15

346 32 2
                                    


Louis había aprendido a una edad muy temprana que los miembros de la Familia Real jamás demostraban sus emociones en público, una lección que le resultó muy útil durante el resto de la fiesta. De algún modo consiguió sonreír a todos aquéllos que se acercaron a desearles buena suerte y felicidad justo antes de que Harry y él se dirigieran al helicóptero. Incluso creía haber conseguido hacer creer a Niall y a su madre que realmente estaba contento de marcharse de Aristo, rumbo a su nueva vida en Grecia.

Tan pronto como despegó el helicóptero, cerró los ojos y se hizo el dormido para no tener que mirar siquiera a Harry. Trató de recordar que los días antes de la boda disfrutaba de la libertad de hacer lo que desease, incluso retozar en la playa con su amante medio desnudo; pero lo cierto era que se sentía profundamente humillado de que hubiese exhibido de ese modo su aventura.

En cuanto a la historia que le había contado  Liam sobre el pasado de Harry, no sabía qué pensar. Conociendo a Liam, no le extrañaba lo más mínimo que hubiese contratado a un detective para que indagara en la vida de Harry, y seguramente no sería difícil verificar todo lo que le había dicho. No le importaba que Harry procediera de una familia pobre, pero le horrorizaba la idea de que hubiese conseguido su fortuna jugando con las emociones de una mujer mayor.

No dejó de atormentarse durante todo el viaje en helicóptero y el corazón se le encogía más y más a medida que se alejaban de Aristo. Harry había estado bastante rato hablando con el piloto, pero luego fue a sentarse junto a él y, a pesar de todo lo que sabía sobre él, Louis no pudo evitar que sus sentidos reaccionaran ante la cercanía. Sintió que lo miraba y apretó los párpados. Después de unos segundos lo oyó resoplar y, cuando entreabrió los ojos, vio que estaba concentrado leyendo el periódico.

Harry vivía en el corazón de Atenas, en una imponente torre de apartamentos que se levantaba sobre las calles de la bulliciosa ciudad. Era todo tan distinto a la tranquilidad de Aristo, que Louis sintió una profunda congoja cuando la limusina se metió en el aparcamiento subterráneo del edificio.

ㅡCuando yo esté trabajando, Stavros, mi chofer, te llevará donde quieras. También es guardaespaldas. No debes salir por ahí solo ㅡle advirtió Harry en cuanto entraron en el ascensor.

ㅡNo tenía guardaespaldas en Aristo y tampoco creo que vaya a necesitarlo aquíㅡrespondió Louis, sorprendido.

ㅡLas cosas allí son distintas. Todo el mundo quiere mucho a la familia real y nadie se atrevería a haceros ningún daño. Pero aquí ya se está hablando de tiㅡle explicóㅡ. La gente, especialmente la prensa, está fascinada con la idea de tener un príncipe. Seguramente has visto a los fotógrafos que nos han seguido desde el aeropuerto. Mañana tu fotografía aparecerá en la portada de todos los periódicos y, desgraciadamente, a veces no es buena tanta atención.

Louis frunció el ceño.

ㅡ¿Qué quieres decir?

ㅡQue hay gente que nos tiene envidia por nuestra fortunaㅡle dijo con tristezaㅡ. No pretendo asustarte, Louis, pero debes de saber que a veces hay secuestros de gente importante, una posibilidad que eliminarás por completo si haces como te digo y siempre vas acompañado de Stavros.

Harry le había dado órdenes al conductor y guardaespaldas de que siguiera a Louis a todas partes, pero debía admitir que no lo había hecho sólo por razones de seguridad. Por mucho que le hubiera asegurado que deseaba tener aquel hijo, él no tenía intención de correr ningún riesgo; tenía que saber dónde estaba en cada momento.

El gesto de Harry advirtió a Louis de que no debía decir nada más respecto al asunto del guardaespaldas, pero lo cierto era que no le hacía ninguna gracia. Pensaba que en Atenas disfrutaría de una mayor libertad, lejos de los rígidos protocolos de la vida de palacio; pero parecía que había cambiado una cárcel por otra, y que iba a tener su carcelero particular.

El ascensor se detuvo en el último piso y, nada más abrirse las puertas, Harry lo sorprendió al levantarlo en brazos.

ㅡAhora sí que eres mi esposo.ㅡmurmuró, frunciendo el ceño porque había sentido cómo se excitaba al tocarlo.

Aquellas palabras pesaron como el cemento en el estómago de Louis mientras se preguntaba si pretendía llevarlo directamente al dormitorio y convertirlo en su esposo a la manera más clásica. No podía dejar de pensar en las fotos de esa revista, por eso se movió en sus brazos hasta que él se vio obligado a dejarlo en el suelo.

ㅡPeso demasiado para tiㅡmurmuróㅡ. Te vas a hacer daño en la espalda.

— Eso es imposible, agapi — respondió él, buscando su mirada.

Harry se dijo a sí mismo que era natural que estuviese nervioso, puesto que era la primera vez que estaba en su casa y no se trataba de una simple visita; aquélla sería también la casa de Louis de ahora en adelante y debía de ser muy distinto a todo aquello a lo que estaba acostumbrado. Su apartamento era lujoso, pero desde luego no era un palacio real.

Ambos tendrían que adaptarse a su nueva vida. A Harry le gustaba tener su espacio; de hecho, desde el divorcio no había llevado allí a ningún de sus amantes. Ahora Louis iba a vivir con él, pero era su esposo, no su amante y no podía esperar que la relación se limitase únicamente al dormitorio. Seguramente desayunarían juntos por las mañanas y cenarían cuando él volviese a casa por las noches.

En realidad, Harry no sabía bien qué era lo que sentía al tener que compartir su territorio con otra persona. Llevaba tanto tiempo solo, que lo había convertido en su forma de vida, pero en unos meses llegaría el bebé. Sintió un gran nerviosismo al imaginar cómo sería la vida con su hijo.

Iba a ser un buen padre, prometió en silencio. A su hijo no le faltaría de nada, sobre todo amor. Pero por el bien del pequeño, tenía que ayudar a Louis a sentirse bien en Atenas, para que no tuviera la tentación de huir a Aristo.

Lo observó un momento, fijándose sin darse cuenta en la curva de su cintura, y los pantalones que le marcaba sutilmente el trasero. Harry sintió que todo en él se endurecía al visualizarse a sí mismo sacando aquel pantalón y tuvo la tentación de llevarlo al dormitorio principal y demostrarle que tenía motivos suficientes para no querer marcharse de Atenas... ni salir de aquella cama.

Se le aceleró el pulso. Le puso una mano en el hombro y le acarició la melena castaña, que tenía el tacto de la seda. Habría deseado besarle el cuello, pero de nuevo volvió a sentir que él se tensaba al notar su contacto, así que retiró la mano.

Harry no sabía qué le pasaba y, sinceramente, no estaba de humor para jueguecitos. Al besarlo en la iglesia, Louis había respondido con un ímpetu que le había hecho pensar que estaba tan impaciente como él por consumar el matrimonio, pero desde entonces se había enfriado considerablemente y su tensión lo tenía desconcertado. Quizá sólo necesitaba un poco de tiempo para adaptarse. Le habían ocurrido muchas cosas importantes: el matrimonio, la inminente paternidad y el traslado a Atenas, por no hablar de los nervios que debía de haberle ocasionado la boda porque, aunque habían planeado algo sencillo, al final parecía que hubiera asistido la mitad de los habitantes de Aristo. Era lógico, la boda de un miembro de la familia real era un acontecimiento que no ocurría todos los días.

Un Príncipe para un Millonario | Larry Stylinson | adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora