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Ató sus zapatillas y salió a correr tratando de despejar su mente del terrible estrés que llevaba sintiendo en el último mes.

Y es que por mucho que Tetsurō quisiera que la decisión no le afectará, le era muy díficil abandonar un estilo de vida que había tomado desde pequeño.

Además, los papeles que le exigía la universidad eran difíciles de conseguir, en especial porque la secretaria encargada de generar aquellos preciados documentos era un perezoso en su máxima expresión, y no, a Kuro no le gustaba molestar o señalar a la gente pero es que en verdad que no tenía ni idea de porque demoraban un mes haciéndole un jodido certificado; ¡A Yaku se lo entregaron al día siguiente al que lo solicitó!

Y ojalá ese fuera el único asunto que le tenía los pelos de punta a parte de la almohada.

Recordó la noche anterior y no pudo evitar ser casi atropellado por una motocicleta que iba a altas velocidades por la autopista donde solía salir a trotar antes de alistarse para ir a estudiar.

Primero pensó que había soñado, pero luego todo se volvió más real cuando la lengua del teñido se había abierto paso entre sus labios, sin previo aviso.

Pero eso no era lo que le estresaba— por el contrario aquello le relajaba y le hacía volar entre las nubes—, lo que le molestaba y tensionada sus pobres músculos era la exigencia académica sumada a la del club.

Por supuesto, solo a él se lo ocurría aplicar para un torneo nacional en víspera de exámenes finales y de admisión. ¿Qué acaso estaba loco?

Bueno de eso no tenía duda alguna... Siempre supo que le faltaba un tornillo por ahí.

Pero de todas maneras, lo que importaba era que por todo el cansancio acumulado, arruinó la noche de su desfloración.

Se durmió encima de Kenma.

Su teléfono vibro y divisó el nombre de Bokuto. No dudó en responder a la llamada del búho idiota que tenía por mejor amigo, pero vaya que se arrepintió cuando era obvio que este había llamado solo para cumplir con su parte del Plan Cupido diseñado por el cerdo que tenía por líbero.

Rápidamente lo mando a dormir y le colgó, lo único que le faltaba era a Bokuro metiéndose en los planes de Yaku, pues ahí sí que sería un completo desastre.

¿Por qué mierda habían pensado que trabajar juntos era buena idea o que crear esa estupidez lo era?

Ni Tetsurō ni Kenma tenían la respuesta a eso y poco les importaba la verdad, ambos tenían el cerebro en otras cosas— algunas que les hacían babear y otras llorar—, pero la única razón detrás del establecimiento del plan era las ganas que se traía Yaku de molestar a Kuro con lo único que parecía importarle realmente y vaya que lo sacaba de sus casillas a veces, empero el líbero no había hecho nada tan extravagante como cuando intento unir a Nishinoya y Asahi, pobres cuervitos siendo presa de un pequeño y agresivo gato.

Luego el embrollo con Kenma lo tenía un tanto desubicado, pues alguna vez creyó tener oportunidad pero ahora dudaba de las intenciones del teñido, es decir, ¿Le gustaba? ¿O tan solo quería experimentar con él?

¿Cómo carajos se suponía que lo sabría? Él era malo leyendo las actitudes ocultas de Kozume—, especialmente porque este las escondía demasiado bien; ver a través de la coraza del rubio era todo un desafío, uno del que nunca se cansaría, pero que de igual manera no llevaba a ningún lugar.

El entendía bien a Kenma— o parecía hacerlo antes— y ahora no tenía ni idea de que pensar o que hacer o si debería realizar alguna acción en el primer lugar.

Sus hombros pesaban por la cantidad de proyectos escolares que debía entregar en la última semana y que por no poder dormir, adelantó gran parte de ellos en una noche.

Suspiró intentando controlar la cantidad de oxígeno que llegaba a sus pulmones, pues de sentía ahogado y no sabía si era po la falta de aire que le provocaba el ejercicio o porque estaba a punto de hacer una falla cardíaca por estrés emocional.

Una punzada de ansiedad atravesó su pecho: ¿realmente estaba tomando la decisión adecuada para su futuro?

No mentiría, gracias a la insistencia de Kenma en el tema, estaba teniendo dudas que le hacían temblar sus largas piernas.

¿Qué tal si Kenma tenía razón?

¿Qué pasaría si Kuroo estuviera tomando el camino equivoco al elegir una carrera de economía por encima del deporte?

¿A caso estaba tan mal no querer continuar jugando como un profesional?

El tomaba en cuenta su otro sueño, el sueño de su madre y por encima de todo, quería asumir otro reto. Aa
pesar de que le dolía tomar la desición y el motivo de ello aún no estaba claro.

Pues aunque sabía que en parte de debía a su difunta madre, la mitad de ese dolor no tenía idea de dónde provenía.

Ese dolor y esa incógnita, también le hacía dudar.

Cuando regresó pudo notar la ventana de Kenma abierta y la luz de su consola iluminando débilmente la habitación, tiró un par de piedras hasta que el rubio se asomó y cerró la ventana sacándole el dedo de la mitad.

Kuro sólo quería un abrazo.

Río amargamente.

Quería que Kenma le apoyará en ese instante porque— no sabía la razón— se sentía solo y débil.

Quizá quería que le dijeran que estaba tomando la decisión correcta, que tener dudas era normal al igual que el miedo y que si el reto no le hacía temblar, no le hacía cambiar su perspectiva ni evolucionar; no valía la pena.

Y apesar de que su padre había expresado múltiples veces el orgullo que sentía hacía su único hijo, no era suficiente te para el pelinegro. Y no quería admitirlo tampoco.

Se dió media vuelta destinandose a entrar en su hogar cuando una mano más pequeña se coló entre su izquierda. Se sorprendió, Kenma había salido, había dejado su juego aún lado y había bajado a prestarle atención.

¿Se iba a morir acaso? ¿Era el apocalipsis? ¿Pandemia? ¿Algo?

Kenma conocía muy bien a Tetsurō y lo podía leer cómo un libro abierto la mayoría de veces, en especial cuando el miedo se apoderaba de él.

Pues Kozume comprendí a muy bien cuánto y cómo te podía manejar esa emoción tan aberrante.

Sabía que el pelinegro tenía dudas y era normal, después de todo era su futuro el que pendía de una decisión difícil y como el ya había manifestado— no a voz viva—, Kuro era quien tenía la mejor respuesta para su destino, nadie más debía decirle que hacer o no hacer.

Apretó un poco la mano mientras bajaba su teñida cabellera rubia, haciéndole saber que si se equivocaba en esto, podía volver a empezar algo nuevo y el estaría allí para apoyarle al igual que su familia. No debía temer, y en especial no debía acobardarse de sus dudas, debía, por el contrario, aceptarlas como parte de sí y seguir adelante con ellas.

Y por supuesto con el pequeño colocador de la mano.

Apoyó su cabeza entre la espalda sudada y asquerosa de Kuro y se quedó por unos momentos ahí afuera con él, hasta que el agarre fue correspondido y fue arrastrado a dentro de la residencia vecina con una estruendosa carcajada que jamás se cansaría de escuchar y hacerle loops de una hora.

ʀᴀᴍÉ |ᴋᴜʀᴏᴋᴇɴ|~ •ʜᴀɪᴋʏᴜᴜ!•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora