Margarita

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–Agua.

       –¿Cómo?

       –Agua –repito–. La primera prueba que nos pondrán estará relacionada con el agua.

       Carles me mira boquiabierto, y no lo culpo. Nadie tiene idea de qué nos va a deparar este concurso, pero lo que sí tengo claro es que yo llevo una semana observando todo con atención; escuchando las paredes tal y como nos recomendó Xavier Jiménez, nuestro presentador.

       He podido sacar mis propias conclusiones, pero, al fin y al cabo, tan solo son suposiciones mías.

       –No entiendo –dice sin apenas pestañear–, ¿cómo has llegado a la conclusión de que nos van a poner pruebas?

       Qué incrédulo es este chico. Muy mono, pero poco inteligente.

       –Vamos a ver –pongo los ojos en blanco–, esto es un reality emitido a nivel mundial, Carles, donde lo más importante es el entretenimiento que ofrezcamos a la audiencia. ¿Te piensas que las Noches de Caza solo consistirán en matar? –digo dándome golpecitos en la frente– Piénsalo. Eso sería aburridísimo.

       Carles no responde. Me mira confuso y con el ceño fruncido. Yo también le miro a la espera de alguna respuesta.

       Estamos solos, los dos, tirados en el césped, sobre una de las muchas colinas que hay en este jardín infinito. Si tuviese el poder de controlar las cámaras que tenemos cerca, las pondría todas mirando hacia nosotros dos para inmortalizar este mágico momento. Estamos dando lo que la audiencia necesita; un poco de romance entre dos personas que se aman en silencio.

       –Se supone que este concurso trata de esto; de matar y de que solo uno de nosotros gane –dice por fin–. Así de sencillo.

       Le observo incrédula y niego con la cabeza.

       –Hay que poner un poco de acción a este juego. Quizás esté equivocada, pero déjame que lo dude –digo con actitud soberbia–. Estoy segura, casi al cien por cien, de que cuando llegue el gran día habrá obstáculos que pondrán la cacería del Lobo un poco más... divertida.

       –¿Cómo qué tipo de obstáculos?

       –Si lo supiera sería una pitonisa, una adivina del futuro, y de momento, que yo sepa, no lo soy –sonrío al ver que la cara de confusión de Carles sigue presente–. Agua –repito–. Algo relacionado con el agua, acuérdate.

       –¿La piscina?

       –Tal vez –digo. Ladeamos la cabeza al mismo tiempo, y observamos la piscina que tenemos a nuestra derecha–, aunque no lo creo.

       –¿Entonces?

       –Ya te he dicho que no lo sé. De saberlo jugaría con ventaja, y créeme que no es el caso.

       Carles asiente con lentitud.

       –¿Y qué te ha llevado a esa conclusión?

       Buena pregunta.

       –Desde que llegamos a la casa he estado examinando cada esquina suya, cada rincón... con mucho detalle. Las paredes no son como las de una infraestructura normal y corriente, eso es obvio, ¿no? Aquí aparecen puertas de la nada –digo mientras hago memoria del primer día–. Recuerda nuestra entrada cómo fue; el suelo se abrió en dos y caímos, luego caminamos por unos pasadizos que había justo aquí debajo nuestra. Tú y yo entramos por aquí –señalo una esquina del jardín donde ahora solo hay enredaderas y una pared aparentemente sólida–, y ahora, como ves, no hay rastro de ninguna puerta. ¿Entiendes lo que te quiero decir? Al igual que esa entrada apareció y desapareció, otras nuevas pueden surgir de la nada, o al menos eso creo.

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⏰ Última actualización: Apr 24, 2022 ⏰

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