7. Hoja en blanco.

2.9K 265 62
                                    


─¿Me vas a decir de una vez lo que hiciste anoche? ─pregunta Mateo a través del teléfono, obligándome a poner los ojos en blanco por su insistencia. 

─Te lo he dicho tres veces en los cinco minutos que llevamos de conversación, ─me veo en la obligación de, prácticamente hacer malabarismos para mantener el teléfono entre mi oreja y mi hombro, al mismo tiempo que con una mano sostengo el café que acabo de comprar y con la otra, busco las llaves de la galería en mi bolso. Ý encima de todo, intento huir de las preguntas de este hombre ─Fui a casa de Amelia, nos pusimos al día de nuestra vida y tuve que dormir allí, porque de la nada comenzó a caer el diluvio universal. 

─El universo es inteligente ─asegura con misterio. ─¿Y en la cama qué hicieron? 

─Mateo, ¿de verdad me estás preguntando esto?  ─Es que te saltas la parte más interesante. ¿Te acostaste o no te acostaste con ella? 

─Por supuesto. Sólo había una cama y el sofá no parecía ser muy cómodo. 

─Luisita, no te hagas la estúpida, que ya sabes a lo que me refiero. 

─Y tú ya sabes que no acostumbro a contar mis intimidades.  ¡Bien! Por fin encontré las llaves. Rápidamente introduzco la adecuada en la cerradura. 

─A la gente normal, no ­─escucho un doble sonido de su voz que me confunde ─Pero yo soy tu mejor amigo. Algún privilegio debo tener. 

¿Cómo es posible? Está... 

Me doy la vuelta y ahí está, justo detrás de mí, con el teléfono junto a la oreja y una sonrisa de ganador pintada en la cara. 

Vuelvo a rodar los ojos y termino de abrir la puerta de la galería, colgando el teléfono y pasando al interior. 

─¿Desde cuándo vienes a visitarme al trabajo tan temprano? 

─Desde que te acuestas con Amelia Ledesma y quiero conocer los detalles. 

─¿Por qué estás tan seguro de qué...? ─me doy la vuelta para encararlo y me percato de algo que no había notado ─Un momento, ¿Y tú qué haces con la misma ropa de anoche? 

─¿Te crees que eres la única que se lo pasó bien? 

Su sonrisa de medio lado me obliga a rodar los ojos otra vez. 

─Al menos yo pasé por mi casa para darme una ducha antes de venir al trabajo. ─espeté. 

─¡Ajá! ─exclama apuntándome con el dedo índice ─Acabas de reconocer que te lo pasaste bien. Ya no tienes escapatoria. 

─Claro que me lo pasé bien. Ver a Amelia después de diez años, fue algo bueno e inesperado. Hablamos de muchas cosas y... 

─¿Y... es tan buena en la cama como parece?

No puedo evitar lanzarle una mirada amenazante ante su interrupción. 

─¿Eso es lo único que te importa? 

─Luisita, compréndeme ‒suplica con un suspiro ‒Es un poco frustrante que hayas cumplido mi sueño de adolescente. Así que, decidí mirar el lado bueno; como fue mi mejor amiga quien cumplió dicho sueño, podré conocer cada detalle como si lo hubiera hecho yo mismo.

─Estás enfermo ¿lo sabías? 

─Está bien, está bien. ‒se rinde alzando las manos resignado ‒Como veo que no estás dispuesta a soltar prenda, por lo menos dime si fue oro, plata o... ─pone una expresión de insuficiencia ─bronce. 

─¿Le pones calificación a las mujeres con las que te acuestas? 

─A las mujeres no. Al sexo, sí ‒aclara como si fuera menos grave ‒A la complicidad y la pasión que surja entre ambos. Es la única manera en la que puedo saber si debo repetir o no. 

Caprichos Del Tiempo - Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora