XII

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Las cosas luego de aquel triste funeral en Avonlea siguieron normal. Gilbert sabía y remarcaba que más de la mitad de las personas en el funeral sólo estaban ahí por la comida gratis que María había preparado una vez el sermón del ministro haya terminado, y eso lo hacía poner los pelos de punta.

Si bien los Cuthbert le habían ofrecido un hogar en su humilde morada, él sabía que la confianza era mayor con su padrino y esposa, así que aceptando su otra oferta, fue a hospedarse en la casa de nada más ni nada menos que Bash y Mary.

Aunque eso no quitaba que otra de las excusas para no ir a Green Gables era que las cosas no estaban de la mejor manera. 

El entierro fue el domingo, por lo tanto, el lunes las clases siguieron normalmente salvo para Gilbert, quién se negaba a ir por ahora. La vida de su papá era muy importante para él como para que de un día a otro, la ausencia del individuo no sea tomada en cuenta.

Sus amigos le repetían una y otra vez que podían llevarle sus deberes diariamente, y hasta podían ayudarlo en las tareas si es que algún tema no terminaba de ser entendido, pero él solo se negó diciendo que sería en vano ya que no tendría ánimos para ponerse a hacer cuentas o aprenderse la historia de la guerra de las Malvinas donde los Ingleses se las robaron injustamente.

Si todos saben que son Argentinas, ¿por qué en los libros se dice que Gran Bretaña se las ganó? Por favor.. 

Por otra parte, su alma gemela andaba bastante desaparecida. Las cosas entre ellos solamente se hicieron ausentes y, por estos momentos, Gilbert dudaba de enviarle algún mensaje para empezar una conversación, es decir, el anterior lo había ignorado.

¿Ignorar significaba ser tachado con aquellas típicas heridas que hace tiempo no aparecían? 

En su opinión, sí.

Aunque, a decir verdad, una persona se le vino a la mente cuando de heridas se trataba, o eso fue lo que sospechaba aquel mismo día del funeral de su padre. 

Anne, por su parte, fue una de las únicas (para no decir la única) quién cada vez que el nombre del chico de luto aparecía en la conversación, ella desviaba la mirada y no se centraba en aquel tema, o así fueron al menos unos dos días antes de que su mayor temor ocurriera.

 ―Pero señorita Stacy, no puede hacerlo alguién más?  ―insistía la pelirroja ante aquella terrible petición.

 ―Anne, eres de mis mejores estudiantes, serviría de mucho si lo ayudaras en algo que no entienda  ―explicaba la mayor  ―Ahora ve antes de que se haga tarde, según tengo entendido, se está hospedando en la casa de los Lacroix, ¿sabes donde queda?

 ―Lo sé, gracias.

Básicamente, Marilla le había ordenado la semana pasada que entregue sus famosos buñuelos de ciruela a varias familias de Avonlea, una de ellas era la de los Lacroix, así que ya sabía perfectamente donde se ubicaba. 

El camino se hizo largo. Le había explicado a sus amigos que debía hacerle ese favor tanto a Gilbert como a la señorita Stacy así que se desviaría de su cotidiano camino. Ellos entendieron y asintieron a aquella breve explicación, pero Diana sabía que las cosas no eran las mejores entre ellos dos. 

 ―¿Segura que no quieres que lo haga yo? Puedo ir y le decimos a Stacy que lo hiciste tú sin problemas o tal vez..  ―proponía opciones la mayor de los Barry siendo interrumpida por la pelirroja. 

 ―Quédate tranquila, en serio, debo pedirle disculpas, no será complicado..  ―dijo no muy convencida. 

Diana sabía que no serviría de nada seguir insistiendo así que sólo asintió comprensiva y le dirigió una última mirada luego de su abrazo que solían tener siempre que se despedían. La pelinegra se volvió mucho más cercana a Anne luego de aquel pequeño inconveniente el día del funeral del señor Blythe. Se preocupó tanto que cada vez que podía le preguntaba cómo estaba y hasta le revisaba su brazo disimuladamente para estar completamente segura.

𝗥𝗢𝗝𝗢 𝗬 𝗔𝗭𝗨𝗟 | Shirbert [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora