Encuentro

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Era una noche donde el granizo rompía paredes, oídos y tejas. Me acosté mientras escampaba. Rodé los ojos cuando ella estaba haciendo aseo. Éramos jóvenes, no soportaba verla inquieta. Era cierto. No sabíamos del dolor, solo del amor. A penas ella estaba olvidando a su ex amor. Y yo apenas me acoplaba a vivir con ella.

—¡Déjame!—dijo ella llorando.

Muchas veces me había tratado de confiar las cosas. Me alteraba cuando sabía nuevas cosas de ella. Por eso no le pedí que me contará sobre sus ex amores o sus sexualidad...me equivoqué...todo se necesitaba decir.

—¿Que voy hacer ahora?—¡No quiero tener este bebé!—dijo ella

Ojalá de hombres tuviéramos un poco de valor al decirle las cosas a ellas. No podía sostener una afirmación sin saber cómo se sentía ella.

—¡Vamos a salir de esta!—fue lo único que pude pronunciar esa noche. ¿Olivia esperaba un poco más de mi?¿O yo era quien no esperaba nada de mi existencia?

—¡Lo estuve pensando!—¡Quiero abortar!

Era una época que hacerlo era ilegal incluso deshonra. Me cansé de pedirle que no lo hiciera. Pero sabía que ella era dueña de su vida. Y yo solo era su proveedor.

—¡Después de esto, por favor no hijos!

Meses después la noticia llegó a los oídos de mi madre. Ya era tarde, ellos querían ser abuelos, y yo no quería ser padre.

—¡Es una niña!—murmuro el doctor

Olivia no mostraba ningún signo de felicidad, estaba molesta...al menos esperaba que no tuviera rencor conmigo. Sus ojos estaban fijados en la pantalla. Empezó a llorar desesperada.

—¡Tranquila!

—¡No quiero ser mamá!—preferiria que otra mujer que no pueda. Pero porque para los que no quieren es cuando son más fértiles.

—Pues...Ya no puede abortar

—Lo se...tomo una hoja de papel y se limpio el gel.

—Segun su expediente aborto 2 veces. Permítase la oportunidad de tener hijos.

En esos tiempos era más complicado protegerse. Algunos métodos eran efectivos, pero ninguno garantizaba el 100%. Mi esposa batallo durante años por encontrar el método anticonceptivo adecuado. Algunos la hicieron engordar más, quitar su menstruación y hasta el punto de salirle quistes en los senos. La medicina no mejoraba, empeoraba.

—¡Tiene 4 meses!

No se notaba, aún así me sentí suficiente en su embarazo. No había día o noche que necesitara de mi. Se ponía más amorosa y un poco delicada. Mi parte más favorita fue verla con su barriguita. Antes de tiempo compramos la pañalera. Mis padres le obsequiaron unas cobijas.

—¡Estoy muy gorda!

Las estrías la volvieron insegura, al menos esperaba que con el tiempo se quitarán. No le gustaba su cuerpo lleno de cicatrices.

Una noche decidí hacerle el amor, cuentos chinos que las mujeres no tienen ganas cuando están embarazadas. Lo bueno de esto. Yo contaba con fortuna.

—¡Se movió!—me interrumpió.

Para mí el amor, se basaba en apapachar a la otra persona. Quería hacerla sentir mía. Además pronto conoceríamos a Samantha. Largos meses pensando en su nombre, pretendíamos ponerle, Camila, Fabiola o incluso Clara. Pero Samantha era más hermoso de pronunciar. Y la idea de ponérselo era para que la recordara todo el mundo.

—Mañana es la última cita!—dijo acostándose.

—Hay sufriente. Y ya está el ahorro para la universidad y la colegiatura.

—Queda una semana y llega. ¿Estás preparado?

—Lo estoy.

Las cosas estaban planeadas, ninguno dejaría de hacer las cosas que le gustaban. Ella estudiaría en la mañana y yo trabajaría en la noche. Incluso así con hijos habíamos podido.

—¡De hecho la bebé ya está acomodada!

—¿Cuánto está pesando?

—3600.—parece mucho pero cuando salga perderá peso.

—¿Ya nos podemos ir?

—Necesito que llene estos papeles. Debemos estar seguros que no sufra nada. Así evitaremos cesaría.

—Bien.

El colapso mental llegó a las paredes de mi casa, el chillido de un gato. Así lloraban los bebés, como gatos. 4 veces que me levanté, y en todas esas no sabía que hacía. Mi esposo debía irse a trabajar a la mañana siguiente. El se quejo, pero no hizo nada para ayudar. ¡Que fácil es ser hombre!

¡Cálmate Sam!

Nada funcionó. La noche entera me la pasé son ella. Según dicen los niños se calman al escuchar el latido de la madre, ella se calmo con solo unir nuestros pechos.

—¡Te amo!—dijo el.

Toda la mañana estuve despierta, cuando uno es madre entiende que sufre de sonámbulo. Eso ya debería estar catalogado, porque ni las pastillas pueden servirnos. Todo nos despierta.

—Nos vemos dentro de 8 días!

Mauricio se la pasaba dando clases en pueblos así que la mayoría de tiempo, viajaba. Sus padres se habían divorciado. Así que el estaba en el dilema del olvido. Estaba recentido

—¡Cuídate!

Largo tiempo paso, en la lejanía de nuestra casa, llegó una mujer alta y rubia. Sus ojos eran verdes como un árbol, estaba embarazada y lloraba.

—¿Quien es usted?

—¿Dónde está Mauricio?

—¿Usted conoce a mi esposo?

—Si...Estoy esperando un hijo de el. Me prometió que nos casaríamos

—¿Que?—¿Mentira?

—Lo tendré dentro de poco, así que por favor deme permiso.

Entro a la casa y se apropió de mi ropa, de mi closet, la casa, y pasamos de ser una familia de 3 a una de 5. Y yo era su concubina. Tarde tiempo para entender que ella robo lo que más quería. Y con ello me di cuenta que debía de hacer algo por mis hijos.

—¡Julián!

Aquí estaba tratando de evitar que mi hija amara su hermanastro. Después de todo Alberto no le importo los hijos que ella tenía fuera del matrimonio, solo quería amor.

—¡Me bese con Julián!

—Samantha... Ese chico no te conviene.

—Algun día verás que si. Nuestra vida es una mapa, sin importar los continentes que se separen. Siempre habrá uno que estara forzado.

—Y es por esa razón que como tu madre te aconsejo las cosas. Una madre siempre sabrá quién es mejor para sus hijos. Porque todos merecemos cosas mejores.

—¡Algún día quiero un amor como el tuyo y papá!

Continuará...

Hasta Que Nuestros Corazones Dejen De Latir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora