ꜥꜤ Capítulo❛ V

623 103 3
                                    












—Escuchame, Feyre. Si no vives no tiene sentido. No podrás estar aquí. No alcanzarás a saber lo que es vivir realmente. Tú padre querría que te salves, pero ya no puedo seguir con ésto. ¡Tu lucha por la supervivencia comienza en este instante! Si no quieres ser juzgada, no les des razones para ello. Si no te sientes capaz de confiar en otros, es porque no deberías hacerlo. Si no aprendes a dejar de creer que el mundo es bueno, ellos te tragaran. Porqué serán despiadados contigo, más tú no inclines la cabeza ante nadie. ¿No crees que eres suficientemente fuerte? Bueno... sí lo eres. Tienes miedo. Deja que eso te haga más fuerte. Sólo no dejes de vivir.

Ese fugaz destello oscuro en unos ojos avellana fue lo que finalmente logró convencer a la joven niña para huir. La mirada de quién creía conocer se había trasformado, no la reconocía y el miedo colapsó en su interior como una presa ante los ojos de su cazador.

Si tan solo entendiera que correr no la liberarían, aún cuando diera todas sus fuerzas su cuerpo intentaba traicionarla al temblar, bajo sollozos lastimeros y el aire dejaba de ser un sustento de alivió presionando con ardor sus pulmones. El bosque en su apogeo de medianoche resultaba aterrador, pero la oscuridad en este momento parecía que la protegía y mantenía alejada de todo y todos. Sin embargo el crepitar en su pecho, los latidos que iban creciendo al pasar de los segundos en su carrera advertían no estar a salvo todavía. El corazón gritaba golpeando furioso su interior hacia sus oídos y se volvía insoportable, sin lograr escuchar su entorno el pánico consiguió hacerse paso nuevamente por la pequeña chica.

Las ramas curvas de los árboles golpearon su rostro, ella cayó de rodillas levantando motas de polvo sobre la tierra, bajando una pendiente cuesta abajo y golpeándose en el proceso, su rostro se detuvo a centímetros del suelo gracias a sus manos que se aferraron para no hacerse más daño entre jadeo, temerosa, perdida.

Los delgados dedos hundidos en la tierra se hicieron borrosos, su visión cambió debido al impactó y visualizó con gran detalle un gusano cerca de su dedo meñique que se volvía a enterrar bajo una piedra, el parloteo de aves plegando vuelo sacudieron las copas de los árboles a sus espaldas.

Recordó una vez más el pequeño ser que sostuvo en sus manos minutos antes de que muriera tan solo esa mañana. Un ave de bellas plumas que pereció. Entonces la voz de su madre apareció para apaciguar esa muerte como un ciclo más de la propia naturaleza y sus manos se apoyaron en sus hombros.

Toda vida tiene su tiempo en este mundo...

Parpadeó. Alejó el repentino recuerdo de su mente y abrió mucho más sus ojos. En un instante sus latidos no eran lo único que podía percibir, todo se hizo más nítido.

El crujir de la hierba.

El silbido fantasmal del viento.

La falta de calor en el bosque haciéndola tiritar.

Cada vez con más fuerza, y el aire que tomaba a bocanadas por su boca se cortó cuando sintió las manos ajenas posarse en sus hombros antes de abrazarla.

Estaban temblando, reprimiendo gritar y a la vez llorando. La joven enterró sus uñas en sus brazos, ese abrazo la iban a asfixiar y escuchó por última vez su voz como un cardenal siendo aplastado desde adentro hacia afuera.

—Perdóname por todo,
por favor, Feyre.
















—Perdóname por todo,por favor, Feyre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝐊𝐈𝐍𝐆𝐒𝐋𝐀𝐘𝐄𝐑 ━━𝐞𝐫𝐞𝐧 𝐣𝐚𝐞𝐠𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora