La Casa del Lobo

Dora

Un fuerte ruido metálico me despierta con facilidad, aunque tardo unos segundos en abrir los ojos y cobrar sentido.

       Mi vista, todavía nublada por los sedantes inyectados a la fuerza, no da crédito a lo que acaba de ocurrir. Esto parece un sueño que pensé que nunca fuese a llegar. Los barrotes que me han tenido atrapada todos estos días (no sé cuantos exactamente) por fin han desaparecido. Ya no hay rastro de ellos.

       Ahora estoy tirada en el suelo, sin nada alrededor que me detenga.

       Soy libre.

       Pero no tengo fuerzas ni para salir corriendo.

       Hago un esfuerzo para incorporarme y ponerme de pie, pues mi cuerpo todavía se muestra débil debido a las descargas eléctricas recibidas en diferentes ocasiones y a la poca cantidad de comida ingerida, cuando una figura femenina viene corriendo hacia mí; Selena.

       –¡Dora! –grita emocionada– Por fin eres libre.

       Ese <<Eres libre>> retumba en mi mente como si fuese un sueño. Ojalá pudiese agradecerle todo lo que ha hecho por mí. Estoy segura que, si al fin me liberaron, es gracias a su insistencia. Pero no puedo, ahora solo necesito beber y descansar mi cuerpo en un lugar cómodo que no sea el suelo.

       De repente, tras el grito de Selena, varios compañeros míos corren contentos hacia mí entre voces que no logro entender. Todo lo percibo distorsionado, mi cabeza empieza a dar vueltas sin parar.

       Necesito descanso, pero un descanso de verdad. Y también curar mis heridas que todavía duelen, ya que esa jaula por poco me mata.

       Mi cuerpo se debilita cuando alguien me da la mano, Kingo tal vez, y todo se vuelve negro de nuevo.