V

954 84 138
                                    

El día de la llegada de Anne Shirley a Green Gables ya lo sabía cualquiera con el que te cruzases. Gracias a, devuelta, Rachel Lynde, la noticia de que Matthew Cuthbert había salido bastante arreglado del pueblo era conocida por todos los de Avonlea. 

El hombre mayor de los Cuthbert estaba nervioso, algo bastante cotidiano en él, pero no tanto como para no acordarse de aquella peculiar niña con la que se había topado la semana anterior. Lo cierto era que la idea de traer a una no tan pequeña niña a Green Gables la habían pensado y reflexionado durante semanas, pero con el fallecimiento de Michael Cuthbert el papeleo se atrasó.

Mientras que la mayoría de los adultos estaban escandalizados (de forma negativa) con aquella noticia, los jóvenes hijos de varios de ellos estaban ansiosos por conocer a esa famosa niña la cual su nombre rondaba por todo el pueblo, una nueva amiga no hacía mal a nadie, verdad?

 ⎯Cómo creen que sea?  ⎯seguía preguntando ansiosa la pequeña rubia del grupo de amigos haciendo que sus amigos ya perdieran aquella ilusión por tanta insistencia.

 ⎯No lo sé Ruby lo averiguarás mañana  ⎯Contestó en un revoleo de ojos la castaña Andrews la cual, aunque estaba feliz por conocer a alguien nuevo, ya estaba cansada de hablar siempre de lo mismo.

 ⎯No le hables así, sólo está ansiosa  ⎯defendió a la rubia Moody Spurgeon, quien recibió una sonrisa leve de agradecimiento por Ruby y una ceja encarnada por la castaña la cual, por cierto, ya sabía del amor notorio que tenía el castaño por la rubia.

Demasiado obvio para su gusto.

Cómo todos los días, se encontraban en la escuela tratando de prestar atención a aquella maestra tan pesada que ellos tenía, la profesora Blackmore puede ser buena para enseñar pero cuando intenta sacar charla o trata de ser simpática con sus alumnos, sus historias sobre su ex esposo solo aportan sueño a la situación.

Ya entendieron que su Edward era bastante vago y se ponía a tomar cervezas cada vez que podía señora bájele a la intensidad porfa.

Y qué podemos decir de Gilbert? Sus notas siguen intactas como siempre lo estuvieron gracias a su distinguida característica como lo es su inteligencia (entre muchas otras) pero en el tema de su alma gemela, todo era un difícil misterio por resolver. 

Los escritos raros y no entendibles en su brazo ya estaban desapareciendo, como que si fueran una herida cerrándose, pero lo raro fue que durante todo el día no había rastros de su alma gemela.

De un día a otro sus, al parecer, 'lastimaduras' bajaron su frecuencia y él solo se rindió en escribirle al seguir viendo cómo borraba sus mensajes. No sin antes dejarle un último escrito

"No entiendo qué quieres decir, si necesitas ayuda solo dime"

Sorpresa para él fue que, en las veinticuatro horas que había escrito aquel mensaje con su característica lapicera azul, nunca fue borrado.

 ⎯Y tú, Gilbert? Le has escrito?  ⎯lo sacó de sus pensamientos Ruby nuevamente, pero esta vez con una cara más preocupada.

Ya se encontraban en el receso escolar, dentro de una hora más o, mejor explicado, la clase de la señorita Stacy, ya se podrían ir de la escuela e ir a la laguna Barry, en la cual acordaron juntarse luego del colegio.

El tema de las almas gemelas surgió pero, entre ellos, Gilbert nunca prestó atención. Su mensaje seguía escrito ahí, pero por alguna razón, todavía no había recibido una respuesta o ni siquiera un borrón para quedarse seguro que la persona destinada a él estaba bien. Sus amigos todavía no cumplían su edad necesaria para averiguar quién era aquella persona, pero cierta rubia específica era la que más ansias tenía de conocer a su alma gemela, en especial esperando que sea aquel chico pelinegro que tenía en frente.

𝗥𝗢𝗝𝗢 𝗬 𝗔𝗭𝗨𝗟 | Shirbert [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora