Capítulo 1

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Lo bueno de estar enfermo es que sabes que tu vida no es larga y valoras más el tiempo con tu familia y con quienes te rodean.

—¡Vamos Samanta! — dijo mi padre

—¡Voy detrás de ti! — le digo con toda la calma del mundo, no quería que me presionara para llegar a clases.

Al llegar al colegio, él me abrazó, cada día que volvía a las instalaciones sentía que era como volver desde cero todo mi aprendizaje.

—Cuídate—dijo mi padre esperando que entrara a la escuela

Sentí como varios de mis amigos me veían tan cambiada, en especial el. Uno de mis amigos más importantes de la vida. Las cosas más extrañas de la vida es enamorarte de alguien que sabes que hagas lo que hagas siempre te verá como una amiga.

—Tomen asiento—dijo mi maestro

Me acomode junto a mis amigos y no dejaban de preguntarme, cómo me sentía, incluso esas preguntas hacían que yo me sintiera una total enferma frente a sus ojos.

—El día de hoy, deben de hacer una cartelera alusiva a la paz.

Mire a mis amigos con cierta expresión para que todos entendieran que haríamos juntos la cartelera, podía ver que cada compañero tenía su grupo de amigos, siempre había grupos más populares y los que no lo eran. Yo era del grupo de los que no éramos populares.

—¡Yo pondré los grupos! — dice el profesor.

En ese momento mi cara pasó de ser una niña buena, a una niña amargada, odiaba estar con otras personas que por el simple hecho de tener buena salud, se creían, más.

—La actividad deben entregarla antes de las 8:00 de la mañana— nos dice el docente

Todos asentimos e hicimos cada actividad, al final yo le entregué mis tareas pendientes al profesor.

—¿Por qué no viniste durante la semana pasada?

—Estoy enferma— le respondo.

—Quédese al final de clase

—Bueno—dije sonriendo

[Momentos Después]

Listo, los veré después de vacaciones. Ya pueden salir y se quedan Samanta y Julián. El profesor primero habló conmigo mientras que el chico se quedaba afuera.

—¿Por qué se salió?

—Su tema es más delicado

—Se ve perfectamente bien—dije

—No siempre alguien que se vea bien, lo esta

—Entiendo—dije

—Ya sabes, envíame los trabajos por correo.

—Muchas gracias—dije agarrando mis cosas y saliendo del salón

Al abrir la puerta del salón de clases él entró no me dijo nada solo me sonrió. —¿Te espero?—le dije a él

—No—dijo él cerrando las puertas

Saqué mi teléfono junto a los audífonos y me puse a escuchar música. No sé en qué momento recordé lo feliz que era antes, parecía que mi mente guardaba lindos recuerdos cubiertos de cajas preciosas. Me había perdido las últimas horas de clases por irme a caminar por todo el colegio. No tardó mucho para que mandasen a un chico a buscarme.

—Te estaba buscando—le dije a él

—¿Tu a mi?—dijo el

—Como me escondes ahora cosas—le dije

—Nunca te he escondido nada. No siempre las personas entienden lo que te pasa.

—Eres mi mejor amigo y vienes a decirme que no te entiendo—dijo enojada

—Si no mal recuerdo, cuando llegué aquí, odiabas porque estaba con otras chicas y no contigo. También porque me peleaba con quien me dijera cosas malas

—Pero cambiaste después. Y nunca supe porque—le dije

—Las noticias malas hacen cambiar a cualquiera

—Pero si fue así, entonces porqué dejaste de asistir a clase.

—¿Cuánto llevamos de amistad?

—Suficiente—dije frunciendo el ceño, pues durante nuestro recorrido de amigos jamás nos habíamos hecho esas preguntas y menos por querer reírnos o platicar de algo más serio.

—¡Recuerda!

—No me acuerdo— le digo

—Después dices que porque nunca te digo la verdad

—¿Qué dices?

—Siempre seremos un recuerdo vacío—dijo saliendo del instituto

—¡Espera!—dije

Nos detuvimos en una cafetería. Aparte de que iba apurado para llegar a su casa yo no podía ni respirar por ir detrás de él .

—¿Que?—dijo mirándome a los ojos

—Ya recuerdo. Llevamos 9 años de amigos. Desde tercero de primaria te conocí. Te gusta dibujar mucho y también hacer mucho deporte, en especial fútbol.

—Ahora te pregunto—¿Cuántas veces me has preguntado?¿Como estoy de salud? o ¿Sí volví a dibujar?, ¿si volví a practicar fútbol?

—A qué quieres llegar dije enfadada, ¿quieres pelear conmigo? ¿Por qué no tienes con quien  pelear en casa? —le dije

—Samanta, nunca te has preguntado por mis cicatrices.

—Cualquier persona las puede tener—dijo ella

—¿En la garganta?

—No quiero pelear—dijo ella 

—Siempre se trata de ti, solo te importa hablar de ti y que los demás te tengan, lastima. No se ni porque sigo siendo tu amigo

—Retira tus palabras—Ahora mismo—le dije

—No me disculpare contigo, quien deberá disculparse eres tu—dijo cruzado de brazos

Ni me había dado cuenta de que su padre estaba esperándolo en el auto, era aquí donde lo esperaban. Me dije a mi misma.

—¿Te vas?

—No quiero una amistad donde el tema principal sea solo de su vida—dijo este

Este comenzó a detenerse estaba intentando de respirar, de lo enojada que estaba no me había dado de cuenta de que su padre le había pasado la cánula y el cilindro de oxigeno. Me quedé mirándole porque el nunca me había dicho que estaba tan enfermo, para tener que usar respirador

—Julián—Perdón, tienes razón, nunca me he preocupado por ti.

—No me vengas con esas tonterías—dijo el

—Perdón.

—Si realmente me hubieras considerado tu amigo, por lo menos me hubieras saludado cuando nos vimos en el hospital. Seguiste de largo y yo como pendejo hablando bien de ti en la clínica. No creas que eras la única enferma en el mundo, incluso el que está más cerca de ti, es quien está más enfermo que tú.—dijo este subiéndose al auto

Me quede allí llorando como idiota. Porque a pesar de todo él también le faltaba conocerme. Incluso una amistad tan larga no determina que tan buen amigo seas

—¿Y tus gafas?—dijo un hombre acercándose a mi

—En la maleta—le dije a mi padre

—Por lo menos el sabe que sufres de ceguera facial

—El no sabe nada dé mí, ni tampoco yo de el—dije escondiéndome en los brazos de mi padre.

Continuará...


Hasta Que Nuestros Corazones Dejen De Latir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora