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El pelinegro detuvo su andar, el corazón encogiendose, tomó una bocanada de aire y se armó de valor para seguir arrastrando sus pies.

No tenía mucho tiempo.

ㅡ No deberías estar aquí hoy.

Deseó no haber tenido que percatarse de la tristeza que se marcaba en las palabras, tragó saliva, buscando a su alrededor hasta toparse con los cansados cristales.

Estaba mal que le reconfortara el pesar de aquel ángel, pero lo hacía, en unos días la vida se escaparia de sus dedos, tenía permitido aferrarse a sus sentimientos al menos esa vez, levantó la mano hasta su pecho, colocandola suavemente sobre su corazón, preparándose para exponerse ante el esbelto albino.

ㅡ No lo digas.

La voz le tembló, enojo, desesperación, miedo, dolor, ambos estaban en el mismo pozo sin fondo, cayendo al vacío.

El de las cuencas noche se acercó al ser divino parado a pocos metros de él, lucía tan delicado y pequeño en comparación a lo que era siempre, sentía que podría desmoronarse con solo un soplido.

Lo estrechó en brazos y no pasó mucho para que el pelinegro sintiera como temblaba contra él, deshaciendose en desordenados sollozos sobre su pecho, su temblorosa mano subió hasta los mechones de nieve, acariciandolos con devoción.

No encontraba palabras de consuelo, él sabía de su destino, ambos lo sabían, la diferencia era que mientras uno creía estar listo desde que nació, el otro creyó que no importaría más adelante, que podría manejar lo que sentía.

Eran un par de mentirosos.

La verdad era que ninguno estuvo preparado para cuándo el momento llegó.

Lo habían evitado tanto, dejándose envolver por una burbuja de mentiras blancas con el tiempo contado, una burbuja donde los problemas no llegaban, donde solo existían ellos.

ㅡ ¿Por qué tienes que ser tú? No lo mereces.

Los golpes llegaron en medio de las palabras, golpeando sobre su corazón sin descanso, lo resistiria, si la única forma que tenía el zorro de expresarse era a través de la violencia, él lo tomaría sin chistar.

Lo tomaría todo hasta que no quedara nada más.

ㅡ No lo mereces...

Los hilos cristalinos de sal se deslizaban sobre la piel de porcelana, los puños cerrados con fuerza chocando en su pecho, perdiendo su intensidad en cada golpe.

ㅡ Está bien si soy yo.

Eso era lo que el ser albino odiaba del humano, ese chico aceptaría toda esa mierda sin poner resistencia, no pelearia, no huiria.

No haría nada por sobrevivir.

ㅡ ¿Como puedes solo aceptarlo?

Lo empujó lejos, con rabia, echando en menos su calor a los segundos, la noche ya no brillaba en esos orbes, dolía, pero quería tocar su rostro, besar sobre la herida cicatrizante y devolverle la vida que le estaría siendo arrebatada.

ㅡ Nací para esto.

Y el zorro supo que debió escuchar cuando le gritaron que no tenía que enamorarse de un hombre muerto.

T e e t h || SukuFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora