La boda

110 35 27
                                    

—Nos hemos despedido múltiples veces en diferentes lugares y cada vez siento que no puedo dejarte ir, tu siempre fuiste mi calma. Por eso no puedo dejarte ir.

—Yo también me decidí, estoy comprometida.

Los cristales de lo que un día fue, y no se pudo lograr, muchos estarían de acuerdo con la falta de madurez, ellos no eran inmaduros, estaba claro, sus corazones ya no estaban hechos para estar juntos, incluso obligando a ambos a quererse no se completaría nada. Ya no había algo que los mantuviera unidos, está vez ambos estaban en caminos opuestos.

—¡Amor!

—¡Si!

—Samantha está comprometida. Nos invitará a su boda.

—¡Que bien!

—Aunque ella es más joven que yo. Tiene 21 y ya se casara.

—Es la vida de ella, tu no le pediste permiso, entonces ella tampoco debe pedirte lo a ti.

—Tienes razón, pero...el no le conviene.

—Siempre quieres pensar por ella, déjala...¿Ok?

El acercamiento profundo del beso, las ganas de ambos ocasionó que estos juntaran sus cuerpos y sus manos se apropiaron de el. La pasión los invadió, y la espera los torturó. Reuniendo fuerzas, ambos juntaron sus bocas sudorosas. Olvidados por quien los mirase, solo lo llevaron acabo, después de tantos días desear ese momento, solo hubo palabras y promesas largas. Las luces deslumbraron el altar, llenos de fe y esperanza volvieron. A besarse una y otra vez con más pasión. Los padres de los esposos no dejaban de celebrar, el sol picante no ayudó mucho, y la lluvia no se veía venir. Interminables recuerdos memorables e insignificantes. Llorando la novia sostenía el gran ramo de flores, lo balanceo hacia atrás, y cuando lo soltó las doncellas corrieron por tomarlo, y una de ellas lo agarro.

—Eso no es justo—decian los invitados.

La celebración transcurrió con muchos bailes ceremoniales, algunos que otros regalos que les obsequiaron a los esposos. Y uno que otro baile inapropiado. El calor y la oscuridad no solo invadió a los padres y ancianos de la fiesta, también a los esposos.

Yo estaba mirando todo el desorden, un poco feliz y un tanto orgullosa. Y ahí empecé por arte de magia a llenarme de placer y admitir que sentía ganas de acostarme con alguien que no supiese quien fuera yo.

Los atardeceres que veía junto a ti, se desmoronaron, mis entrañas se encogen en cuanto contemplas a tu satélite, aplausos por montones y lágrimas de lamentos es lo que encuentras en las familias disfuncionales. Mi pulso se detuvo, que mal es ver feliz a otras personas, menos sentirse así. Detone en cuanto tu mirada me arrullo los pensamientos. Me resistí para no buscarte, y mírame, aquí estoy, quizás siguiéndote los pasos o haciendo uno que otro diferente. Abandoné mi orgullo y amor propio por ti, debí hacerle caso a mi madre. Siempre piensa en ti, porque todas las estrellas te abandonan por ellos. Y si tenías razón, culpamos a todos por lo que nos pasa, pero no nos damos cuenta que los culpables de nuestros impulsos, somos nosotros.

—Te quiero...arrullo era lo que quería, pero no en los brazos de el.

—¡Oye!—Ya estás casado y olvidas decirle eso a tu esposa.

—Yo le digo mejores cosas ...se acerca para susurrarme...en la cama.

—Si, espero no se te salga uno que otro nombre.

—Ya deje eso, solo ella.

—Todos dicen eso, después te veré en aplicaciones como Tinder, diciendo lo mal que estás..

—Yo no soy así.

—Ya debo irme—dije tomando mi bolsa

—Tan deprisa

—¡Toma!

—¿Que es?

—Abrelo en cuanto me valla.

—No...espera y vamos a tomar algo. ¿Vino?

—...es que...

Me interrumpió.

—Sino tomas ya no seré más tu amigo.

—...solo uno—ordene.

La noche transcurrió en las sábanas del pecado, primera vez que me tocaba alguien que no fuera yo. Las súplicas y palabras desconsoladas salieron aquella noche llena de tragos baratos.

—¡Te vez hermosa así desnuda!

El calor de las sábanas me invadieron, las caricias y manos pecadores divagaban en mi clítoris. Mis caderas temblorosas y arcajadas era lo que me excitaba. Olvide lo que estaba a mi alrededor, suspire en cuanto su miembro me derrumbó. Llena de deseo me hizo hacer cosas que no haría. Si al menos me hubieran dicho que ser tocada era otra cosa no hubiera esperado tanto a que esté momento pasará. Olvide que el estaba casado y yo comprometida, solo quería tener mi último momento a su lado

—Te...los orgasmos impedían terminan una estrofa. Sus venas brotadas y su cuerpo atlético me lleno de sabores exquisitos

—Quiero decirte 21 cosas que amo de ti—dijo el

—Y yo quiero decirte 25 cosas que odio de ti...

Mi respiración era acelerada, los suspiros de el me mantenían enérgica, esto le estaba gustando tanto como a mí. Y llegó el momento en el que me desahogue junto a el orgasmo.

Me levanté, para luego irme al baño, no se porque me había olvidado de que su esposa estaba en la habitación de al frente. Era mi último momento juntos. Y quería recordarlo.

—¡Julián!

Sali del baño y me dirigí hacia el, ya estaba roncando. Al menos me hubiera gustado tener platicas largas antes de ser desposada.

¡Ten lindos sueños!

Al otro día me levanté adolorida, el alcohol y los riesgos no fueron tan favorables. El una vez más se había ido, sin dejar al menos una carta de despedida o un mensaje. Mis ojos se cristalizaron en cuanto lo ví, irse y siempre abandonarme y volver conmigo para llenar sus vacíos.

—¡Hija!

Alberto se acercó a mi ansioso.

—¿Digame?

—Te casas y te vas a estudiar.

—Si, es una decisión muy importante.

—Quiero decirte que tú hubieras Sido una gran esposa para mi hijo. Eres muy valiosa, y se que es un poco estúpido decirte esto. Pero quién no supo ver lo que eres más allá de un lindo cuerpo, entonces nunca supo valorarte. Y ahora que serás esposa de alguien más, debes saber a lo que te enfrentarás.

—Se que es la última vez que lo veré señor Alberto y quiero agradecerle no solo por ser un gran padre para mí, sino por ser un gran padre  para todos sus hijos.

—Cuando te vallas a casar, recuerda invitarme, después de todo hubo una época en la que siempre estuve cuidándote.

—¡Alberto!

—¡Dígame!

—Si ama a mi madre, entonces no la deje ir, ella ganó la demanda, mi padre se divorciará de ella. Y se que es un poco irrespetuoso de mi parte, pero Olivia no le contará. El bebé que está esperando es de usted. Y no lo quiere abortar. Así que yo de usted iría a su trabajo e intentaría arreglar las cosas con ella. Sino lo hace ahora, entonces no se queje cuando ella se valla.

Continuará...

Hasta Que Nuestros Corazones Dejen De Latir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora