Capítulo 9

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Savannah

Han pasado cerca de dos semanas desde mi último colapso, y estos días han sido de lo más extraños y aterradores posible, al menos desde mi perspectiva. Principalmente está el hecho de que no he logrado encontrar cómo sacarme a Kelly de encima, y la chica está comenzando a agradarme, más que eso, a ganarme. Y eso, es lo último que necesito justo ahora.

—Hablando de la reina de Roma —susurro al ver a la castaña caminar en mi dirección—. Hola Kelly.

—Wow, eso es nuevo, ¿te sientes bien? —gesticula sorprendida, con una sonrisa de lo más alegre y sincera por haber. Asiento con la cabeza como respuesta—. ¿Entonces?

Entrecierra los ojos, como quien no quiere dejarse engañar por la repentina amabilidad de su mayor enemigo, solo que, en nuestro caso, no pertenecemos a ningún bando, ni amigas, ni enemigas. Y espero que eso siga así hasta que termine el año.

—Digamos que no importa cuánto me niegue, siempre sigues insistiendo. —Me encojo de hombros, restándole importancia a nuestra pequeña y voluntaria interacción.

Se detiene en seco, provocando que segundos más tarde imite su acción confundida, y al girarme y ver la ilusión en su mirada dudo que haya hecho lo correcto. Estoy cometiendo los mismos errores que en Lancaster, pero juro que no es intencional.

—Así que... ¿amigas?

Aunque titubeó al decirlo, sé que mi respuesta podría marcar de alguna forma nuestra futura relación, y aunque eso no debería importarme, tal parece que lo hace. Por lo que no soy capaz de hacer nada más que permanecer en silencio, un silencio sepulcral que lleva grabado mi respuesta, siendo testigo de cómo ese brillo esperanzado nunca abandona sus ojos aún sabiendo qué es lo que estoy a punto de decir.

—Lo siento, Kelly. —Desvío mis ojos—. Eres una chica increíble, pero yo... Lo siento, no puedo.

No busco más que justificar la culpa y el miedo que me persigue y desea urdirme. Todos me han repetido una y otra vez que no me deje vencer, que si ella siguiera con nosotros odiaría verme así, y que me diría que nada de lo que pasó fue mi culpa.

Pero sencillamente no puedo, nunca pude, o quizás, no quiero, creo que nunca lo sabré. Lo que sí sé, y con la mayor de las certeza, es que es mucho más fácil someterse a todos esos fantasmas del pasado a hacerles frente.

Algunos podrían verlo como cobardía, otros como la misma forma de escape que ellos tomarían, y para los demás resultaría totalmente indiferente. Pero sea como sea, no es algo que me importe, la gente puede juzgarme si quiere, pero solo yo sé cómo realmente me siento y por qué actúo de cierto modo.

Por un momento, distingo un destello de tristeza en sus ojos mieles, pero se recompone al instante, volviendo a caminar como si nada, incluso una diminuta sonrisa se ha abierto paso en su sonrosado rostro.

—No importa, seguiré insistiendo hasta que digas que sí.

La veo perpleja, sintiéndome ingenua por pensar que con eso se daría por vencida de una vez. Y, de alguna manera, siento lástima por ella.

Hasta donde he notado es una persona maravillosa. Es confiable, graciosa, agradable, dulce, sincera y tiene un toque de inocencia que hace interesante cada momento a su lado. No entiendo cómo es que no tiene amigos, pero entiendo todavía menos el hecho de que, en lugar de tratar de amistarse que personas interesadas en las relaciones sociales, se esmere tanto en tener una conmigo. Y, puedo dar por hecho, que una amistad conmigo no le convendría en absoluto, no tengo nada que ofrecer.

No vuelvo a abrir la boca en todo el recorrido que hacemos hasta mi salón, donde Kelly se despide prometiendo que nos veríamos en el receso, lo cual, no creo que vaya a pasar.

Convaleciendo al corazón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora