Capítulo 23

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Savannah

Me despierto sintiendo mis fuerzas renovadas en un cien por ciento y muerta de hambre. Aún podía escuchar las voces de Zev en mi cabeza, y los recuerdos de cuando rompí con él me inundan.

Tiré de mi brazo con fuerza para librarme de su agarre—. ¡Te dije que me dejaras tranquila! —grité molesta apenas logré mi cometido e inmediatamente me di la vuelta para alejarme de él, pero no habían pasado ni cinco segundos cuando ya me había vuelto a sujetar de la muñeca.

—Princesa, por favor, no me dejes así —suplicó una vez más, con el dolor palpable en su mirada—. Solo intento ayudarte.

—¡¿Qué no entiendes?! —cuestioné con las lágrimas ya escurriendo abundantemente por mi rostro. Por inercia Zev intentó acercárseme para limpiarlas, sin embargo, antes de que lo lograse di un paso atrás y extendí mi brazo para impedir que avanzara en mi dirección—. ¡No puedes ayudarme, nadie puede hacerlo! ¡Lo único que quiero es que me dejen sola!

—Las cosas no tienen que ser así. Vas..., vamos a superarlo, juntos, ¿si? —pidió eliminando ese paso que anteriormente yo había puesto entre nosotros—. Yo también la extraño, princesa, pero no podemos hacer nada.

Negué repetidas veces con la cabeza, haciendo un intento en vano por reprimir mis sollozos—. Ojalá nunca hubiera ido a esa estúpida fiesta contigo, si no me hubieras enviado ese mensaje —comencé a divagar sin pensar en el daño que mis palabras le causaban, buscando echarle la culpa a alguien para descargar toda mi ira—. Ojalá nunca te hubiera conocido, de ese modo no me habría importado saltarme la fiesta.

—¿Q-qué? —tartamudeó herido.

Ma hago un ovillo en la cama. Nunca voy a poder olvidar la expresión de dolor plasmada en su rostro, y lo peor de todo no fue ese, sino que nunca se rindió, siguió y siguió intentando acercarse a mí, y cada vez que lo hacía yo solo le gritaba cosas peores que las anteriores.

Me encantaría volver a estar en contacto con él, lo extraño, siempre ha sido una parte crucial de mi vida, pero no veo cómo alguien podría perdonar algo así, cómo es que no se hizo para atrás, y por más que él esté dispuesto a perdonarme yo no podía perdonarme a mí misma, no con la misma facilidad.

Trato de bajarme de la cama, pero algo o más bien el brazo de alguien, me lo impide. Hago un intento de mover su brazo sin despertarlo, mas lo único que logro es que apriete más su agarre en mi cintura.

—Jareth, quiero bajarme de la cama.

Termino susurrando a la par que lo sacudo un poco sin llegar a ser brusca, con la esperanza de hacer que espabile lo suficiente como para que me suelte.

Jareth bufa, cumpliendo con mi petición. Apenas coloco mis pies sobre el suelo voy en busca de mi celular para ver la hora, 6:46p.m. No puedo creer que haya dormido el día entero, ni siquiera estoy segura si ha sido por mi crisis o por el cansancio de habernos desvelado anoche.

Me calzo con mis botas y salgo de la habitación para enseguida encaminarme a la cafetería, donde apenas entro busco algo que pueda llevarme para, aunque sea, cenar algo junto con Jareth, estoy segura que él tampoco ha comido nada.

Termino cogiendo dos manzanas y unos cuantos croissants rellenos que tenían sobre unas bandejas a un costado de la barra, los cuales los guardo en una bolsa de papel que había traído conmigo.

Ya con la comida avanzo en dirección a la salida, pero detengo mi paso al recordar que aun par de pasillos de donde estoy, hay una máquina expendedora de bebidas, por lo que cambiando de ruta, llego hasta ella. Meto unas cuantas monedas, presiono una combinación de números y continúo con el botón que hará que el resorte se mueva y empuje la lata. Repito el proceso y ahora sí, voy de regreso a la comodidad de mi habitación.

Convaleciendo al corazón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora