━━ oo.EXORDIO

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DROSSEL, UN APELLIDO PERDIDO Y OLVIDADO CON EL TIEMPO, fue una familia de sangre noble corriendo en sus venas con un temple de hielo y la voluntad como el acero más endurecido. Caballeros. Escuderos. Guardianes. Su época glorificada nació a raíz de su primo lejano de apellido Tybur cuando el Imperio Eldiano reinaba sobre la faz de la tierra, el clan Drossel se halló comprometido para cumplir el pactó secreto entre los Tybur y el rey 145° Karl Fritz para destituirlo del control que sus antepasados impusieron en todo el mundo. Bajo el seudónimo de un héroe falso nombrado Heloslos Drossel se convirtieron en la bandera blanca que los Tybur agitaron al finalizar la gran guerra de los titanes. Siete de los nueve poderes titanes serían entregados al gobierno de Marley y el rey Fritz desaparecería de los ojos del mundo hacia una isla desolada donde juró morir allí con toda su gente.

El pasado desde ese momento se convertiría en una pesadilla, el presente en una nueva oportunidad y el futuro sería un regalo valioso que ya no les sería arrebatado a ningún país más.

La familia Tybur proclamada como los héroes que dieron fin a la tiranía de los eldianos guardarían el poder de Warhammer, el titán Martillo de Guerra, para no ser liberado nunca más y con un solemne voto a permanecer fuera de cualquier futuro conflicto bélico. Mientras la familia Drossel los seguiría en silencio hacia el país de Marley escondiéndose en las sombras para brindarles su fiel protección.

Por siempre.

¿PARA SIEMPRE? ES DEMASIADO TIEMPO, el día que la mente de una joven mujer dio a nacer ese sinuoso y ordinario pensamiento sería aquella que daría un cierre distinto a la historia derribando la corona de los Tybur.

Helena Isaura Drossel, una de las últimas descendientes féminas del ocultó clan decidió lo impensable en el año 819, mientras una mañana donde ella cruzaba los amplios pasillos de la mansión de los aristócratas y sus parientes lejanos, observó al señor Bill Tybur cogiendo del asa su taza de té junto a su esposa, disfrutando del desayunó en el jardín trasero y sus dos hijos, Lara y Willy correteando en los alrededores.

Las sonrisas de goce, esas risas de los infantes y el chasquido breve de las cucharas pequeñas al revolver el líquido de hierbas con azúcar, todo podía escucharlo con claridad y el zumbido de su corazón agitándose cuál alas de colibrí desesperado por alzar el vuelo hacia las nubes. La señora Tybur sonriente bebió de su té, Bill Tybur platicaba con gracia sus vivencias del día a día y los niños enérgicos no cesaban su ruidosa competencia por atrapar al otro entre risas adorables. Las pequeñas pisadas en el césped cortado, el tintineo de la joyería de la señora y la voz grave pero serena del señor, todo continuó haciendo eco a sus oídos. Su corazón acelerando su ritmo con cada segundo trascurrido en la nada y una gota de sudor emanó de su frente sutilmente junto a unos silenciosos jadeos que iban en aumentó por tener control.

Parpadeó y retiró su fija mirada de la escena tan dulcemente empalagosa. Helena se plantó otros segundos para tranquilizarse, para amainar los latidos en su pecho y recuperar el aliento antes de partir del corredor en búsqueda del propósito, su objetivo.

Los pasos de Helena ni siquiera se oyeron, ella caminó al interior de la mansión sobre alfombras costosas y suelos pulcros de cerámica pintada. No atrajo la atención de la servidumbre, el ama de llaves o los cocineros. Su presencia era habitual, era rigurosa por su trabajo de vigilancia, pero era ignorada. No era una igual a pesar de pertenecer a la familia. Eran sombras, solo escudos u armas en casos necesarios. La necesidad de educación o cortesía ya no era bien merecida a los Drossel, el reconocimiento nulo, la libertad de elegir perdida y sus derechos doblegados para ser nada más que serviciales.

Esclavos.

Helena Drossel volvió a llenarse de coraje al tomar ese pensamiento recordando la inmundicia que debío sobrevivir su sangre, su verdadera familia para no hallarse en la decadencia de ser señalados como demonios eldianos. Todo por apariencias, por proteger una dinastía que jamás nadie recordaría alguna vez. Era un deseó inútil, un poder maldito y estaba harta de sentirse como tal. Porqué hoy, Helena Isaura Drossel aceptaría la lucha que su gente jamás debió dejarse perder, la batalla por la que ellos no tuvieron que sangrar y llorar, la guerra que debieron plantarse ante esas alimañas.

Hoy la corona se teñira de rojo.

La joven mujer de largos rizos color ébano irrumpió en la oficina del primogénito mayor de la familia, Adler Evans Tybur. Aquel joven de penetrantes ojos celestes se giró en tornó a la esbelta mujer de dura vestimenta formal y dejó caer los papeles de su mano izquierda sobre el escritorio. Helena cerró la puerta a sus espaldas y el joven dibujó un caminó hacia ella con una sonrisa ladeada.

Al llegar a extender sus manos y poder tocarse, Adler Tybur la acarició tiernamente las mejillas aproximando sus rostros y Helena cerró los ojos por unos segundos, dejándose llevar por ese bello tacto y al abrirlos nuevamente se impulsó hacia adelante para tocar sus labios con los suyos. Y besarlo con la fiereza que ardía en su cuerpo.

Te extrañó, necesitó y amo; todas esas palabras que alguna vez se dedicaron debían quedarse atrás. Tenían que morir como este sentimiento justo ahora. Porqué ya nada valdría la justo pena más que su añorada libertad, su propia vida. Ella debía hacerlo, ya estaba decidido. Encuentrame está noche en los cobertizos. Fue su mensaje luego de rendirse por última vez a sus sentimientos por Adler Evans Tybur.

Una Drossel y un Tybur jamás verían la luz más allá que la de una habitación a puertas y ventanas cerradas, para nunca nadie sepa lo que ocurre entre esas cuatro paredes. Para que nada salga de esas frías paredes.

La mencionada llegaba del joven primogénito Tybur a medianoche no se hizo esperar. El chico era honesto con respecto a sus sentimientos, le sería fiel, pero también era demasiado ingenuo si creía que todo cuento de hadas podía volverse realidad. Su familia lo alejarian de la Drossel y a ella la desaparecerían de sus ojos. Eso lamentablemente ignoraba que pasaría, pero Helena no. Ella sabía lo que deparaba y también su porvenir.

Uno de los caballos de pelaje blanco con dos manchas marrones relincho cerca de Adler, el joven se sobresalto y luego notó la inquietud del animal al percibir a Helena saliendo del mismo lugar con la correa del semental en su muñeca derecha.

¿Recuerdas cuándo te dije que te quería más que a nada? Helena formuló neutral su pregunta en un susurro que ni siquiera el viento sopló al cielo para esa noche de niebla. Mentí. Susurró y Adler no fue capaz de reaccionar mientras ella avanzó tenaz dándole un golpe que lo empujó a la oscuridad. Una, dónde se halló a si mismo encerrado por siempre cuándo creyó alcanzar la visibilidad nuevamente y lo que encontró solo fue su muerte pintada en los dientes de un monstruo que abrió sus mandíbulas para devorarlo horrorosamente al final.


















Te mentí, porqué
si hay algo que quiero
más que a nada,
incluso por sobre ti.

Mi libertad.




























































KINGSLAYER
—eren jaeger fanfiction
2021©

𝐊𝐈𝐍𝐆𝐒𝐋𝐀𝐘𝐄𝐑 ━━𝐞𝐫𝐞𝐧 𝐣𝐚𝐞𝐠𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora