ꜥꜤ Capítulo❛ VIII

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La primera vez que lo extrañó, fue cuando él no estuvo para contarle aquellos cuentos en su hora de dormir. Observó el vacío de su presencia con un miedo que presionaba fuertemente sobre su pecho.

Quizás llegará, en cualquier momento podría verlo entrar por esa puerta y caminar con su bella sonrisa hacia su cama, tomaría asiento a su lado y contaría con cada extraño detalle sus inventadas historias tan increíbles y lejos de buscar entenderlas, siempre la hicieron viajar tan alto como volaría un cardenal. Hallando más colores y luz de la que alimentaba sus días.

Sin embargo la realidad era muy diferente y cruel, fue en el comienzo de esa misma noche que la pequeña niña no durmió, separó sus labios y gritó rompiendo en llanto, tan alto y fuerte para herir aquel silencio sepulcral que dejaba su ausencia.

¡¡Papá!! ¡¡Papá!! ¡¡Papá!!

Ahogando su corazón, la tristeza trazó su dañino paso a través de ella y no se detuvo, llamando por él con todas sus fuerzas deseó haberse podido ir de su mano junto a él. Hacia donde quiera que esté, ha donde sea qué este mundo lo haya llevado, ella quería que regresará o alcanzarlo.

¡Feyre!

Su madre apareció en la habitación inundada por los lastimeros llantos ruidosos de su hija. La mujer con un semblante más que desconocido para la menor, indescifrable, a zancadas se acercó a ella y la jaló de la muñeca.

»—¡Ya basta! ¡Es suficiente! —tiró de la niña, hizo que la mirará y con una mueca le dijo que se callara. — ¡No vas a regresarlo así! ¡Déjalo ya! ¡No podemos hacer nada! ¡Se ha ido!

Con su última exclamación, la menor volvió a llorar y negar inquieta tratando de quitar el agarré de su progenitora. Se sacudió y forcejeo en su contra cuándo más la mujer le decía que ya no regresaría, que su padre se había ido. Ambas comenzaron a alzar sus voces, una contra la otra y la mano de la mayor aplastando la delgada muñeca de la más menor. Fue cuánto más lloró, pero dejando atrás la tristeza y acercándose al miedo de ver los ojos de su madre oscurecidos.

¡Deja de gritar! ¡Basta! ¡¿Crees que llorando cambiarás algo, niña?! ¡No lograrás nada!

Le gritó sobre la cara y Feyre retorciéndose la empujó provocando la caída de ambas, su madre golpeó la mesilla de noche y con ello cayeron gotas de sangre sobre el suelo de madera que la niña no pudo visualizar, más la mujer la soltó finalmente y su voz se transformó.

»—¡VETE! ¡LARGO DE AQUÍ!













»—¡VETE! ¡LARGO DE AQUÍ!

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KINGSLAYER

CAPÍTULO OCHO:

𝐊𝐈𝐍𝐆𝐒𝐋𝐀𝐘𝐄𝐑 ━━𝐞𝐫𝐞𝐧 𝐣𝐚𝐞𝐠𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora