Carles

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–¡Aparta!

       Matilde sale del baño disparada, desnuda y empapada, y con rabia me empuja con un fuerte codazo. No hay que ser muy listo para saber que está enfadada y que lo mejor que puedo hacer es dejarla sola. Lo peor de todo es que no me ha sorprendido lo más mínimo verla sin ropa, una vez más, porque así es ella.

       Con paso decidido se dirige, atravesando el largo pasillo, hacia su habitación que justo está en el otro extremo de la casa, pero no le importa pasearse así por toda la casa. Todas las cámaras la siguen y ella lo sabe, por eso se contonea de esa manera tan teatral. Está siendo el centro de atención tal y como está acostumbrada.

       ¿Qué le habrá pasado?

       Conmigo parece molesta desde anoche, con su intento de seducción fallido, pero no creo que haya sido por eso. Tampoco le doy muchas vueltas al asunto.

       Con el neceser debajo el brazo y mi toalla color almendra alrededor del cuello, camino hacia las duchas. Aprovecho la ocasión de que mis compañeros están en el jardín, charlando y tomando el sol, para tener un poco de intimidad y poder así ducharme con calma y privacidad.

       El suelo está mojado por culpa de Matilde, claro está. Intento esquivar los charcos lo mejor que puedo para no ensuciar el suelo más todavía, y dejo mis pertenencias sobre el lavabo más cercano.

       Primero me quito la camiseta y observo mi torso frente al espejo; se nota que llevo más de una semana sin ir al gimnasio. Luego me bajo el pantalón y seguidamente los calzoncillos, y lo dejo todo bien doblado en una esquina para que no moleste a nadie.

       Con los pies descalzos y la toalla puesta sobre mis hombros camino desnudo hacia las duchas. Ahora solo deseo relajarme y sentir el agua ardiendo sobre mi piel para relajar bien mis músculos.

       –¿Otra vez tú aquí?

       Me asusto al ver la cabeza de Romeo asomarse por una de las dos duchas y pongo una mano sobre mi pecho ¡Joder! Pensaba que no habría nadie, parece que nunca voy a tener un poco de intimidad en esta casa.

       –¡Oh! lo siento –dice sorprendido al verme. Sus ojos se pasean rápidamente por mi cuerpo desnudo–, pensé que eras Matilde.

       Ahora entiendo. Por eso la vi salir escopetada de aquí, seguramente habrán tenido algún encontronazo.

       Me río mientras cuelgo la toalla en un soporte que está al lado de la ducha que hay libre justo enfrente de Romeo.

       –No te preocupes –digo–. ¿Puedo saber qué ha ocurrido? La vi salir sin ropa y parecía algo enfadada.

       Abro el grifo y me aparto un poco hasta que el agua salga tan caliente como a mí me gusta. Ambos nos damos la espalda, pero estamos lo suficientemente cerca como para escucharnos sin problemas. Todavía no hay demasiada confianza entre nosotros y así estamos más cómodos.

       –¿Tú qué crees? –dice mientras se ríe–. Se ha metido aquí, sin previo aviso, y ha intentado tener algo conmigo. Ha ido a saco, tío.

       Ambos nos reímos.

       –Me lo creo. Anoche también lo intentó conmigo.

       –¿En serio? –dice sorprendido–. Cada día tengo más claro que esta chica se ha equivocado de reality. Yo creo que piensa que aquí se viene a follar –se ríe.

       El agua de mi ducha sigue sin salir caliente. En la de enfrente puedo ver incluso como sale vaho del cuerpo de Romeo, ¡qué envidia! Espero unos segundos más, pero sigue sin haber cambio.

La Casa del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora