes como una casa. Había columnas rotas y estatuas de bronce que daban la impresión de haber sido fundidas en buena parte. 

—Las ruinas del monte Othrys. —Susurró Thalia con temor. 

Théo soltó un resoplido, incluso a él le daba mal espina aquello. 

—Sí, antes no estaban aquí. Es mala señal. —Dijo Zoë.

—¿Cuándo es algo para nosotros buena señal? —Bufó Théo con tono borde. 

—¿Qué es el monte Othrys? —Preguntó Percy. 

—La fortaleza de los titanes. —Respondió Zoë. —Durante la primera guerra, Olimpia y Othrys eran dos capitales rivales. Othrys era... —Hizo una  mueca y se apretó el flanco. 

Théo se acercó a ella.

—No deberías haber luchado contra Ladón. Eres una cazadora, se supone que tendrías que ser más inteligente por los años de vida que llevas. 

Zoë no dijo nada, por que en el fondo, sabía que Théo tenía razón. 

—No es nada. —Consiguió decir. —Decía que... en la primera guerra, Othrys fue arrasada y destruida. 

—Pero... ¿cómo es que sus restos están aquí?

—Se desplaza en la misma dirección que el Olimpo. Siempre se halla en los márgenes de la civilización. El hecho de que esté aquí, en esta montaña, no indica nada bueno. 

Théo volvió a bufar. 

—¿Por qué? —Antes de que Théo pudiera decir cualquier bordería dirigida a Percy, Zoë intervino. 

—Porque esta es la montaña de Atlas. Desde dónde él sostiene el... —Su voz parecía quebrarse de pura desesperación y se quedó inmóvil. —Desde dónde... sostenía el cielo. 

Habían llegado a la cumbre. A unos metros apenas, unos grises nubarrones giraban sobre sus cabezas en un violento torbellino, creando un embudo que casi parecía tocar la cima, pero que reposaba sobre los hombros de una chica de unos doce años de pelo castaño cobrizo, cubierta con los andrajos de su vestido plateado. Artemisa, sí, allí estaba, sujetada con cadenas de bronce celestial a una roca. 

—¡Mi señora!

Zoë corrió hacia ella, pero Artemisa le gritó: ¡Detente! Es una trampa. Debes irte ahora mismo. 

Parecía exhausta y estaba empapada de sudor. Théo apretó los puños, esa diosa seguramente había cargado con el cielo por culpa de Annabeth, no, mejor dicho, por culpa de Luke. Lo iba a matar en cuanto lo viera. 

Pese a las protestas de Artemisa, Zoë se acercó y empezó a tirar de las cadenas con la cara llena de lágrimas. 

—¡Ah, qué conmovedor!

Allí estaba el General, con su traje de seda marrón. Tenía a Luke a su lado y también a media docena de dracaenae que portaban el sarcófago de Cronos. Junto a Luke, Annabeth con las manos en la espalda y una mordaza en la boca. Él apoyaba la punta de su espada en su garganta. Théo observó a su hermanastra con impotencia. No podía hacer nada en aquel momento y los ojos de Annabeth solo gritaban: Huye. 

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Helen observó cómo el sol se volvía a poner, aquel ya era el sexto día y no había tenido noticias de Théo, por lo que supuso que había perdido su intercomunicador. 

Nothing -Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora