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Louis se pasó el resto de la noche evitando a Harry Styles, pero no pudo dejar de pensar en él y en la química que había surgido entre ambos. Ningún hombre lo había mirado como lo había hecho Harry... Con un claro y primitivo deseo sexual que había despertado dentro de él esa misma ansia y lo había dejado con el anhelo de que lo tomara entre sus brazos y le hiciera el amor apasionadamente sobre la mesa del banquete.

Se había sentido demasiado avergonzado como para volver a enfrentarse a él para llevarle el champán y la comida que le había pedido, por lo que había optado por pedirle a un camarero que lo hiciera. Después se había refugiado detrás de una columna y desde allí lo había visto bailar con un sinfín de mujeres hermosas. De no haberle dicho aquella estúpida mentira, podría haberle pedido a Niall que los presentara y, tal vez, Harry incluso le hubiera pedido que bailara con él. Pero si le revelaba quién era realmente, quedaría como un completo idiota, ante Harry y ante su hermano.

Además, tuvo que admitir con tristeza que tampoco habría sabido que decirle. Era un verdadero desastre con los hombres; los pocos romances que había tenido en la universidad habían sido muy fugaces y decepcionantes, así que era lógico que su familia se hubiese resignado a pensar que nunca encontraría marido. Louis suspiró, aplastado por el peso de saber que todos lo consideraban un fracaso. El traje le estaba demasiado estrecho y se le habían soltado varios mechones de pelo que le caían sobre la cara, enrojecida por el calor. Estaba deseando que acabara el baile.

Se había esforzado mucho y se alegraba de que estuviera siendo un éxito, pero deseaba recuperar la tranquilidad de la biblioteca del palacio y de sus libros. Nada era lo mismo sin su padre, pensó con tristeza. Algún día Niall sería coronado como nuevo rey y él le ofrecería todo su apoyo. El dolor lo invadió de tal modo que tuvo que morderse el labio inferior para controlarlo.

Estaba cansado de la fiesta, así que salió a la terraza. El cálido aire de la noche estaba impregnado del perfume del jazmín y y la madreselva; aquel silencio fué una verdadera bendición después del alboroto de voces que había en el salón de baile, pero la paz no duró mucho.

— ¡vaya, vaya, Louis Tomlinson! No me había dado cuenta que eras tú. He visto salir a alguien furtivamente y he supuesto que iba a reunirse con su amante, pero al menos que él príncipe de hielo haya cambiado mucho desde la última vez que nos vimos, no es muy probable.

— ¡Liam¡ No voy a mentir diciéndote que me alegro de verte. Lo que si me parece probable es que tú hayas salido a espiar a dos amantes– respondió Louis con aire desdeñoso.

Solo tenía que mirar a Liam Payne para sentir asco y verse obligado a darle la espalda, con la esperanza de que él comprendiera la indirecta y y lo dejara en paz. Pero Liam era era famoso por su falta de sensibilidad y perspicacia.

La familia Payne era muy importante entre la aristocracia de Aristo, y el padre de Liam, había sido amigo íntimo del difunto rey. A los dieciocho años, cuando era un muchacho ingenuo que nunca había tenido novio, Louis había aceptado una cita con Liam por expreso deseo de su padre, una experiencia que lo había dejado completamente traumatizado, pues se había visto sometido  al ataque de un borracho. Liam no había dejado de decirle que tenía un cuerpo diseñado para el sexo y a él le había dado vergüenza contarle a su familia lo que había sucedido; quizá por qué Liam había conseguido convencerlo de que <<lo estaba pidiendo a gritos>> por haberse puesto un vestuario muy atrevido según él.

Aún recordaba su aliento a alcohol y sus manos sudorosas tocándole el torso. Cuando, hacía dos años, su padre había sugerido que estaría encantado de que se casara con él hijo de su gran amigo, se había quedado sorprendido de que él reaccionara con ferocidad.

— ¿Sigue sin haber ningún marido en el horizonte, Louis?– pregunto Liam con su habitual tono provocador.— Deberías haberte casado conmigo cuando tuviste la oportunidad.– añadió al tiempo que lo acorralaba contra la balaustrada de piedra de la terraza.

Un Príncipe para un Millonario | Larry Stylinson | adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora