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La mañana del decimoquinto cumpleaños de Megumi había empezado mal.

Muy mal.

Despertó por la brisa fría chocando contra su rostro, recordaba haber cerrado la ventana antes de dormir, entonces, ¿Por qué hacía tanto frío? A regañadientes y con los ojos entrecerrados por el sueño, se levantó, tanteando con sus pies desnudos el suelo hasta encontrar sus pantuflas con orejas felpudas de cachorros, su padre se las regaló hace unos meses y se habían vuelto sus pantuflas favoritas desde entonces.

Restregaba sus somnolientos ojos con los puños cerrados a medida que se acercaba a la ventana, bostezando y cuestionandose como pudo ser tan descuidado, mas sus arrastrados pasos se detuvieron al levantar la mirada, su labio inferior tembló.

Una bolita blanquecina coronaba el alféizar de la ventana.

Pero el problema no era ese, el problema era que la bolita estaba sobre un charco carmín, destrozada y con el corazón por fuera.

Expuesto en lo alto, cual recuerdo de guerra.

El adolescente se abrazó a sí mismo, en un intento vano de consuelo, impresionado por la grotesca obra que se le presentaba, los zafiros cristalizandose y el corazón amenazando con salirse de la caja.

Sollozó, acercándose con cuidado y miedo al pobre conejito, el blanquecino pelaje siendo manchado por la impureza carmín, estiró la temblorosa mano para acariciarle la cabeza fría, repitiendo imnumerables veces un mudo perdón, como si el animalillo aún pudiera escucharle.

...

ㅡ Con todo el respeto que no te tengo, ¿Qué clase de idiota eres?

Sukuna gruñó, volteando la cara, Yuuji se carcajeaba tirado en el suelo a un costado suyo, mientras que Nobara, una driada ㅡque no concordaba con la personalidad de unaㅡ, le daba el sermón del día.

ㅡ ¿Como se te ocurre dejar un conejo muerto en la ventana del niño? ¡Muerto y destrozado!

Yuuji secaba las lágrimillas que salían de sus ojos a causa de tanta risa para poder ver a Nobara, la fémina estando roja de indignación tras escuchar lo que su hermano había hecho, estando casi seguro de que la ninfa saltaria a golpear a Sukuna en cualquier momento.

ㅡ Yo creí que funcionaría...

El de las marcas negras se negaba a mirarlos, pero sus expresiones lo delataban, estaba entre avergonzado y arrepentido, para el menor de los pelirosas toda la situación era simplemente maravillosa.

Aunque lo sentía por el cachorro humano, él se estaba divirtiendo con ese lado tan estúpido del gran amo y señor del bosque.

ㅡ ¿Acaso eres un animal para querer cortejarlo mostrando que eres buen cazador? ¡Es un niño humano, no un lobo!

La cabeza de Sukuna iba a explotar en cualquier momento por tantos gritos, y ya se sentía fatal con su propia culpa, no necesitaba que Nobara le estuviera echando en cara que todo lo hacía mal.

Megumi había cumplido años el día anterior y él ㅡque no entendía el significado de esas celebraciones humanasㅡ entró en crisis días antes y tomó una mala decisión.

No, corrección, una pésima y catastrófica decisión.

Creyó que debería de darle algo significativo, demostrarle lo que sentía, solo que no pensó en lo delicado que era su pequeño lirio y se dejó llevar.

T e e t h || SukuFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora