15. Quiero escucharlo.

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Con mi brazo por encima de sus hombros y el suyo rodeando mi cintura, continuamos avanzando a orillas del río Sena, bajo una imagen y una sensación absolutamente perfecta. Me declaro completamente enamorada del paisaje parisino. Sus calles, su arquitectura, su ambiente, es todo tan bonito, bohemio y romántico. Eso sí, sin llegar a la cursilería. O sea, cualquiera puede imaginar que la llamada "ciudad del amor", desprende cursilería por cada una de sus calles. Pero no. París es romántico sin ser cursi. Es como si... como si el amor, estuviera impregnado en el aire. Como si fuera algo natural y lo pudiera respirar con cada inhalación. Nunca he visitado una ciudad en la que sienta algo parecido. Cuando hacía algún viaje con mi ex pareja, éramos dos simples extranjeras, visitando los lugares importantes que marcaba un mapa turístico. Lo intentábamos hacer en el tiempo que recomendaba la guía, para que nos alcanzaran las horas y evitar tener que irnos sin conocer los sitios famosos o recomendados. Era como... como ir a conocer, sin realmente experimentar. Con unas pautas marcadas, que nos arrebataban la posibilidad de error, pérdida y descubrimiento. Era como estar encerrado, en un país nuevo. Cuando fui a Brasil, sentí esa libertad de viajar sola y no tener más que mi propia compañía para arreglármelas como pudiera y buscarme la vida. Era mi supervivencia diaria, mi autoconocimiento y el de ese país tan hermoso. Era respirar aire fresco continuamente y sentir que cada paso que daba, cada lugar que descubría, me hacía crecer como persona.

Y ahora, ahora siento una libertad completamente distinta. No tengo la necesidad de conocer un lugar en concreto, por muchos monumentos importantes que existan en París. Es como si cualquier calle, cualquier casa, cualquier banco en medio de cualquier parte, me fuera a resultar mágico. Es la libertad de saber, que no importa a qué lugar vayamos ni cuánto tiempo tardemos en trasladarnos de un sitio a otro, porque con ella, hasta pasear en silencio a orillas de un río, es fascinante.

‒¿Quieres hacer algo especial? ‒pregunta como si se hubiera introducido en mis pensamientos ‒Esta noche sí tengo pensado llevarte a un lugar que te va a encantar. Pero el resto del día no planeé nada ‒se encoge de hombros. ‒Quise dejarlo a la improvisación o a tu elección. Pero si quieres podemos buscar otros museos; Orsay, creo que también es imprescindible que lo veas, recuerdo que tenía obras de Delacroix, Manet, Van Gogh, Renoir... O tal vez Pompidou, yo todavía no lo he visitado, pero dicen que es arte moderno y muy extravagante. Seguro que te gustará. Y también está el museo Picasso. Dios, un solo día es muy poco tiempo... Estamos en París, esto está lleno de arte y para ti debe ser cómo una especie de paraíso. O tal vez, ¿quieres ver la catedral de Notre Dame? Está en la dirección contraria, así que tendríamos...

‒Sólo quiero pasear contigo ‒la interrumpo con una sonrisa. ‒Da igual hacia dónde o lo que hagamos. Ya vimos parte del Louvre y comprobamos que se necesitan días para visitarlo entero. Sobre todo a nuestro ritmo ‒ambas nos reímos ‒Esto es todo lo que quiero ahora; ‒me encojo de hombros ‒pasear contigo.

Sonríe y sube su mano hasta la mía, que aún cuelga por delante de su hombro izquierdo, entrelazando nuestros dedos.

‒Eso también es todo lo que yo quiero. Pero tenía que asegurarme de que estabas bien con esto.

‒Estoy perfectamente.

Permanecemos mirándonos fijamente con una leve sonrisa dibujada en nuestros labios. Y así, mientras la observo sonreír, me invade esa sensación de estar en el lugar exacto dónde deseo estar, y esa seguridad de no querer estar en ningún otro.

‒Muy bien, entonces continuemos paseando por la bella París. Además ‒dirige su vista hacia el paisaje ‒Hace un día muy bonito; está soleado, no se siente demasiado frío y mira los colores de los árboles. Es precioso ‒vuelve a mirarme ‒¿No crees?

Caprichos Del Tiempo - Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora