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En las tres semanas que habían pasado desde el anuncio oficial del compromiso, Harry sólo había visitado el palacio dos veces antes de viajar a Estados Unidos, y en ninguna de las dos ocasiones, habían pasado ni un momento a solas. Harry se había mostrado amable y encantador, y se había ganado de inmediato la simpatía de la reina Tia, pero Louis lo había encontrado tan distante que ni siquiera había sabido cómo hablarle. Incluso las veces que la había llamado desde Estados Unidos, las conversaciones se habían limitado a hablar de cómo se encontraba en aquella primera etapa del embarazo y de si estaba comiendo suficiente.

Aparte de un par de mañanas que había tenido náuseas, lo cierto era que Louis se sentía fuerte y sano, y tenía un apetito de caballo. Su madre le había dicho que era de esos hombres a los que se les notaba que estaban embarazados desde el principio, pero no estaba seguro de cuál sería la reacción de Harry cuando viera que su cuerpo ya había empezado a redondearse.

Lo que era más importante, ¿llegaría siquiera a ver su cuerpo? La pasión que habían compartido en la cueva parecía ahora un sueño lejano y, si no fuera porque llevaba dentro a su hijo, estaría seguro de que había imaginado el placer de su boca y las caricias de sus manos.

¿Qué esperaba Harry de la noche de bodas..., que durmieran juntos, en la misma cama?  Louis vio cómo se le sonrojaban las mejillas y sintió que se le endurecían los pezones bajo el traje. No habían hablado de ese aspecto del matrimonio, pero Harry era un hombre increíblemente viril por lo que suponía que no querría llevar una vida sin sexo. Claro que no había dado ninguna muestra, ni el día que le había pedido que se casara con él, ni en las otras ocasiones en que lo había visto, de que aún lo deseara.

En realidad, no había habido ningún tipo de contacto físico entre ellos desde aquella noche en que habían hecho el amor. Incluso cuando habían posado para las fotografías oficiales del compromiso, Harry había acercado los labios a su mano, pero no la había besado en la boca como él habría deseado. Y cuando un periodista le había preguntado si estaba enamorado, había respondido con un comentario ingenioso que había hecho reír a todos los presentes, pero que para Louis había sido una clara declaración de que no significaba nada para él.

Lottie miró el reloj.

ㅡDeberíamos irnos ya. ¿Estás preparado?

ㅡEstoy todo lo preparado que puedo estarㅡadmitió.

El corazón le latía con fuerza cuando salió por la puerta. Se volvió a mirar una última vez el dormitorio que había ocupado durante veintiséis años y sintió una profunda tristeza al pensar que, a partir de ese día, el palacio ya no sería su hogar. De ahora en adelante su hogar estaría en Atenas, con Harry; sólo podía pedirle al cielo que no hubiera cometido un error al decidir casarse con él.

                        

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La capilla privada del palacio estaba repleta de invitados. Cuando Louis cruzó el arco de entrada, surgió un murmullo de excitación en toda la nave y oyó las exclamaciones de sorpresa de muchos de los presentes al verlo vestido de novio. Pero él tenía la mirada clavada en el hombre que lo esperaba junto al altar, vestido con de chaqué gris marengo.

Harry debió de darse cuenta de que había llegado por la reacción de los invitados, pero se quedó inmóvil y ni siquiera se volvió a mirar hacia la puerta. Su falta de curiosidad y de ganas de ver al hombre con el que se veía obligado a casarse fue un duro golpe para Louis. El pánico se apoderó de él durante unos instantes y no pudo controlar un estremecimiento que le sacudió el cuerpo entero al pensar en lo que estaba a punto de hacer.

ㅡ¿Estás bien?ㅡpreguntó Niall con un susurroㅡ. Theé mu, Lou, no irás a desmayarte, ¿verdad?

Él tuvo la sensación de que se le metía dentro la música del órgano de la capilla y sintió el impulso de salir corriendo, de huir del futuro sin amor que la esperaba junto a Harry. Pero al ver la preocupación reflejada en la mirada de su hermano, recordó la lección que le habían inculcado ya desde niño: lo primero era la obligación. Agarró con fuerza el ramo y esbozó una sonrisa para Niall.

ㅡEstoy bienㅡaseguró.

El camino hasta el altar se le hizo interminable y cuando por fin llegó junto a Harry, levantó la mirada y se encontró con un rostro carente de expresión. Sus respuestas fueron frías, sin emoción, mientras que él apenas conseguía emitir un hilo de voz. Sintió una profunda tristeza al oír cómo ambos mentían al prometer amarse y respetarse hasta que la muerte los separase, y se le llenaron los ojos de lágrimas cuando él le colocó la alianza, un anillo con un diamante espectacular que brillaba bajo el sol que entraba por las ventanas de la capilla.

Cuando el sacerdote murmuró que Harry podía besar al novio, Louis giró la cabeza, seguro de que su ya marido le rozaría suavemente los labios a modo de trámite, pero de pronto se encontró con una mirada ardiente. El corazón estuvo a punto de escapársele del pecho cuando él lo tomó en sus brazos y lo besó apasionadamente. De pronto ya no estaba frío y distante, y él no intentó oponerse.

Llevaba tanto tiempo deseando aquel beso, que no pudo controlar su propia reacción. Lo besó con igual pasión y recibió encantado las caricias de su lengua. Así estuvieron hasta que el sacerdote les recordó con un carraspeo que se encontraban ante doscientos invitados.

Aquél era un matrimonio de conveniencia que nada tenía que ver con la historia de amor que él siempre había soñado, pero para bien o para mal, ahora era el esposo de Harry Styles  y había llegado el momento de olvidarse de aquellas fantasías románticas y aceptar que estaba casado con un hombre que nunca lo amaría pero que, al menos, lo deseaba.

ㅡEstás precioso con ese traje de novioㅡle dijo él más tarde, durante la fiesta, cuando ya habían acabado los brindis y los discursos y él le había dicho que iba a cambiarse para el viaje a Atenasㅡ. No tardes mucho, agapi. Tardaremos al menos una hora en llegar al helicóptero y será de noche cuando lleguemos a Atenas; estoy impaciente por estar a solas con mi esposo.

El brillo de la mirada de Harry llenó de aprensión a Louis, que salió corriendo a cambiarse de ropa, desesperado por estar unos minutos lejos de su inquietante presencia. El pantalón de cuero ajustado y la chaqueta verde jade que se puso también habían sido una elección de Lottie, y lo cierto era que ambas cosas favorecían mucho a su curvilínea figura y le iban bien a su color de piel y de pelo. No pudo evitar preguntarse qué diría Harry cuando descubriera que debajo del traje no llevaba nada más que unas braguitas negras. Todo parecía indicar que su marido esperaba tener una verdadera noche de bodas y él no podía negar que la química sexual que había entre ellos era tan intensa como la noche del baile.

No obstante, la idea de pasar la noche con él tenía muy nervioso a Louis, porque la realidad era que apenas se conocían. Para él, la intimidad que se compartía con alguien al hacer el amor era algo muy importante, pero tenía la impresión de que para Harry el sexo era la única ventaja de aquel matrimonio forzado.



Un Príncipe para un Millonario | Larry Stylinson | adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora