Mi nombre

25 9 1
                                    

3,2,1

Abrí el papelito con calma, no sé qué me emocionó más si su número de teléfono o su nombre. Después de tantas ocurrencias me había dado cuenta de que el mismo chico que había venido a verme era él. Mi plan era hacer las cosas como si no supiese nada de él. El tiempo transcurría muy rápido. Las estaciones del año no se tomaban ni una pausa. El frío era parte de toda Bogotá. Ahora ya entendía porque los latinoamericanos somos tan fríos de sentimientos

—Señorita Samantha

Mire por el vidrio a Lyly. Después de convivir en la misma habitación entendí que yo era buena hermana...su sonrisa era el destello de un girasol. Ella era tan pequeña que daban ganas de abrazarla y no dejar de hacerlo.

—Te invito un café.

Mi mayor deseo era verla sonreír. Reflexione tanto a su lado que ahora estoy convencida que ella sufría más.
Muchas veces nos convencemos de que los niños no entienden nada. Ellos saben más. Lo que pasa es que los ignoramos.

—¿Que te trae por acá?

—Bueno...Quise visitarte a tu trabajo. Por eso vine.

—¿Necesitas algo?

—Quiero invitarte a comer a mi casa. Mi hermano Omar prepara unas deliciosas tortas.

—Sabes que no soy buena para socializar. Deberías decirle a Julián

—Él no puede...Está saliendo con una chica.

—...Enserio Quién es?

—Yo sé la presente—dijo lyly

—Que bien es gustarle a alguien.

—Siempre que Julián se te acerca te haces la estúpida. —¿Te interesa?

—Obvio no.

—Entonces vallamos todos a cenar...

—Le diré a Santiago si desea acompañarnos

—¿El si existe?

—Si...solo que todavía no quiero presentarlo

—pero si son novios —¿Porque no te acompaña... siempre te veo sola?

—Él trabaja. Y como adultos debemos entender que ya no tenemos tiempo para una vida social

—¿Tu lo amas?

Me moleste, eran muchas preguntas insignificantes. Definitivamente lo bueno de ser adulto es que reconoces lo que haces bien y mal.

—¡Julián!

¡Ya deja de hablar de ese chico! —dije gritando

—¿Porque la gritas? —dijo el

—Tranquilo hermano. Tiene el periodo —dijo ella riéndose

Él se me acercó. El olor a colonia de hombre me gustaba en especial porque duraba más que el de mujer. Ahora sabía que antes en otro cuerpo, en otra vida, fui hombre. Sus ojos estaban hinchados, reconocí cuando alguien sufre por un amor no correspondido. Lo supe cuando su cara se arrugó como anciano y se encogió como un niño pequeño. El buscaba un refugio y yo buscaba un verano completo. Intente consolarlo, pero él se me alejaba.

—Yo pienso que hay algo mal conmigo. —dijo el

—Ella no era para ti.

—Al contrario, tu no eras para ella —responde Lyly

—Gracias a las dos por ser tan buenas conmigo. Lo aprecio de corazón.

Hubo un silencio incómodo. Cada uno estaba recreando historias en su mente. Elevó su rostro hacia atrás, estaba exhausto.

—¡Con Samantha estábamos pensando en ir a comer! Una especie de reunión

—¿Y quién irá, aparte de los tres?

—Nadie más, lo juro.

Mire mi reloj era tiempo de irme a trabajar. Ya no había espacio para los amigos. Y las relaciones que hubo una vez se perdían con el tiempo. Las ganas de ser un adolescente las añoraba más. Era duro crecer, era complicado permanecer despierto en esta vida llena de huecos.

—Déjala cerca a su casa—susurro Sam

En el día me costaba permanecer despierto. El sol y el cansancio se aparecían más en el día que en la noche. Largas horas de trabajo para ganar lo mismo. Turnos extra para no ver nada...De ahora en adelante me iba a dedicar más a mi crecimiento personal. Ya era insoportable preocuparse por la moral de otros. Era mi tiempo, era mi momento.

—¿Y mañana que harás?

—Trabajar

—¡Que aburrida es la vida adulta! —dijo ella

—Bueno. No podemos estar arrepintiendo nos por lo que nos pasa. Hay que avanzar...Y tu debes hacer lo mismo.

—Yo trato de unirte a ti y a Sam...pero ustedes no sé porque ya no se toman el tiempo ni para socializar

Llegué enferma a casa, los faroles irradiaban una tenue luciérnaga de diciembre. Los estándares de mi madre eran coloridos, un mueble verde era más común en estas épocas.

—Gracias por traerla—dijo Martha

Subí a mi cuarto dichosa por jugar con mis barbies. Nunca había tenido muñecos hombres. Por eso era raro que una muñeca se besara con otra. Así que decidí crear mis propios muñecos y mis propias historias.

—¿Eso parece un muñeco de brujería?...debes botarlo —dijo ella.

—Lo hice porque quiero que mis muñecas sean felices.

—Pero es escalofriante...Bótalo o yo lo haré por ti.

Me di cuenta de que cuando creces dejas de jugar, dejas de crear historias buenas y solo creas historias tristes. Empezando por esta razón es que nadie tiene la esperanza de ser feliz, de soñar...de luchar. Y nos abstenemos a lo que tenemos.

—¿Porque todas las mujeres terminamos solas?

Mi madre dejo de comer. Su mirada fue hacia mi hermano. Al menos el tenía más libertad y menos prejuicios sociales por ser hombre.

—Nadie lo sabe...Es el proceso de adaptarse.

—¿Y cuando te casaste eras consciente de la soledad?

—No...siempre pensé que estaría toda la vida con tu padre...pero no se dieron las cosas.

—Algo no entiendo...¿Si lo sabías porque te casaste?

—Porque uno piensa que haciendo las cosas como quieren los demás es lo que más funciona.

—Entonces...Jamás me casare.

—Lo sabrás cuando te enamores.

—¿Mi hermano se casará pronto?

Ambos rieron

—Hermana...me separé hace 2 años. Pero a pesar de eso respondo por mis hijos.

—¿Y nunca pensaste en luchar por tu familia?

—Ella, me fue infiel. Y no, me arrepiento de meterme y esperar muchas cosas de una persona como ella.

—Pensé que solo sufríamos las mujeres.

—No...hay hombres que permanecemos en pausa. Sanando, cerrando grandes heridas.

—¿Y porque tantas preguntas? —dijo mi madre.

—¡Es que hay personas que se extrañan, pero no saben cómo decirlo!

Continuará...

Hasta Que Nuestros Corazones Dejen De Latir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora