Mi destino

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El tenue rayo de sol destello mis ojos negros, recordé esa noche relámpagosa. El frío entro por mis leves pies, mi cuerpo empezó a congelarse.

—¿Estás bien?

Era la primera vez que me lo preguntaba una persona que no era parte de mi familia, no era mi madre, ni mi padre. Era Julián...desde hay supe que no quería ver otros ojos que no fueran los de el.

—¡Gracias!

—¿De que?—dijo el

—Por preguntar...es la primera persona que me lo dice.

—...Aún no me contestas... ¿Estás bien?

—Si...Odio el clima de Bogotá.

—No eres la única...Detesto cuando llueve

—Aquí siempre llueve—dije riéndome.

Sus ojos eran cafés claros...a pesar de no ser un chico atlético era muy inteligente y sabio. Fue con el único hombre que había tenido una larga charla, después de mi padre.

—¡Me llamo! ...interrumpí.

—No hay necesidad de que sepamos nuestros nombres. Estaré bien si seguimos así.

—¿No te intriga como me llamo?

—No...porque algún día lo sabré y si no me gusta lo diré. —sonreí avergonzada.

—¿Y cuándo llegaste a la ciudad?

—Siempre he vivido aquí. Yo vivo en el norte...pero nos mudaremos al sur.

—¿Y por qué?

—¿Porque qué?

—Pues...porque se van a mudar al sur...me parece que es mejor vivir en el norte. Más facilidad de transporte...

—Mi madre falleció...Así que mi padre no soporta vivir en la misma casa...y en la misma cama donde la encontró muerta.

—Mis condolencias—lo abrase

—Eres la primera que me lo dice...con mis hermanos no tenemos buena relación...y mi padre tiene depresión.

—Te entiendo...No he perdido un ser amado, pero si he perdido cosas valiosas.

—Eres mala—dijo el mirándome

—¿Y ahora que hice?

—Quiero saber tu nombre... Y no me lo quieres decir... ¿Al caso es muy feo?

—No hay necesidad de saberlo.

—Pero, yo quiero saberlo.

—¿Y porque tanta insistidera?

—Porqué quizás sea la última vez que nos veamos en esta situación...y al menos tendré la certeza que quien me abraso...me conoce.

—Ya después...algo me dice que nos vamos a estar viendo aquí.

—¿Usas alguna red social?

—No...me gusta leer, y tengo un blog...no es muy visto. Pero puedes verlo.

—No me gusta leer...ni tampoco cantar.

—Bueno...solo es verlo. Nada más.

—Tienes 2 minutos.

Me dejó su teléfono en la cama mientras iba al baño. Se cruzó de brazos cuando se dio cuenta que si tenía un celular.

—¿Y no me quieres dar tu teléfono?

—Mi padre se pondrá celoso si me ve hablando con un chico en persona que será en Facebook y otra red.

—Te escribiré para que me enseñes los lugares que más te gustan de la ciudad.

—Bueno

—Y cuando tengas tiempo, un café...claro si no tienes novio...no quiero problemas.

—¡Ya!

Un señor barbudo entro a la habitación, estaba buscándolo...No era ni muy alto ni muy bajo. Le colocaba unos 176 de altura.

—¡Ya debemos irnos!

—¡Por cierto, él es mi padre Alberto! —Te dejo mi número y mi nombre...Abre este papelito cuando me necesites—dijo el.

Estuve todo el día con el presentimiento de que alguien vendría, ojalá fueran mis abuelos. Pero no, venía aquí por no quedarme en casa peleando...la mejor terapia para superar cualquier cosa es estar ausente para todos.

—Mañana podrás ir al colegio—dijo la enfermera.

Estaba alegre por superar estos traumas de la adolescencia y de mi niñez. El primer trauma que cualquier persona debió vivir fue al abandono. Contenta por guardar mis cosas me detuvieron...no quería estar aquí, pero tampoco podía abandonarlo todo. 

—¿Quién me viene a recoger?

—Ninguno de tus parientes contesto mis llamadas. Debes irte sola.

Suspire en cuanto me lo dijo...la impotencia de querer abrirme con alguien me hacía decir cosas que no quería de mis padres. Pero mi única amiga sostenía mi mano cuando nadie, lo hacía.

Un número desconocido llamaba. Había olvidado que alguien que no conocía tenía registrado mi número en su celular. Me llene de valor para contestar.

—¿Quién es?

—Soy el chico que te ayudo con tus libros.

—Aya... ¿Porque me llamo? ¿Le pasó algo malo?

—Porque quería llamarte...no me digas que tienes horarios de atención —dijo riéndose.

—No...es que hace 2 horas te fuiste y se me hizo extraño que me llamarán.

—Vivo cerca, así que no tarde. Ahora mismo podría ir a dónde estés...soy el chico de los favores.

—¿De los favores?

—Si, a todo el mundo le hago favores y cuando yo los necesito. Todo el mundo me da la espalda.

—Yo soy la chica...la verdad no sé ni quién soy.

—Algún día lo sabrás.

Su celular había timbrado. No había saldo, colgó y luego desde ese día no supe nada más de el.

15 de julio del 2010

Flashback

¡Necesita oxígeno! —¡Lo estamos perdiendo!

La noche apareció como un recuerdo borroso. Mis gafas se empaparon, no veía nada. Me las quite para poder descansar. Nuevamente estaba llorando. Dicen que a veces no lloramos por lo que está pasando sino muchas veces son por otras cosas. Pero yo sabía porque lloraba. La presión en mi pecho me sofocaba, quería salir. Los exámenes habían salido positivos. Me negué en aceptarlo, mis noticias no eran alentadoras.

—¿Yo estoy aquí?

Me di vuelta para mirar al hombre, era Mauricio. Su cabello estaba más largo de lo normal. Se había quedado sin barba después de quemarse con aceite. Desde ahí ya no le había crecido pelo.

—Lo siento—dije apenada.

—¿Porque siempre te disculpas?

—Te hice venir.

Un chico paso horas después, me quedé mirándolo un par de segundos. Mi mano estaba elevada, mis gafas no estaban. Así que no podía saber si ese chico era Santiago o el chico desconocido de aquella noche relámpagosa.

El se me acercó lo suficiente. Era la segunda vez que me dejaba un papelito con su nombre. Yo esperaba que fuera Santiago...lo detuve tomando su mano y este se me acercó a mi oreja.

¡Ten linda noche, Sam!

Continuará...

Hasta Que Nuestros Corazones Dejen De Latir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora