Amanda

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Los días aquí dentro pasan más rápido de lo que nunca hubiese podido imaginar. Seis van ya, para ser exactos.

       La convivencia se está haciendo bastante llevadera; para unos más que para otros, eso está claro. Para Romeo, por ejemplo, debe estar siendo un auténtico infierno, obedeciendo a todas horas cada orden que Kingo le impone. Incluso para Dora, que ayer por fin salió de esa jaula donde la dejaron atrapada nada más entrar, y ahora empieza a integrarse con el resto de compañeros.

       Yo no me puedo quejar. He hecho amistades aun sabiendo que no serán de por vida, y he retomado esa relación que tenía con Carles dos años atrás, aunque obviamente no de la misma manera. En su momento acabamos fatal y, en todo ese tiempo que no estuvimos juntos, no tuvimos ningún tipo de contacto. Pero aquí dentro todos son unos desconocidos para mí, por lo que más vale viejo conocido que nuevo por conocer, y Carles se ha convertido, sin duda, en un gran aliado mío.

       Si soy sincera y si por mí fuera, estaría pegada a él cada minuto de lo que me queda de vida en este concurso, pero tampoco quiero que sea muy cantoso y que sospechen de la relación que traemos ya de fuera. Eso no puede ocurrir bajo ningún concepto.

       A él, en cambio, sí lo veo más abierto con la gente, y se preocupa mucho por todos sus compañeros, incluso diría que es el único que mantiene algo de contacto con el raro de Jose. Con Romeo parece que también tiene una relación muy estrecha, como si de hermanos se tratase. Y con Margarita...

       Margarita se pasa todo el día encima de él. Parece que no haya más gente en la casa y que solo exista Carles. Y me molesta, sí. Me molesta porque se interpone entre nosotros dos en muchas ocasiones, porque nos interrumpe con estupideces y porque es una niñata insoportable. No hay más. No la aguanto desde que la vi entrar por la puerta, y no me da buenas vibras.

       Intento relajarme, pero cada vez que pienso en Margarita me altero. Es inevitable.

       Inhalo... y exhalo... Y repito este ejercicio una y otra vez. Cierro los ojos.

***

Los rayos de sol entran atrevidos por los grandes ventanales del salón y no dudan en despertarme de la improvisada siesta. Me he quedado dormida sin darme cuenta en el sofá de cuero blanco mientras intentaba tranquilizarme. Deben haber pasado como dos horas, pero como nos tienen prohibidos los relojes, no puedo saberlo con exactitud.

       Oigo voces en la lejanía, pero no veo demasiado movimiento en la casa. La gente debe estar descansando después del atracón de comida que nos hemos pegado. Selena probablemente esté en la Cueva hablando con el alfa, para no perder la costumbre.

       Me desperezo de manera exagerada y me froto los ojos con ambas manos, aunque no saco fuerzas para levantarme todavía. Observo mi alrededor, y todo parece muy calmado. No hay nadie a la vista.

       Encima de mí, una cámara escondida, se mueve ligeramente, y no tengo duda de que estoy siendo el centro de atención para ella. Hago una mueca burlona para toda esa audiencia que ahora mismo está observándome en el canal de veinticuatro horas. Vaya aburrimiento para ellos. No considero que sea de gran interés verme tirada en el sofá.

       Saludo con la mano. ¿Habrá algún conocido mío viéndome en estos momentos?

       Me acuerdo de la vida que tenía fuera como si ya no me perteneciera. Mis clases de francés, las quedadas con mis compañeros del instituto, mis sesiones de pilates por las mañanas, mi rutina diaria... lo siento todo tan lejano a mí.

       No era feliz con lo que estaba haciendo. No me sentía completamente llena desde que Carles se fue de mi vida. Y eso es lo peor... depender tanto de alguien. Intenté durante mucho tiempo sentirme bien conmigo misma, centrarme solo en mí. Pero no es tarea fácil por mucho que digan, y más cuando la vida me lo pone difícil una y otra vez. Primero nuestra ruptura, y meses después el trágico accidente de mis padres.

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