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ㅡSeñor, han llegado algunas cajas de Aristo para usted ㅡanunció Sotiris en cuanto llegaron al apartamento.

ㅡMis libros...ㅡ Louis se olvidó de inmediato de la tortura que había supuesto ir de comprar nada más ver aquellas cajas llenas de libros.

ㅡTheé muí ¿Todo eso son libros?
ㅡpreguntó Harry, asombradoㅡ ¿Dónde vas a ponerlos? Es un apartamento muy espacioso, pero no tanto como para albergar toda una biblioteca.

ㅡNecesito estos libros para poder seguir investigando ㅡafirmó Louis con determinación.

ㅡEn mi despacho no hay espacio suficiente, así que le pediré a Sotiris que lleve las cajas a una de las habitaciones vacías. Supongo que podemos convertirla en un despacho para ti, si es que tienes intención de seguir trabajando... aunque dudo mucho que vayas a tener tiempo para hacerlo y, como es lógico, no hay ninguna necesidad económica de que trabajes.

ㅡPor supuesto que quiero seguir escribiendo mi libro sobre la historia de las islas de Adamas, y también me gustaría seguir ejerciendo de asesor del museo de Aristo hasta que nazca el niño ㅡdeclaró Louisㅡ. ¿Qué voy a hacer si no todo el día mientras tú estás trabajando?

ㅡSupuse que te gustaría participar en alguna organización benéfica. Melina Demakis es una amiga mía muy implicada en las organizaciones benéficas de Atenas; organiza comidas y otras actividades para recaudar fondos. Le pediré que te llame para que te lo cuente personalmente.

A Louis se le encogió el corazón al pensar en pasar día tras día con adineradas personas, sin duda con muy buen corazón, pero sin otra obligación en el mundo que la caridad. Tenía que haber algo más útil que pudiera hacer con su vida.

ㅡEstaba pensando que quizá pudiera trabajar como voluntario en algún hospital de la zona, como hacía en Aristo.

ㅡ¿Te refieres a ése en el que te atacó un enfermo mental? Niall me contó que tu padre te prohibió volver después de aquel incidente ㅡle dijo Harry en un tono que dejaba bien claro lo que opinaba de la idea.

ㅡNo me atacó conscientemente, el pobre hombre no sabía lo que hacía. Mi padre siempre fue demasiado protector conmigo ㅡañadió Louis con lástima.

ㅡYo también voy a serlo
ㅡaseguró élㅡ. ¿Cómo vas a trabajar en un hospital si los paparazzi te persiguen como han hecho hoy? En lugar de ayudar, serías un obstáculo.

ㅡNadie sabría dónde estoy si no fuera porque vamos por ahí en limusina y con un guardaespaldas.

ㅡPues no vas a poner un pie fuera de este apartamento sin Stavros
ㅡdeclaró rotundamenteㅡ. Estás embarazado, Louis, y no voy a permitir que te pongas en peligro a ti mismo y a nuestro hijo.

ㅡNo tengo intención de poner en peligro a nadie. ¿Qué quieres decir con que no lo vas a permitir? ㅡ Louis sintió cómo se desvanecía la afinidad que había sentido hacia él en el museoㅡ. ¿Desde cuándo tienes autoridad sobre mí? ㅡle preguntó con furia.

ㅡDesde que eres mi esposo... y, lo que es más importante, desde que llevas dentro a mi hijo ㅡrespondió en un tono que no dejaba lugar a dudasㅡ. Tengo que trabajar un rato en el despacho ㅡanunció después de mirar la horaㅡ. Te recomiendo que empieces a prepararte para la fiesta; sé por experiencia lo mucho que tardaran las mujeres en arreglarse, no se si sea tu caso en particular también.

Esa referencia a su amplia experiencia con las mujeres fue la gota que colmó el vaso. Louis sintió el impulso de tirarle algo a la cabeza, pero cuando quiso darse cuenta había desaparecido de su vista, así que no le quedó más remedio que intentar tranquilizarse, para lo cual se preparó un baño caliente con la esperanza de que eso la ayudara a aliviar la tensión que le provocaba la idea de tener que salir con gente a la que no conocía.

Una hora después se colocó frente al espejo y observó horrorizado la imagen que tenía delante. El traje color azul estaba compuesto por una camisa blanca ajustada a su cuerpo, su pantalón quedaba ajustado a su figura y maraca su voluminoso trasero. Era el traje más sexy. Cualquier hombre que se pusiera algo parecido atraería la atención allá donde fuera, y eso era precisamente lo último que deseaba él.

Así que se quitó el traje.

El traje de noche negro que había enviado desde Aristo no estaba mal. Pero lo mejor era que nadie se fijaría en él y, con un poco de suerte, podría pasar toda la velada en algún rincón.

Se arreglo el pelo y salió del vestidor justo cuando lo hacía salía del cuarto de baño.

Estaba increíblemente guapo con aquel esmoquin negro y camisa negra. Cualquiera habría suspirado al verlo y él no era distinto a los demás, así que sintió que se le aceleraba el corazón y le flaqueaban las piernas. Pero, a juzgar por la expresión de su rostro, él no estaba tan impresionado con su aspecto.

ㅡNo es eso lo que tenía en mente, agapi ㅡdijo mientras observaba su peinado y su recatado trajeㅡ. Pensé que habíamos decidido que ibas a ponerte el traje rojo.

ㅡNo, lo decidiste tú soloㅡreplicó Louis.

ㅡ¿Prefieres dar la impresión de venir de un entierro? ㅡpreguntó él con su habitual arroganciaㅡ. Tienes cinco minutos para cambiarte ㅡdijo con una voz peligrosamente suaveㅡ. Eres mi esposo, Louis, y debes vestirte adecuadamente. No te empeñes en parecer un viejo solterón.

Louis sintió que estallaban dentro de él los nervios que había conseguido contener durante la discusión sobre el hospital.

ㅡMe siento más cómodo con la ropa que yo mismo elijo ㅡcomenzó a decir, pero entonces él se puso a desabrocharle los botones del trajeㅡ ¿Qué demonios crees que haces?
ㅡgritóㅡ ¿Cómo te atreves?

Harry bajó la mirada hasta su torso, que, con el ritmo de la respiración, que apenas aguantaban.

ㅡMe atrevo, Louis ㅡmurmuró con evidente deseo sexualㅡ, porque eres mi esposo, aún te quedan dos minutos para cambiarte... si no quieres que te quite yo toda la ropa ㅡle dijo con una seductora sonrisa en los labiosㅡ. Pero me temo que, si te desnudo, esta noche no iremos a ninguna parte excepto a la cama.




Un Príncipe para un Millonario | Larry Stylinson | adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora