Cuando los concursantes de otros realitys dicen que los días se magnifican estando encerrado en una casa, no mienten. No sé si se debe al aislamiento, o al estar siendo observados las veinticuatro horas del día, pero siento como si llevásemos un mes aquí dentro, cuando en realidad solo ha pasado una semana y media desde que entramos por esa puerta.
Sin contacto con el exterior todo se vive más intensamente. Lloro a escondidas cuando las luces se apagan, me río como nunca, incluso estoy sintiendo cosas muy fuertes que nunca pensé que fuese capaz de sentir. Echo tanto de menos a mi gente de fuera, a mis amigas del alma, con las que sueño reencontrarme aunque solo fuera por un minuto.
Soy el centro de atención casi a diario; mis compañeros me buscan cuando necesitan diversión y me definen como el chistoso de la casa, pero eso ocurre porque solo muestro mi parte más extrovertida. Esa versión de mí que tanto gusta a la gente. Pero en realidad tengo mis altibajos, como todos, supongo.
Desde pequeño he sido el alocado del grupo, Valentín el gracioso. En el instituto me envidiaban porque, cuando todos estaban amargados en épocas de exámenes o deprimidos por su primer desamor, yo siempre sonreía.
Pero todo era falso, yo no era así, o al menos no me sentía de esa manera.
Tengo el recuerdo, todavía nítido, de las noches que he pasado llorando en silencio por aquel chico de clase que ni siquiera sabía que existía. Me refugiaba en esa lista de canciones tristes que reproducía en bucle hasta que salía el sol. Mi pobre madre se preocupaba por mis ojeras y se preguntaba porqué no descansaba lo suficiente, pero yo siempre tenía una sonrisa preparada que le hacía olvidar todo lo malo que pudiese pensar de mí.
Así soy yo; siempre dispuesto a poner buena cara. Estando para aquel que me necesite, pero nunca sabiendo estar para mí mismo.
Mi mayor problema, aunque no lo exteriorice; el amor.
Qué irónico, ¿verdad? Nacido un catorce de febrero y bautizado con el nombre de Valentín, patrón de los enamorados, y que siempre tenga esa necesidad de estar enamorándome, ¡me jode! Sí. Me fastidia que mi vida tenga que depender de otra persona para sentirme bien conmigo mismo. Como si no hubiese cosas más importantes en la vida que el amor...
Me cuesta estar solo y desearía poder cambiar, pero es imposible.
Cuando llegué aquí sentí un flechazo; un flechazo que, sumado la intensidad de estar encerrados, se multiplicó por mil. Si esto lo expresara en voz alta, la gente no me tomaría en serio: sí, vuelvo a estar enamorado, pero esta vez de verdad.
Han pasado muy pocos días, lo sé, pero aquí dentro las cosas se viven diferente. Aquí cada minuto se magnifica, y cada hora es un regalo que debemos aprovechar al máximo. Si no dejo que ahora mi corazón sienta libre de amar, ¿cuándo lo voy a hacer?
Valentín es un enamoradizo nato, y Romeo me hace conectar con eso que tanto me gusta. Romeo es atento, es sincero. Me siento bien cuando estoy con él, y creo que la atracción que siento es mutua. Espero no equivocarme.
Quiero que pasemos más tiempo cerca, aunque con Kingo siempre tan presente es complicado. Quiero reír, bailar, jugar... todo con él, hasta que no podamos más. Tumbarme en la cama, a su lado, y acariciar su pelo corto. Que me mire a los ojos, con esa mirada rebelde tan suya, y que el silencio hable por sí solo.
Ojalá pudiera besarle ahora mismo.
Ojalá pudiera estar a su lado y decirle que confíe en mí, que conmigo estará a salvo. Porque si algo sé con total seguridad es que yo no soy el Lobo.
Ahora solo espero que él tampoco lo sea.
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La Casa del Lobo
Teen FictionLlega el nuevo reality basado en el famoso juego de El Lobo. Las normas son sencillas: • Los inocentes tendrán que huir • El Lobo matar Y solo uno de los 1o concursantes logrará ganar.