Romeo

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No llevo ni una hora en la casa y me da la sensación de que ya no pueden pasar más cosas surrealistas, y eso que todavía faltan dos concursantes por entrar. Solo le pido a Dios que tenga compasión por nosotros y que los que lleguen no nos den más problemas. Queremos paz y serenidad, ¿es tanto pedir?

       Recojo los cristales rotos de la vitrina que Dora ha roto de un puñetazo, y no lo hago por decisión propia. Cuando el cuerpo de ella se desplomó a causa de un castigo de fase tres aplicado, dije en voz baja <<Pues yo no pienso recoger esto>> refiriéndome a los cristales. Desgraciadamente, Kingo estaba a mi lado y me fulminó con la mirada. Ahora soy su súbdito y tengo que hacer todo lo que me pida, así que, él me obligó a que lo recogiese todo con mis propias manos.

       ¡Eso me pasa por bocazas!

       Siempre voy de chulito, pero acaban haciendo conmigo lo que quieren. Me da la sensación de que aquí dentro me ven como un pringado, y no me extraña. Tengo ya a dos concursantes en mi contra la primera noche del concurso (Kingo y Dora), y teniendo en cuenta que soy el único con enemigos aquí dentro... sí, voy mal encaminado. Muy mal.

       Necesito, como mínimo, a un aliado, pero ¿quién podría ser?

       Carles me cae bien desde que le vi entrar, se le ve buen chaval, y Amanda me atrae mucho, la verdad. Con ambos he tenido feeling, pero no sé si tanto como para formar equipo con ellos. Eso sí, a ambos ya se les ve muy unidos... demasiado para el poco tiempo que llevamos en la casa. Hace unos minutos vi como se escondieron para hablar en privado, así que, no me fío mucho de ellos en realidad.

       Selena apenas habla, solo observa, y no he sentido una especial conexión con ella de momento. Matilde me cae genial, pero llama demasiado la atención... no sé si me interesa. Kingo y Dora, cada cual más bruto, no me gustan ni un pelo, ni yo a ellos, de eso no hay duda. Y luego está el chico nuevo, que no me acuerdo de su nombre (Julieta desde luego que no es), pero me cae bien y creo que ha caído rendido, como no, ante mis encantos de chico latino. Quizás me interese seguirle el rollo para tenerlo como aliado en el concurso...

       Estoy de rodillas, cumpliendo mi primer castigo como súbdito. Intento tener cuidado para no cortarme con los pequeños trozos de cristal cuando, de repente, oigo unos pasos que se acercan detrás de mí. Rezo para que no sea Kingo.

       –¿Necesitas ayuda?

       Julieta ha venido a rescatar a su Romeo. Me sonríe mientras pone una mano en mi hombro.

       –Muchas gracias, pero será mejor que no te acerques mucho a mí, no vaya a ser que el vikingo te vea conmigo y acabes siendo mi compañero de castigos.

       El chico se encoge de hombros y empieza a ayudarme.

       –Cuando tienes tan asumida la muerte, te das cuenta de que ya no hay nada que perder.

       Tiene razón, y parece que no le importa nada que en cualquier momento Kingo pueda verle conmigo.

       –¿Cómo te llamabas?

       –Julieta, ya te lo dije.

       No puedo evitar sonreír al verle tan convencido.

       –Valentín –corrige mirándome a los ojos– Me llamo Valentín. Mis padres iban a llamarme Rodrigo en honor a mi abuelo, pero el embarazo de mi madre se complicó y nací un mes antes de lo previsto, justo el catorce de febrero, el día de San Valentín. Como finalmente el parto salió bien, decidieron cambiarme el nombre.

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