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Un quinceañero corría en un descampado a las afueras del pueblecillo dónde residía, con la luna sirviendole de guía en todo momento.

Rápidas pisadas y jadeos saliendo de los labios entreabiertos alertaban a los animalitos nocturnos que vagaban por ahí, huyendo lejos del ruido y del potencial peligro.

Al llegar a una colina, el joven se permitió descansar sobre sus rodillas, recuperando el aire en grandes bocanadas, pero recuperó la compostura en cuestión de segundos, poniéndose alerta y en posición de ataque al notar por el rabillo del ojo una fugaz sombra pasar a un costado suyo.

ㅡ Que agresivo.

Una divertida voz danzó hasta alcanzar sus oídos, giró sobre sus talones, buscando al emisor, mas no había nadie ahí por mucho que buscara, como siempre, apretó los labios en una fina línea, una melódica risa llegó pronto a él, envolviendolo en su gracia.

ㅡ No estoy de humor para esto.

El tono hastiado que usó volvió a hacer reír al ser que le acompañaba sin hacerse visible, gruñó, cruzando los brazos sobre su pecho.
El viento soplaba, revolviendo los erráticos mechones azabaches.

ㅡ Pensé que disfrutabas mi compañía.

La voz habló, pretendiendo estar herida, pero solo consiguió que el joven pelinegro frunciera el ceño, endureciendo más las facciones de su rostro por unos minutos, un leve lloriqueo flotó en el aire, haciendolo rodar los ojos y suspirar, quizás era muy débil cuándo se trataba de él.

ㅡ Lo hago, pero a veces eres tan molesto que quiero golpearte.

El ser sonrió, enternecido, acercándose a soplar sobre la respingada nariz del adolescente, y rió estrepitosamente al ver tan de cerca como el rostro de este se contraia en una mueca, asustado por la repentina cercanía del ser que sus ojos no alcanzaban a ver.

ㅡ Déjame verte.

La risa fue cortada por la petición, esta vez fue el turno del ser mágico de asustarse, sus manos habían sido tomadas por el chico y aquellos tormentosos y profundos lagos lo miraban fijamente a los ojos.

No era posible.

Él no podía verle, pero le estaba tomando de las manos con total descaro y esos orbes marinos le atravesaban el alma a pesar de saber que realmente no estaba viendo nada desde su perspectiva.

Entró en pánico, y terminó apartando con rapidez sus manos, sentía sus mejillas arder tanto o más que su propio corazón.
Carraspeó, huyendo de la intensa mirada oceánica al moverse a un costado, a ojos de algún tercero la escena seria graciosa, tomarían por loco al pobre pelinegro por tener las manos en el aire y ver a un punto fijo de la nada.

Olvidalo, un simple humano como tú no soportaría ver a un ser tan majestuoso como yo.

El adolescente resopló y sacudió la cabeza, una sonrisa landina deslizándose por sus rosados labios, a quién siempre le acompañaba bajo el  manto de la noche le gustaba hacerse del rogar, nunca lo había visto, solo podía escucharlo y sentir la energética presencia revolotear a su alrededor y ㅡ alguna una que otra vez, solo si él misterioso ser lo queríaㅡ sentir su tacto.

Aunque aquella vez fue él quien pudo tocarlo primero, guiándose solo por el sonido de su voz.

El pelinegro mentiría si decía que el tacto no fue mágico y que deseaba volver a sentirlo al menos una vez más.

T e e t h || SukuFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora