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Sobre viejas vallas de madera dos almas pasaban la noche, con los ojos fijos en el cielo, ambos seres disfrutando del espectáculo nocturno que se alzaba sobre ellos.

ㅡ Quisiera ser una estrella.

El pelinegro rompió el silencio, una ligera sonrisa asomándose sobre sus labios, no volteó a ver a su costado, ni por mucho que lo quisiera vería algo o alguien junto a él.
Solo podía conformarse con sentir el calor del otro cuerpo cerca suyo y el aroma dulzón ㅡpero no empalagosoㅡ que desprendía.

ㅡ ¿Una estrella? ¿Por qué?

La sonrisa se ensanchó ante la pregunta, mas no contestó, el chico invisible a su lado frunció el ceño, molestandose por la tendencia del humano al misterio.

ㅡ Si tienes algo que decir, hazlo bien.

Refunfuñó, chocando su hombro contra el de los zafiros, haciéndo que este último se tambaleara sobre la inestable valla.

ㅡ No quiero.

Y antes de que pudiera reaccionar, fue empujado con fuerza, jadeó por la sorpresa al sentir como su espalda chocaba contra el suelo, pronto tenía un peso que no veía sobre su estómago, obligandolo a quedarse acostado.

ㅡ Pesas, quítate.

El travieso ser que se mantenía triunfalmente sobre el pelinegro se mofó en su cara, alardeando de su fuerza y poder, solo que no contó con que el humano fuera vengativo, porque en un descuido quién quedó debajo fue él.

ㅡ Eres tan molesto.

El frívolo tono usado erizó la piel del ser que se negaba a mostrarse, levantó la mirada, recorriendo el niveo rostro del adolescente humano sin vergüenza al no ser visto, los azulados lagos brillando más que todas las estrellas juntas, los mechones negruzcos cayendo desordenadamente sobre su frente, el ceño fruncido y los labios siendo apretados entre sí con fuerza, sonrió.

Él era bonito cuando se enojaba.

Quería llevárselo lejos, protegerlo de todo y todos, principalmente del destino que le correspondía.
Era tan puro y joven, no merecía pasar tantas penas.

Pero no podía.

Ese chico había nacido por y para un único fin.

No podía inmiscuirse en las telas del destino, menos con la familia del adolescente pisandole la cola, solo le quedaba esperar y rogar porque él no fuera a quién el bosque reclamaria.

¿Cuál es el problema ahora?
Estás muy callado de repente.

Y aunque sabía que no debía, él quería hacerlo, él moría por hacerlo.

No le importaba si aquella bestia despertaba y se enfurecia, arremetiendo contra todos, a él realmente no le importaba que todas las criaturas del bosque y los humanos del pueblo perecieran en manos de ese sanguinario mounstro que se escondía en la profundidad de los árboles.

Siempre y cuando esas turbulentas aguas que le observaban con intensidad no perdieran su brillo, no le importaba nada más.

T e e t h || SukuFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora