te odió

117 37 22
                                    

Las paredes sofocantes causantes de  la poca calefacción, el frío se apoderó de mí, mi cuerpo comenzó a temblar, mi ceja empezó a moverse, el estrés había llegado a su fin...síntomas de migraña había dicho la anciana del edificio. Comencé a sentirme agotada, mi enorme barriga salió afloté. Madres primerizas estaban junto a sus esposos, había una que sostenía a su esposo, sutilmente cogió su mano y la elevó a su enorme barriga, su hijo había acabado de lanzar una patada. Mire de reojo, y me di cuenta que entre tantas mujeres, solo había un esposo al lado de su mujer. Mujeres jóvenes era lo que se veía ahora, edades de 14 años hacia los 27. Ni más ni menos. Me encontré recargada al instante en el que llegó una chica para tener a su hijo, no se en que momento me había encontrado aquí, lo que sabía era que no quería ser madre. Al menos debí pensar antes, llega y tener que lidiar con Miles de agujas en mi cuerpo era fatal. No había tenido mi primer extracción de sangre y ahora debía hacerlo ¿Porque?. Para que tanta sangre, como si fuera a nacer Hulk o un vengador.

—¿Cuántos meses tienes?

—Tengo 4 ¿Y usted?

—9 meses.

—¿Y todavía no?

—Mi hija no quiere salir. Así que ya pasó la fecha de su nacimiento y me indujeron  para tenerla hoy

—¡Suerte!

Maldita suerte la mía, estar en situaciones como está sola, y no tener que aguantar humillaciones y maldiciones. Ese hombre que un día rogó amor eterno, aquel que un día prometió el cielo y la tierra, ese que un día decidió tener hijos y anda pidiéndole a la vida que sus hijos se mueran o peor aún que su esposa se muera.

—Yo estuve así como tu—dice mi abuela

—¿Sola?

—En parte si, este es un proceso para uno misma. Te hace darte cuenta de la transformación de la vida. Y que solo sientes tú, cualquier cosa.

—¿Mi abuelo se puso feliz cuando le dijiste que ibas a tener a mi padre?

—Al principio se molestó, me decía que yo debía cuidarme, me culpo siempre, y luego después cambio de opinión. Supongo que todos los hombres culpamos a la mujer, porque estamos acostumbrados a que ellas sepan hacer las cosas.

—¿Pensaste en abortar?

—Si, obvio. No quería ser mamá, no quería cambiar pañales, no quería que mis senos cambiarán de color y mi cuerpo igual. Y ya vendrán los críticos, diciéndome que eso me pasa por andar caliente. Pero nadie toma las mejores decisiones o sino dime¿Porque cuando una relación acaba, uno de ellos no hace nada para arreglar las cosas?

—Estoy muy nerviosa, la primer ecografía.

—Te vas a enamorar. Recuerda que te los dejo Julián.

—No es lo mismo, que te dejen algo y se vallan.

—¡Yo estoy aquí!

¡Señorita Samantha!

La enfermera se acercó para entrar me a la habitación. Sus preguntas eran simples. Llevaba poco tratando de asimilar que mi padre había muerto, mi hermano estaba en coma y mi madre había perdido a el bebé y vienen a preguntarme por todo.

¿Su esposo vendrá?

Mis ojos se cristalizaron al mismo tiempo que sentí mi estómago recogerse. Ni me di tiempo y ya me había vomitado.

—Esto suele pasar.

—Mi esposos falleció hace 5 meses.

—lo lamento mucho.

Ella siguió con su trabajo aplicandome gel, lo cual estaba muy frío

—¡Veo algo muy extraño aquí!

Se alejo para luego comprobar que todo estuviera bien. Mi corazón iba a mil y ni siquiera entendía cuál era la cabeza de mi pequeño.

—¡Señorita!

—¿Pasa algo malo?

—No. Usted va a tener mellizos.

Mi abuela abrió y entre cerró su boca. Ella había tenido una hermana pero había fallecido cuando nació lo cual entendía perfectamente que esto venía de herencia.

—¿Todavía no se sabe si serán niños o niñas?

—Estan dando la espalda, se esconden. Supongo que son iguales a sus padres

Mi rostro se acoplo en cuanto recibí la fotografía, tenía pensado hacer una libreta de mi embarazo completo.

—¿Se ve que serán dos niñas?

—Mija, sea mujer o hombre se deben amar por igual, sin tener esa competitividad que los hombres harán más cosas que la mujer.

—Si, es que aún tengo esas palabras de la enfermera.

—Por lo general cuando vienen dos fetos en la misma bolsa, no llegan a los 9 meses.

—¡Me da miedo que salgan enfermos!

—Todo saldrá bien, yo estoy aquí.

Camine suave por la calle, y entre los corredores de bolsa estaba ella ahí.

—¡Samantha!

—¡Hola!—dije acercándome a ella para abrazarla.

—¡Estás... embarazada...!— su cara impresionada me ocasionó una serie de estrés.

—¿De quién?

—¡Julián!

—Hay no...ese es más flojo. ¿Y que hizo cuando se enteró? ...me imagino que se desapareció en cuanto lo supo.

—...si, el mismo se enterró.—estaba tan molesta, las personas son tan chismosas, que en ocasiones es mejor evitarlas a toda costa.

—Eres muy buena haciendo bromas.

—Si, últimamente soy útil para eso.

Note de reojo que un profesor del colegio me estaba llamando, no se que cara hice, lo que sabía era que debía irme de allí.

—¡Sam!—decía el profesor

Fatal es querer correr y lo primero que se viene en frente es tu barriga. Me detuve al sentir las náuseas, en cuanto el se acercó me vomité. Ya no tenía ni fuerzas.

—Quiero hablar contigo

—Mire maestro, estoy embarazada, no hice nada de mi vida, y tampoco me casare con alguien de buenos modales. Ya no me presionen más.

—No, yo vine por otras cosas

—¿Que cosas?

—Julián, me dijo que viniera a darte unas cosas.

—¿A mí?

—Si, no las tengo aquí.

—¿En dónde están?

—En mi casa.

Sentí escalofríos en cuanto entre a su casa, el me acomodo la silla para después darme una lluvia de ideas.

—¿Lo hicieron en ética?

—Si, ábrelo.

Esperaba ver una caja llena de poemas o algo más romántico, pero en cuanto la abrí, sentí poca empatía por el.

¡Incluso de muerto me sigues jugando las cosas!¡Te odio Julián!

Continuará...

Hasta Que Nuestros Corazones Dejen De Latir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora