Con la cola balanceandose de un lado a otro, un zorro descansa en lo profundo del bosque, sobre la rama de su árbol favorito, cansado de la vida y de los pensamientos tormentosos que lo asaltan sin dar tregua.
Las palabras nunca fueron el fuerte de Sukuna, y tampoco las necesitaba del todo, en el bosque todos evitaban su presencia, nadie además de Yuuji o Nobara tenían las agallas suficientes para plantarle cara.
Luego el lirio llegó a su vida como un tornado, un desastre con tontas bufandas, mejillas sonrosadas y preciosas joyas de mar, arrasando con todo a su paso.
Y comenzó a esforzarse por él.
Comenzó a esforzarse día tras día por un niño que tomó la melodía rota y le permitió escuchar una nueva sinfonía.
Porque eso era lo que mejor se le daba a Megumi, tomar, siempre tomaba todo lo que tenía, luego seguía y seguía tomando, exigiendo más y más cada vez.
Pero en este punto, ha estado sintiendo que es imposible decirlo todo, está perdiendo el control y no está preparado para lo que eso significa.
El control es lo único a lo que podía aferrarse en ese lugar, porque por mucho que le gustaría romper la caída y salvarlo todo, no puede.
Nunca podrá.
No con todos los recuerdos que carga como cruces sobre los hombros, la sangre y miseria de un pasado que no es propio, pero siguen tras él, persiguiendo y condenandolo desde el nacimiento.
Está roto por diseño y lo sabe.
Y aun así no puede evitar como se siente, aterrado por sus propias razones cuando el lirio pregunta.
¿Por qué como le diría que es un mounstro? O lo que quedaba de uno.
Ya que al final de todo, Yuuji y él solo son fragmentos del alma del ser que atemorizaba el pueblo y su hogar.Un mounstro que obligó a una familia entera a ofrecerle en tributo a sus hijos para calmar su sed de sangre, aunque claro, nunca funcionó del todo, el hambre de la bestia era insaciable.
Su vista vaga hasta abajo, algunas criaturas paseando a su alcance, un sátiro correteando a una driada, ardillas recolectando bellotas, las aves que pican el suelo, las pequeñas hadas danzando en las flores.
Donde sea que vea, hay alguien o algo, un bosque lleno de vida y color.Si pudiera el zorro, una mueca del más puro e intenso dolor pintaria sus facciones.
Porque los recuerdos de criaturas despedazadas martillan su cabeza, víctimas de un sanguinario e injusto trato del que ni tenían la más mínima idea.
El demonio de la doble cara solo aceptó las ofrendas de la familia ZenIn porque esperaba a alguien, una ofrenda perfecta, predestinada.
Él tomaría a quién le ofrecieran y el pueblo no sucumbiria en sus manos, era tan sencillo como eso, pero quiénes debían pagar por una ofrenda errada y la ira irremediable eran los habitantes del bosque.
No hace mucho que Sukuna al fin puede entender porqué solo hay un kitsune en el bosque, y desde entonces, ya no es capaz de ver a los ojos a Gojo sin sentirse asqueado de sí mismo y tener unas profundas náuseas.
Porque aunque Sukuna vea un infierno extenderse ante él cuando el límite se abre, es diferente mancharse las manos con sangre de seres corrompidos y diabólicos, que tener la sangre de seres inocentes deslizándose por sus dedos.
Tampoco puede olvidar al hombre de botas militares y mirada fiera, al padre de su adoración, otra víctima y otra razón por la que Gojo podría odiarlo.
Las atrocidades del único demonio que podía cruzar ese infierno luego de contados años para reclamar su ofrenda eran tantas como para robarle el sueño y amargar sus días.
Pero lo que envuelve a Toji ZenIn ㅡahora Fushiguroㅡ fue lo que más lo descolocó.
Si bien Toji fue una de las ofrendas erradas y la última esperanza de la familia ZenIn, la bestia reconoció el error en la línea de sangre, por eso perdonó su vida y solo tomó lo más valioso que el pobre hombre ㅡniño en ese entoncesㅡ tenía en el momento, el amor puro e inocente que profesaba hacía el kitsune.
Toji no podía morir porque la bestia esperaba a su ofrenda perfecta.
Y Sukuna mantuvo tan cerca esa ofrenda, protegiendolo como un tesoro durante años, su alma reconociendo al predestinado desde el primer momento.
Megumi Fushiguro era a quién ese mounstro anhelaba.
La razón de su existencia misma y la de Yuuji se debía al deseo insano de una bestia, el deseo de sentir algo más que la oscuridad y la desgracia.
Ninguno lo supo hasta que Megumi cumplió quince años y los recuerdos fueron desbloqueados de Sukuna, las pequeñas piezas que completarian al fin el rompecabezas llegando a él cada noche.
¿Guardián? Una mentira, Sukuna no hacía más que tratar de apagar un incendio de culpa, ¿Mediador? Otra mentira, Yuuji solo manipulaba a las criaturas del bosque para que no se volvieran un problema.
Pero aunque Yuuji no tenga los fantasmas del pasado y pueda vivir una mentira, Sukuna no puede.
Ambos fueron títeres de alguien más por años, alguien que deseaba vivir a través de ellos lo que nunca pudo tener mientras seguía en una vida condenada.
Por eso Sukuna buscaba otra manera de proteger a Megumi del infierno, del bosque, y principalmente buscaba otra manera de protegerlo de sí mismo.
Pero por ahora era mucho más fácil huir que saber qué hacer o decir..
.
.
Hey! Hey! Hey!
Solo pasaba a decir que iHHHHHH
¿YA VIERON LA NUEVA PORTADA?
ENAMORADA ESTOY. 😭😭😭😭❤Mi bebé preciosa vieKaisen la hizo y no le termino de llorar lo suficiente. 🤧❤
Por cierto, le voy a comer los morros a quién adivine las canciones que sirvieron de base para este capítulo.
Grrr. ✨ㅡ Vanger.
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T e e t h || SukuFushi
FantasyTodos en el pequeño pueblo sabían que no debían de acercarse al bosque, pero en su inocencia, un niño parecía haberlo olvidado mientras que perseguía un pequeño zorro. ㅡ ¡No vayas tan rápido! Pero el animal no se detenía, seguía corriendo como si l...