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Luego de ese día las cosas no fueron diferentes, el pequeño pelinegro seguía yendo al bosque al termino de sus clases sin falta.

Y un zorro refunfuñaba en su interior que sí estaba loco o si de verdad ese niño no tenía noción del peligro, mientras lo seguía en silencio, sin atreverse a verle de frente de nuevo.

El niño se mantenía por los bordes del bosque, no se adentraba del todo, aún con el miedo latiendo en su pecho por los recuerdos que se ataban a él.

Solía llevar una bufanda blanca ㅡdemasiado grande para élㅡ rodeandole el cuello y cubriendo parte de su aniñado rostro, se paseaba varias veces por la zona que había establecido él mismo como "segura", como si buscara algo o a alguien, y al llegar las cinco de la tarde se marchaba puntualmente de vuelta a su hogar.

Hogar el cual Sukuna también visitó múltiples veces durante las noches en las que el límite no se abría.

¿Por qué? No lo sabía, por algún extraño motivo se sentía llamado al lugar, se quedaba oculto entre las hojas de un árbol ㅡcuya ramas quedaban justo frente a la ventana cerrada del niñoㅡ, lo observaba por un rato y luego volvía a la oscuridad de su propio hogar.

Pero se había esforzado en no ir más y se conformaba solo viéndolo vagar por las tardes con su estúpida bufanda blanca por el bosque.

O lo hacía hasta que el niño dejó de ir.

En un comienzo creyó que solo sería una tarde la que no iría por el frío y la nieve que había caído, pero los días fueron pasando y el niño no aparecía, se molestó, asumiendo que el niño se aburrió del bosque.

Hasta que una noche su orgullo no lo soportó y fue hasta la casa del chiquillo, desde la desolada calle pudo ver las luces apagadas, como si no hubiera nadie viviendo ahí, pero a medida que se iba acercando divisó a un hombre de traje y maletín conversar con el padre del niño al que buscaba, el último llevaba un rostro serio, sus facciones lucían incluso más rudas con la escasa iluminación, pasó de ambos hombres y se escabulló hacía el árbol con el que ya estaba familiarizado, trepando hasta llegar a la rama más próxima a la ventana.

Su cola se meneó con suavidad al llegar, por algún motivo la ventana estaba abierta y dentro de la habitación estaba igual de oscuro que toda la casa, siendo esta únicamente iluminada por la luz de luna que se colaba descaradamente ㅡjusto como élㅡ por la ventana.

Los rubíes viajaron por toda la habitación hasta llegar a la cama, un pequeño bulto sobresalía ahí, también alcanzó a ver unas cajas de medicamentos en la mesita junto a la cama.

Entonces lo entendió.

El niño estaba enfermo.

El sonido de alguien tosiendo de golpe lo sacó de sus pensamientos, sacudió sus orejas de zorro, la tos no cesaba y el sonido le aturdia, no quería seguir escuchandolo.

Gruñó para sí mismo y se adentró a la habitación, dispuesto a deshacerse de su malestar, pero cuándo iba a acercarse a la cama, la tos fue contenida y la puerta abierta, entró en pánico por unos segundos y tuvo la maravillosa idea de esconderse bajo la cama.

ㅡ El doctor dice que necesitas reposo, estarás mejor en unas semanas, cielo.

Vió las botas militares negras acercarse a la cama, la tos volvió una vez el niño intentó hablar, esta vez pegó las orejas a su cabeza.

Que molesto.

ㅡ ¿Olvidé cerrar la ventana?

T e e t h || SukuFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora