9. Muchas veces.

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TREVOR.

Besar sus labios es algo que he imaginado muchas veces desde hace varios años. No obstante,  jamás lo imagine bajo estas circunstancias.

Creí que en el momento que sucediera seria algo que iba a disfruta. Pero, carajo que no es así. ¿Cómo puede ser tan torpe? Dios. Gracias a ella estoy tirado en el suelo con un dolor del demonio en mi parte baja. En definitiva nuestro primer beso NO fue como lo llegue a imaginar.

Entiendo que no quería que Thomas la viera conmigo. Soy consciente de lo incómoda que está por la situación pero esto ya es llevarlo al límite.

Con uno de mis brazos, la hice aún lado de la forma más sutil que mi paciencia me lo permitió. Si fuera otra persona la mandaría al demonio sin boleto de vuelta. A ella no puedo hacerle eso, sería terminar algo que no ha comenzado.
Respiro ondo para poder inclinarme un poco y empujar la puerta para que quede cerrada correctamente.

Al menos que el golpe valga el objetivo.

—Oye, ya puedes respirar. —Le digo al ver lo ida que está. Debe estar muerta de la vergüenza lo que para mí se hace obvio al ver como se rasca el pulgar de su mano izquierda y sus mejillas están levemente coloradas. Su tez es muy blanca así que pequeños gestos como ese son muy notorios en ella. Y me encanta.

En cuanto mencioné aquello, soltó con fuerza todo el aire que estaba reteniendo.

—Eres muy torpe. No, torpe te queda pequeño. Eres como un desastre natural al acecho. —Mi intento de broma en lugar de causarle gracia, hace que el color de su cara suba un tono más. Y como me fascina verla de esta manera, aún que me preocupa un poco, no se cómo es su modo operando. No quiero que vaya a tener una crisis por el nerviosismo.

Esta bien, todos tenemos un momento torpe así que, está bien. —Mis palabras no parecen calmarla. —De verdad, está bien. A todos nos pasa. Es más, puedo contarte algún momento vergonzoso que haya vivió, con eso deberíamos estar a mano. —Ella me da una mirada desconfiada, así que procedo con mi penoso relato. Bajo otra circunstancia JAMÁS le contaría esto pero, necesito que no se sienta cohibida por lo que acaba de pasar.

—A ver, cómo puedo empezar.
Cuando tenía al rededor de quince o dieciséis no recuerdo muy bien. Había una chica que me gustaba de sobremanera. Aquella chica iba dos años por encima de mí en el instituto, así que era algo así como "la inalcanzable" no solo por la edad sino también porque era la chica más guapa de todo el lugar, según mis criterios. Yo era un crío inexperto y a ella experiencia era lo que le sobraba.
Era una Don Juan versión femenina, por tanto, ligar con alguien de mi edad le resultaba muy familiar y estimulante. En fin, ocurrió lo que tenía que ocurrir pero no de la manera que debió. Era inexperto y educarme sexualmente nunca fue mi prioridad y esa ignorancia dio sus frutos, pues el condón quedó atascado en su conducto vaginal por no haberlo puesto bien. Ese fue el resultado de mi primera vez. ¿Ves? Todos tenemos nuestros momentos de trágame tierra.

Nunca creí que hablar de temas así con alguien pudiera resultar tan cómodo.
No me causo vergüenza pues es a ella a quien se lo estoy contando.

Me observa, la observó. Y por muy predecible que resulta ser no tengo la menor idea de que está pensado.

—Creí que por instinto masculino el condón no tendría mucha ciencia, pero vaya que resulta tenerla. —Suelta una carcajada tan brusca que instantáneamente le tapó la boca.

—Te van a escuchar.—Ella asiente indicándome que destape su boca. Después de hacerlo solo me mira por varios segundos para seguir burlándose de mi primera vez.

—Wao, eres muy diferente a lo que me imaginé. Creí que eras un tipo serio que se rige por las normas estéticas de la sociedad. Un sujeto tétrico que no ve más allá de sus intereses, un insensible y un amargado.
Vaya, resulta que deducir de que van las personas no es lo mío.

—Que perfil más encantador tienes sobre mi. —Suelto sarcásticamente.
Ya sé que no soy su estereotipo de hombre ideal y que no me pasaba. Pero, no creí que tendría una perspectiva tan marcada sobre mi. La verdad, sí. Así soy. Por lo menos con la mayoría de las personas. Ser simpático no va con mi estilo.
—Bueno, ¿Qué querías darme? —Se perfectamente que es, es algo muy preciado para mí. Solo, digamos que lo deje adrede en su casa con la esperanza de crear un puente entre nosotros. Lo dude un poco a decir verdad. Soy consciente de lo despistada que suele ser. No puedo imaginar que en una aparición de su personalidad terminará tirándola a la basura o algo así.

—Oh, cierto. Casi lo olvidó.

Despistada.

Saco la pulsera del bolsillos del vaquero que trae puesto y extiende su mano en mi dirección. —Toma, lo dejaste en mi casa. Se que es algo valioso. Tenía que regresarlo a su dueño.

Siento que ya no está avergonzada como antes y eso me alivia. Su bienestar es una de mis prioridades.

Abro la palma de mi mano para que lo deposite ahí. —Es un lindo detalle de tu parte traerlo. Gracias. —Le doy una sonrisa de boca cerrada.

—Era lo mínimo que podía hacer. Tu me ayudaste a mi en algo más complicado. Traerte esto no es nada.
—Se detiene por un momento a pensar algo al parecer. —Es más, no es  suficiente. Por ende, me gustaría que me dejaras pagar mi deuda. ¿Una cena estaría bien?

Esta es la parte ella que hace que mi corazón solo pueda tenerla fija a ella. Esta parte, la dulce, honesta y sencilla Amelia Bowman es la que me hace recordar el porque estoy clavado por ella desde hace cinco años.

—Claro. No da buena pinta deberle a otros.

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¡Holaaa! Solo puedo decir que me encanta darle diálogos a Trevor, es tan BELLO. Me encanta. Espero crean lo mismo que yo.

Bueno, fin del comunicado hasta nuevo aviso. Besos.


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