XV

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Aquel día la habían pasado de maravilla, sin noticias de imprevisto ni malos ánimos, sin embargo, las miradas entre la nueva pelirroja del grupo y el mayor pelinegro de los chicos podían notarse a kilómetros de distancia.

Esta vez no hubo karaoke, pues la rockola del lugar tenía daños gracias a un corte de térmica durante la semana, y aunque los ocho amigos se sintieron tristes ante aquella noticia que les había contado Mary, no permitieron que el día tuviera mala vibras solo por aquello.

El grupo se despidió para ir a sus casas a almorzar donde sus familias los esperaban, compartían camino así que estuvieron juntos unos momentos más.

–Volverás a la escuela, ¿verdad Gilbert? –preguntó Ruby mientras recogía una que otras flores con Anne mientras pasaban por el Camino del Encanto.

–Sí, el lunes volveré sin falta, no voy a permitir que Shirley supere mi promedio. –bromeó haciendo que la nombrada se levantara con ganas de competir.

–Ya lo hice Blythe, admítelo, soy mejor que tú.

–Yo creo que lo único que eres es bastante competitiva...

Inmediatamente, a ambos se les vino un recuerdo: la noche anterior, donde Gilbert, o mejor dicho, la alma gemela de Anne, la describió de aquella forma.

De repente los dos se callaron evitando las miradas del otro, algo que extrañó a todos sus amigos, pero no sabían qué decir para liberar la tensión.

Se separaron cuando sus caminos hicieron lo mismo y siguieron con su vida normal hasta que volvieron a la escuela reencontrándose, esta vez con Gilbert nuevamente, el cual recibía saludos de sus profesores y sus compañeros, aún así no sea tan apegado a ellos.

Era viernes cuando Diana y Anne se daban el último abrazo del día. En el trayecto de esos días no ha pasado mucho salvo la cercanía de los mejores de la clase y preparaciones para el cumpleaños de la pelinegra.

Aquel día la pelirroja volvía eufórica a su casa, debía preparar el regalo para su mejor amiga y, afortunadamente, encontró a un vendedor ambulante cerca de su casa. Éste vendía sus pertenencias para traer a su familia a Canadá, según lo que le contó a la pecosa, su esposa e hijos eran judíos junto a él y en Alemania las cosas no eran las mejores para su religión, por lo que debía sacarlos de ahí antes que algo pase.

Logró entender la situación, Anne le deseó toda la suerte del mundo para que no le pase nada malo a su familia, sin embargo, se sintió mal al no tener dinero para comprarle algo y ayudarlo en su situación.

El hombre divisó la atención que tenía la pelirroja hacia una cadena con un corazón, donde le preguntó por qué le había llamado tanto la atención si estaba roto.

–Amaría darle uno igual a mi mejor amiga, mañana es su cumpleaños y no tengo el dinero suficiente para comprarle algún regalo... había dicho admirando aquel incompleto collar.

–Está dañado, no tiene valor... –comentó con tristeza el vendedor.

–Creo firmemente que las cosas dañadas tienen una belleza triste, luego de pasar batallas y batallas sobreviviendo a momento difíciles es absurdo que no las valoremos por su fuerza ante aquellas situaciones en las que fueron fieles a su dueño evitando romperse en el intento...

Aquel hombre quedó maravillado ante las palabras de Anne, tanto que la elogió por aquella increíble capacidad de expandir sus palabras para explicar perfectamente el pensamiento que tiene hacia diferentes situaciones, en este caso, hacia el valor de las cosas dañadas.

𝗥𝗢𝗝𝗢 𝗬 𝗔𝗭𝗨𝗟 | Shirbert [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora