Las hadas de tierra se destacan por su amor a la naturaleza y la gran habilidad para hacer crecer las plantaciones de los campos.
Lunes. En el campo de la abuela.
La alarma suena a las seis de la mañana. Tal como lo recordaba de los meses anteriores. Mi abuela abre las cortinas y el sol me da en la cara sin ninguna compasión.
— ¡Maldita sea! —grito y recibo un golpe en la frente.
— ¡Aquí no dirás groserías!
Me siento en la cama y miro a mi abuela que tiene un diario en la mano.
— Lo lamento.
— Ya levántate que debes ordeñar a las vacas.
— Odio ordeñarlas. —digo parándome.
— Yo odio que estés aquí.
Mi abuela camina con lentitud hasta la puerta y desaparece.
Ya entiendo porque todos sus hijos la han abandonado y mi abuelo se fue con otra. Si no fuera la madre de Jo, pensaría que es la de Margo sin dudarlo. Aunque pensándolo bien y gracias a Dios, no tengo sus genes. Ellos no son mi familia.
Miro la pantalla de mi celular sin señal.
Elián te ha enviado un mensaje.
— ¡Santo Dios, tengo señal!
Me siento en mi cama y abro el mensaje.
Elián: Espero que esto te llegué. Odio darte esta noticia, pero Ned se fue esta mañana. Tuvo que ir de urgencia por un problema con los papeles de nuestro nuevo departamento. Espero que la abuela no te de tanto trabajo estos dos días. Teniendo en cuenta que tienes un pie vendado con quemaduras de segundo grado. Que te vaya bien. Ada y yo te echamos de menos.
Cuando intento contestar, no se envía.
— ¡¿Ya te has levantado?! —grita la anciana desde afuera.
— ¡Sí! —contesto.
Me pongo un pantalón de gimnasia, cambio la venda de mi pie y me pongo unas zapatillas, una remera y salgo rengueando. La encuentro sentada y leyendo.
— ¿Y? —dice mirándome. — Ve a ordeñar que ya tengo hambre.
— Abuela, me duele el pie. —digo caminando despacio.
— Cuando yo era joven…
Apuré el paso hasta la puerta.
— ¡Ya sé esas historias! —grito saliendo. Un pato pasa por delante de mí y casi tropiezo con él. Camino hasta el establo donde tres vacas locas mugen cuando entro. — Hola, malditas vacas. —digo agarrando un balde y una pequeña silla que están al lado de la puerta. — Ya me extrañaban, ¿Verdad?
Me acerco a una, apoyo el banquito y me siento, cuando estoy a punto de ordeñarla, la vaca da cuatro pasos hacia delante.
Eso se repitió tres veces, hasta que decidí volver.
— ¿Dónde está la leche? —dice mi abuela que me ve entrando con las manos vacías.
— Las vacas han conspirado en mi contra. Tengo un pie quemado. No puedo hacer tanto esfuerzo.
— ¡Mi Dios! —grita mi abuela parándose. — ¡Malditos citadinos!
Sale de la casa y yo corro, como puedo, hasta el teléfono de línea.
Marco el número de Sony y me atiende medio dormida.
— ¿Quién llama a estas horas?
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Alma de ángel. (EN EDICIÓN)
HumorLa amistad es lo único que va a acompañarte cuando todo termine.