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A Louis le sorprendió ver tanto dolor en sus ojos, pero lo ocultó rápidamente bajo las gruesas pestañas. Después volvió a colocar la foto sobre la mesa sin decir nada más y abrió la agenda telefónica.

ㅡAquí tienes todos los datos de Melina. Ahora tengo que irme, y puede que no vuelva, a tiempo para la cena, pero Sotiris te preparará lo que quieras, así que come... Hazlo por el bebé.

No se podía negar que se preocupaba por el niño, pensó Louis después de que se hubiera ido. Obviamente, él también quería hacer lo que fuera mejor para el bebé, pero a veces Harry hacía que se sintiera como una incubadora más que como un embarazado.

Después de ducharse y desayunar, Louis volvió a sentirse él mismo, con fuerzas para afrontar el resto del día. Había concertado una cita para reunirse con Melina Demakis y algunas otras mujeres la semana siguiente, así que todo parecía indicar que estaba destinado a dedicar su tiempo a las obras de caridad y, si bien se alegraba de poder ayudar, le parecía una existencia un tanto vacía; deseaba hacer algo más.

Estaba echando un vistazo al periódico cuando un nombre atrajo su atención. Había conocido al padre Thomaso unos años antes, en la inauguración de una residencia para enfermos incurables de Aristo. A sus casi sesenta años, Thomaso debería haber estado pensando en retirarse, pero en lugar de eso, resultaba que vivía en Atenas y que había fundado una organización para ayudar a jóvenes desfavorecidos.

En el artículo, el padre Thomaso explicaba los terribles problemas a los que se enfrentaban aquellos jóvenes, muchos de ellos inmigrantes que habían llegado a Grecia en busca de una vida mejor y habían acabado viviendo en la calle. Había abierto un centro en el que ofrecía alojamiento a niños y adolescentes, pero necesitaba todo tipo de ayuda.

Conmovido por la historia, Louis agarró el teléfono y, cuando volvió a dejarlo veinte minutos más tarde, había acordado ir a visitar al padre Thomaso en el centro para ver en qué podía ayudar.

···

Unas horas más tarde, Louis miró con preocupación el atasco en el que se encontraba, atrapado en el taxi en el que viajaba. Se había entretenido en el centro mucho más tiempo del que había previsto, así que iba a llegar muy tarde a reunirse con Stavros en el Museo Arqueológico.

Hasta entonces todo había salido según lo planeado... aunque no le hacía ninguna gracia engañar a Harry. En realidad, no estaba engañándolo, se apresuró a decirse a sí mismo, ya que había llamado a su oficina para decirle que iba a ir a visitar el centro juvenil que dirigía el padre Thomaso, pero su secretaria le había dicho que estaba en una reunión y que había dado órdenes de que no lo molestaran a no ser que se tratara de una emergencia.

Era cierto que podría haberle dejado el mensaje, pero le había parecido más sencillo no hacerlo. Harry le había prohibido trabajar como voluntario en un hospital, así que seguramente tampoco le permitiría ir a una zona tan complicada de la ciudad para trabajar con jóvenes desfavorecidos.

Lo que más furioso le ponía era esa palabra, «permitir», pensó mientras el taxi avanzaba a la velocidad de una tortuga. Entendía que se preocupara por el bebé, pero él era un hombre adulto y capaz de tomar sus propias decisiones. Después de llamar al padre Thomaso, había decidido ir a ver el centro y a conocer a algunos de los jóvenes a los que trataba de ayudar, pero sabía que Stavros habría llamado a Harry de inmediato para informarlo, así que le había pedido al chofer y guardaespaldas que lo llevara al museo, sabiendo que Stavros preferiría esperarlo en el coche.

Una vez en el museo, se había escabullido por una puerta lateral y había tomado un taxi para cruzar la ciudad. La visita al centro del padre Thomaso había servido para que se diera cuenta de que por fin había encontrado algo en lo que merecía la pena trabajar mientras Harry estaba en la oficina. Sabía que no podría seguir engañando a su marido, así que tenía que encontrar la manera de convencerlo..., pero cuando el taxi por fin llegó a la puerta del museo, se le encogió el estómago al ver a su marido esperándolo junto a Stavros.

De acuerdo, no debería haber ido a escondidas, admitió para sí. Le debía una disculpa y una explicación, pero tampoco había motivo para que lo mirara con tanta furia.

ㅡStavros no tiene la culpaㅡfue lo primero que dijo al llegar junto a élㅡ. Puedo explicártelo.

ㅡ¿De verdad? ㅡpreguntó Harry tratando de controlar la ira que se había apoderado de él al verlo aparecer en el taxi y darse cuenta de que había engañado deliberadamente a Stavros.

Cuando el chofer lo había llamado y le había dicho que Louis había desaparecido del museo, él había anulado todas sus reuniones y había atravesado la ciudad sobrepasando todos los límites de velocidad permitidos. Lo primero que había pensado era que lo habían secuestrado, pero ahora se le ocurría otra posibilidad que también lo llenó de temor. ¿Dónde había estado? ¿Por qué había tenido que marcharse en secreto? Miró a Stavros y al jefe de seguridad del museo, que había ayudado a buscarlo, y después agarró a Louis del brazo para meterlo en el coche.

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Hola espero se encuentren bien.

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Un Príncipe para un Millonario | Larry Stylinson | adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora