10. Controla tu gata, hermano.

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AMELIA.

—Claro. No da buena pinta deberle a otros.

En serio, debo dejar de asumir como son las personas. ¿El porqué? Queda más que obvio. Soy pésima para ver cómo son las personas. Pues estoy aquí con un Trevor muy distinto a lo que creía. El, es, no sé. ¿Tierno? Por lo menos así lo percibo yo. No creí que pudiera sentirme tan cómoda a su alrededor y más con lo que acabo de pasar. Creo que el que intentara alivianar mi tención contándome su trágame tierra hizo el efecto correcto. Pues resulta ser más humano de lo que a simple vista parece. ¿Me hago entender?

—Bien. No se cómo serán tus horarios así que, solo dime cuándo quieras dar una vuelta al estilo Carson. Estaré allí para ser tu guía. —Le sonrió sinceramente. Wao, de verdad me siento cómoda.

—¿Cuándo quiera? Podría ser abusivo y hacerte salir a una hora poco práctica.  Aún así, ¿Cuándo quiera?

¿Puedo retractar lo de tierno?
Es un pinche calculador.

—Solo no hagas que me arrepienta.

—Entendido. —Hizo el saludo militar.
No, sí es tierno.

—Bien, no creo que quieras quedarte a dormir en mi cuarto así que, te acompaño. —Se levanta y me extiende su mano para que la agarré.

La tomó sin pensarlo. —Tienes razón. Es tarde.

Al salir al pasillo por instinto miro por ambos lados para evitar contratiempos no deseados. Al ver que no hay muros en la costa, salgo y empiezo a caminar con un Trevor detrás de mí.

—¿Tanto te aterra explicarle a Thomas el porqué estás aquí?

Su pregunta me toma desprevenida. ¿Tan obvia soy?

—Ya se. Soy ridícula. Solo no quiero tener que explicarle lo que hizo que dejaras tu pulsera en mi casa.

—Entiendo, problemas de comunicación. Pero, es tu mejor amigo, ¿No? Si no lo buscas a el para desahogarte no tienes nada más. Margareth ya no está. Podría haberte ocurrió algo peor. Una crisis no es algo con lo que debas lidiar sola.

Qué crudo.

—Ya sé. No necesito que lo digas.
Y, ya que sacaste el tema. ¿Cómo supiste que estaba pasando por eso? —Elevo una ceja o al menos eso intento. La verdad es que se me da fatal.

—La ventana del despacho da a la ventana de tu sala y aquella estaba abierta. Solo lo vi y no pude simplemente ser indiferente.

—¿Por qué? No represento nada para tí—El solo sonríe y continua caminando. —Oye, espera. Dobla el pasillo rápidamente.

—¿Amelia? —Uh, esa voz. Que horror.

—Hengel. Qué gusto verte. —En realidades no. Ojalá la parta un rayo. Dije que soy mala juzgando pero por Dios qué con ella si acerté.

—¿Qué haces aquí? ¿Vienes a incordiar a Thomas con tus ridículos pesares?

Oh.
Oh.

¡No que equivoqué! Me siento raramente orgullosa.

—Asi que está eres tú. Una víbora completa, ¿Eh? Thomas puede crecer físicamente. Sin embargo, aún no sabe diferenciar entre buenas mujeres y arpías.

—¿Buena mujer? No me dirás qué hablas de tú amiguita la pelirroja que lo único que hace es babear por un chico que jamás la corresponderá. Es tan ingenua y estúpida.

Sin dudarlo mi mano impacto su asqueroso rostro. —Óyeme bien, no hables de Margareth como si tuvieras una puñetera idea de cómo es ella. No tienes el derecho ni la talla para hacerlo. Tú, le quedas pequeña a ella, en todos los sentidos. No creas que puedes hacer lo que de te dé la gana por estar saliendo con Thomas. Solo es cuestión de tiempo para que él se de cuenta de la clase de tipeja que eres. Así que no te la creas.

—¿Ah sí? Y dime, quién le va a decir algo, ¿Tú? Por favor, como si te lo fuera a creer. No tienes pruebas. No tienes nada.

Suelto una risa. —Tengo fe en la inteligencia de mi amigo. No será necesario que yo hablé con el. Ya se dará cuenta.

—¿Así como se dio cuenta que tú amiga estaba liada por el pese a conocerla tanto? Así de inteligente es.

Es una maldita. Esta burlandose de el.
Cogí un puñado de su cabello y tire de el con toda la fuerza que tenia. De que la dejo sin cabello, la dejo. Eso seguro.

—No creas que solo voy a recibir tus golpes. —tambien se agarró de mi cabello y allí en medio del pasillo comenzamos una pelea a jalones y uñas. No paso mucho cuando sentí que se soltó y se tiro al suelo.

—Eres una animal. ¿Qué problema tienes conmigo? Solo te dije que Thomas está en el sauna y no puede verte. ¿Tenías que desquitarse conmigo? Eres muy mala. —Momento, momento. ¿Escuché bien? Es más, ¿Esta llorando?

—¿Estás bien? —Escuche la voz de Trevor a mi espalda.

Ah, genial. Ya entendí. Ahora se hará la víctima.

—¡Trevor! Esta loca. Creo que tiene serios problemas de conducta. De la nada empezó a golpearme. —Que hipócrita. Dios, qué actriz. Casi le creo.

—No hablada Contigo. —uh, me dio un escalofrío. Que frío. —Llegue a la puerta y miré que no estabas. No creí que esto era lo que te tuviera tan entretenida. —Dijo mirándome. Ni la pelo, ¡Toma ya!

—¡Trevor! No te das cuenta que esta tipa acaba de golpearme injustamente. ¿Que pasa contigo?
—Jesús, que chillona.

Trevor suspira pesadamente. —¿Ah, sí? —Se agachó frente a ella y la observó un poco. Imposible le crea.
—Solo tienes unas cuantas marcas en la cara. Fue muy generosa contigo sabes, así podrás justificar una operación estética para brindarle un poco de ayuda a ese rostro. —No mames. No mames. ¿En serio dijo eso? —Lo importante es que tú no hayas clavado tus uñas en su rostro. Eso sí sería una tragedia. —Se levanto y camino hacia mi. Aún tenia el semblante serio. —Andando, es tarde.

—¡Eres un idiota! Mierda, ¡Todos en esta maldita casa son unos imbéciles, tan estúpidos!

¿Qué le pasa? ¿En serio acaba de insultar a esta familia?

—Controla a tu gata, hermano.

¿Ah? Gire mi cabeza al lado derecho del pasillo. Allí estaba Thomas con una toalla envolviendo su parte baja y una alrededor de los hombro y su mirada baja. Oh, oh.
¿Que tanto escuchó?
—Thomas. —Salio de mi boca casi en un susurro.

Trevor tomo mi muñeca y me jalo a la salida de la casa. 
Al estar afuera se posó frente de mi y me tomo por ambos hombros.

—Tienes un pequeño rasguño en la mejilla. Espero no se infecte. ¿Quieres que te lo cure antes de que te vayas?

—Ah, no. No te preocupes. Ya lo hago yo en mi casa. Creo que debería irme, ya fue mucha conmoción por un día. Estoy cansada.

—¿Segura? —Asiento. —Bien, vamos. Te acompaño.

—No es necesario, mi casa está a unos pasos, nada me va a pasar.

Siento que solo gaste saliva porque hizo caso omiso a mis palabras y empezó a caminar en dirección a mi casa.

—Ya está. Puedes irte.

—Entra. —Que fastidioso. Le hago caso porque se que no ganaría nada con replicar. Y estoy tan cansada que solo quiero tumbar mi trasero en mi camita.

—Bien, buenas noches. Y gracias.

—¿Por qué?

—Por no creer que la golpee adrede.

Sonrió. —Es una gata. Mo hermanito nunca ha sido el más inteligente en ese sentido. Ya se hará cargo el, es su lío. Buenas noches, Amelia.

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Realmente adoro a Trevor. Es tan cool.

Meet Me Now.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora