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Miami Beach

La batalla no terminó bien. Por culpa de Clarisse, una de las rocas de Polifemo alcanzó el barco, produciendo la caída de este. Por suerte, Percy y Tyson se pudieron comunicar con los hipocampos, que no estaban muy lejos y pronto los recogieron.

Percy y Helen iban en uno; Clarisse y Grove en otro; Théo y Annabeth; y Tyson, que iba con Rainbow.

Lo último que notó Helen fue cómo Percy la cogía de la espalda de Théo para ponerla delante de él y la acomodaba en el hipocampo.

—Muchas gracias Helen. —Oyó cómo le susurraba en el oído pensando que estaba dormida.

Luego, apoyó su cabeza en el vellocino y cayó en los brazos de Morfeo.

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Helen sacudió a Percy al ser la primera en despertar. Sentía sus energías renovadas y lista para la acción.

Tyson y Clarisse se despertaron unos segundos más tarde, luego despertaron a Théo y a Annabeth, que parecían tan incómodos como los hipocampos.

—Miren. —Señaló Clarisse.

A lo lejos, el sol se ponía tras los rascacielos de la ciudad, dónde se podía ver una carretera flanqueada por unas palmeras al estar cerca de la playa.

—Miami... —Susurró Théo con la voz ronca.

Helen volvió a sacudir a Percy, ya que este todavía no se había despertado y estaba babeando todo el vellocino.

—Percy, Percy, los hipocampos actúan extraños en Miami. Percy. ¿Por qué?

Percy medio adormilado explicó que había demasiado polución, por lo que deberían nadar ellos hasta la orilla.

Helen, que al principio solo quería estirar las piernas, negó con la cabeza.

—No me quiero mojar más... —Frunció ligeramente el ceño, ya que ahora podía sentir sus calcetines mojados.

Les dieron las gracias a los hipocampos mientras Tyson derramaba algunas lagrimillas de despedida. 

Cuando las crines blancas de los hipocampos desaparecieron en el mar, empezaron a nadar hacia la orilla. Las olas poco a poco les empujaron hacia el mundo de los mortales, donde al llegar a los matorrales, la niebla ya hacía de las suyas y ya era difícil de ver el único ojo de Tyson.

Helen le pidió a Percy que si le podía secar por lo menos los pies ya que la sensación de calcetines mojados no era muy cómoda. Mientras tanto, Annabeth corrió al expendedor de periódicos más cercano y comprobó la fecha.

Soltó una maldición. —¡Dieciocho de junio! ¡Hemos estado diez días fuera del campamento!

—¡No es posible! —Dijo Clarisse.

—El árbol de Thalia debe estar casi muerto. —Gimió Grover. 

—Tenemos que llegar hoy con el vellocino o el campamento no resistirá. —Comentó Théo con una mueca.

Clarisse se dejó caer en el pavimento abatida. Estaba enfadada y frustrada y lo mostró echándole la culpa a Percy.

Annabeth y Clarisse empezaron a discutir mientras que Théo observaba todo como si fuera una partida de ping-pong.

Nothing -Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora