ꜥꜤ Capítulo❛ XVI

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—¡Quiero que suden, mocosos!—la voz de su instructor, Keith Shadis pareciera ser un lejano recuerdo, pero las oleadas de infernal calor, sobreesfuerzo, el crepitar de cansancio en cada uno de sus músculos y la necesidad de dejarse caer de rodillas todavía era muy bien recordada por cada cadete reclutado de la tropa número ciento cuatro.—¡De todo de si mismos!— un hombre que podría ser el mismísimo diablo para aquellos novatos, pero era su forma de dejarles muy en claro que el mundo exterior no sería amable con ellos, no habrían palabras gentiles ni tratos altruistas que les diera un beneficio o la seguridad de sobrevivir. Solo serían ellos mismos y nadie más para rescatarse de la crueldad de un mundo donde solo los más fuertes pueden caminar aplastando a los débiles.— ¡Luchen!— los ojos azules como dos tempanos de hielo se afilaron hacia la cadete de ojos avellanas con motas grises cerca de los bordes de sus iris.

Observó a la rubia balancear entre sus dedos la cuchilla de madera en una señal de aviso para la contraria que al recibir su aceptación para empezar con la pelea presionó más el arma entre los dedos de su mano derecha y con un pie frente al otro ya estaba lista para correr en su dirección. La castaña de rizos cobrizos estaba preparada con sus manos delante de si a la altura de sus hombros y afirmando la suela de sus botas sobre el terreno que ocupaba. Entonces esta se lanzó dando los siguientes pasos para romper con toda distancia, ella era la que cometía el papel de atacante y Drossel era el objetivo, teniendo que desarmarla lo más pronto posible para su defensa o la inmovilizaria con el arma perdiendo el desafío de ese entrenamiento.

—[...] ¿Qué es lo que buscas haciendo ésto? ¿Acaso es una broma? Si es así, esperó que sepas las consecuencias y lo que pasará. Explicate. —sus ojos avellanas oscurecidos con las sombras de la noche rodeando todo el panorama se mantuvieron fijados sobre las siluetas de sus captores pero se inclinaba ligeramente a hablarle al presente de menor estatura tras reconocer su voz hacia unos momentos atrás. Fue completamente claro la familiaridad que le brindó oír sus vocales y a su vez todo sucedió en segundos que no completaban ni un minuto, podría ser normal dudar ahora e incluso con el temor dominando sobre su cuerpo, pero Feyre no dejaba paso a las dudas, ella tampoco podía permitirle al miedo invadirla en un lugar así. Un sitio que podría revivir la oscuridad de su pasado y tormentas orillando a su mente al abismo. — ¿Que es lo que están esperando? —evidencio las posturas desafiantes en ambos a varios metros de ella y rápidamente alzó sus muñecas unidas por cientos de nudos a la altura de sus labios, clavó sus dientes sin pudor y la figura cubierta de mayor estatura se tensó abruptamente siendo visto hasta por la chica que dejó de morder los nudos. Las facciones de su rostro eran nulas a comparación de antaño cuándo estaba presa y cegada, todo cambió tras oírlos hablar. Feyre escudriñó con la mirada al par y alzó más su voz, molesta. — Yo estoy en la Legión de Reconocimiento, me arrancaron de una basé de conocimiento ocultó y pretendían... ¿Qué? ¿Que se supone que logran haciéndome ésto a mi? ¡Habla!

Dieron un pasó al frente entonces, la figura de menor estatura chasqueo la lengua y detuvo cualquier arranqué lejos de control por el giro de acontecimientos. — Esa actitud presuntuosa y segura ahora mismo no te queda, Feyre. Ya no estamos en un campo custodiado por superiores que nos dan órdenes y pueden detener una situación que se vaya de las manos. —la voz fría y sin escrúpulos o arrepentimiento la hicieron abrieron más sus ojos de la impresión. La castaña la vió con desdén por oírle decir su nombre sin reparó. —No importa lo que deba suceder a partir de ahora, solo puede haber un final para ésto y es algo que escapa de tus manos. Ya no somos simples reclutas, recuérdalo y la verdad es que pensaba clavarte ese puñal justo en el centro de tu pecho desde aquella pelea...

—Amenazas, desaciertos, ¿Realmente? No creía verte de está manera ¿Vais a matarme? ¿Crees que el resultado de esa pelea se habría inclinado a tu favor? El instructor nos detuvo, pero yo no te dejaría ganar. —ella junto las palmas de sus manos y deslizó forzosamente una hacia abajo, unos centímetros para que cediera entre el amarré de cuerdas, luego los nudos también cedieron cayendo uno por uno hasta liberar sus muñecas. — La que cayó ese día fuiste tú.

𝐊𝐈𝐍𝐆𝐒𝐋𝐀𝐘𝐄𝐑 ━━𝐞𝐫𝐞𝐧 𝐣𝐚𝐞𝐠𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora