BAKUGO KATSUKI QUIERE HUIR

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Después de que Katsuki e Izuku se casaran, y disfrutaran de su merecida luna de miel, por fin se estaban mudando a la casa que ambos compraron.

Izuku se encontraba subiendo las cajas que contenían las pertenencias de ambos a la habitación, mientras que Katsuki estaba desempacando las cosas que pondrían en su sala.

_ ¡Oí, maldito Deku! ¡¿Porque todo es mercancía de nuestro mentor?! _ El rubio sostenía un marco de fotos, con los distinguidos colores del héroe que admiraban.

_ No te enojes Kacchan, ¡también tengo mercancía tuya!. ¿No es increíble? _ El peliverde había bajado, al escuchar el llamado de su pareja, pero se entretuvo mirando la mercancía del blondo que estaba en otra caja. Katsuki solo se dedicó a matar con la mirada, al loco con el que se casó, pero con el paso del tiempo, Izuku había adquirido inmunidad a ese tipo de miradas.

En lo que asesinaba a su marido, un movimiento captó su atención.

De una de las cajas de mudanza, sobresalían un par de pequeñas antenas. Izuku se extrañó de no sentir la mirada amenazante de su rubio, por lo que también volteó y miró extrañado a su marido.

Izuku lo siguió mirando extrañado. La mente de Katsuki, ya estaba muy lejos de ahí, rememorando un suceso que había guardado tan celosamente.

Cuando Katsuki Bakugo era un niño, acostumbraba a ir de expedición junto a Izuku y otros niños, para buscar y recolectar insectos. Era algo que los entretenía, pero el rubio acostumbraba a llegar bastante tarde a su casa, lo que hacía que su querida madre le echara una bronca monumental.

Mitsuki estaba harta de que su pequeño engendro hiciera siempre lo mismo, así que ideó un plan para parar aquello de una buena vez, estaba segura de que no le afectaría en lo más mínimo.

Como otros tantos días y otras tantas veces, el pequeño Katsuki había llegado muy tarde a su casa y además estaba sucio. Ya esperaba que su madre le gritara por su tardanza, pero extrañamente lo recibió de lo más normal. Eso lo hizo fruncir el ceño, algo planeaba.

La estuvo vigilando todo el tiempo, en busca de algo que delatara que era lo que tramaba. Pero no encontró nada fuera de lo normal, se baño, cenaron, hizo un par de deberes pendientes y vieron un poco de televisión, y ya, eso fue todo, pero Katsuki no era tonto, conocía a su sangre.

Justo antes de que se acostara, lo llamó.

_ ¡Katsuki, ¿puedes venir un momento por favor?! _ Un escalofrió recorrió su cuerpo, le había llamado por su nombre. Esto era serio. Estaba en problemas.

Acudió a su llamado con cautela. Ella iba detrás de él, vigilándolo. Lo condujo hasta el cuarto de lavado. Había una caja enorme que no estaba antes, lo suficiente para que una persona adulta cupiera de pie ahí. No tuvo ni tiempo de procesar, cuando sintió como lo empujó dentro y cerró la caja.

_ ¡Si este es tu plan para que deje de salir a buscar insectos, olvídalo vieja, no va a funcionar! _ Grito Katsuki dentro. Encerrándolo, no iba a lograr nada.

_ Oh querido, ¿acaso, creíste que ese era mi plan? _ La sonrisa que se había formado en la cara del pequeño, se desvaneció. Empezó a sentir como algo le empezaba a caminar por sus piernas. Alarmado miró hacia abajo, y gracias a unos hoyos que tenía la caja para poder respirar, como habían pequeños insectos que estaban con él.

UNA VIDA DE CASADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora