一¿Mami? 一Un Kenma de ocho años se asomaba por la ventana después de que el fuerte sonido de un camión de mudanza, llamara su atención.
一¿Sí, mi amor?
Su madre y él acomodaba su habitación y sus juegos一más bien la mayor lo hacía y Kenna chismoseaba.
Su madre se acercó a dónde el pequeño se hallaba sentado y acomodando un poco la cortina se dispuso a ver también.
一¿Qué están haciendo? 一preguntó señalando hacia la casa del frente. Kenma rara vez mostraba interés por las cosas, así que decir que su madre estaba sorprendida era poco.
Más tarde descubriría el porqué.
一Se están mudando, Kenma. Tenemos nuevos vecinos. 一murmuró con una voz tan tranquila, entretanto acariciaba los cabellos de su hijo一. Debemos cocinar algo.
一¿Para qué? 一La miró con confusión.
一Para darles a entender que son bienvenidos, cielo. 一Kenma miró una vez más hacia abajo y pudo divisar una figura humana más pequeña, sentada en el porche de la casa a la que ahora se mudaban, aparentemente.
Sus ojos brillaron un poco. Al vivir en una zona residencial retirada un tanto de la ciudad 一es decir, a 30 minutos de Tokio一, la mayoría de personas que podrías encontrar eran ancianos, cuyas orejas y mejillas colgaban por el peso de las risas y llantos, y los cuales hacían de niñera de Kenma de vez en cuando, quedándose dormidos en el sofa.
Su madre notó aquello y una pequeña sonrisa se instaló en sus labios.
一¡Oh! -exclamó con sorpresa. Como si no se hubiera dado cuenta antes y asustando a Kenna en el proceso- Tienen un niño. 一Kenma asintió一. Pueden ser amigos, ¿no?
El más pequeño de los Kozume no dijo nada y digamos que su madre no se lo tomó como un sí, pero tampoco como un no.
No era secreto federal el hecho de que Kenma pasaba malos ratos cuando de socializar se trataba, el prefería estar en su consola y aislarse del mundo antes de tener que hablar con algún compañero de clases e incluso evadía a los maestros, en especial a esos que les encantaba 一y al parecer tenían como propósito de vida一 poner trabajos en grupos que Kenma hacía sólo, sin importarle nada.
Su madre vió la posibilidad de que un milagro ocurriera y el pequeño chico que estaba sentado a una calle de ellos, pudiese ser el primer amigo de Kenma.
Así que sin perder tiempo, se puso manos a la obra y confeccionó la mejor tarta de arándanos que hasta el momento horneo y con Kenma de la mano y su esposo detrás, se acercaron a la casa del frente.
Tres golpes en la puerta fueron lo único que necesitaron para que una pequeña figura les abriera.
Los ojos dorados del pequeño vecino repararon en el rostro amable de la señora Kozume, después se desviaron al señor y por último se posaron en las facciones de Kenma.
Cabe decir que abrió varias veces la boca y ninguna palabra salía de sus labios, por lo que rápidamente bajó la cabeza y enseguida, su madre se acercó hacia donde estaba su hijo.
Tetsurō no perdió el tiempo escondiéndose detrás de la pierna de su mamá para tener su mini ataque de pánico en un lugar más seguro.
Kenma le pareció que el chico era gracioso. Desde su cabello hasta la timidez que sobrepasaba la propia en todas las formas.

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ʀᴀᴍÉ |ᴋᴜʀᴏᴋᴇɴ|~ •ʜᴀɪᴋʏᴜᴜ!•
Fiksi PenggemarSu relación era una bobería, ni siquiera eran capaces de reconocer los sentimientos ajenos y ambos se sentían como en una bizarra comedia romántica. Sin embargo, ninguno la cambiaría por nada, porque de una manera u otra era suficiente por el simp...