16. ¿Esto es una cita?

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Comienza a caer el atardecer en Campo de Marte; los jardines que rodean la Torre Eiffel, y cada vez es más notoria la afluencia de personas que llegan hasta aquí para recibir el año a los pies del emblemático monumento. Incluso venta ambulante de todo tipo de cosas, artistas callejeros que aprovechan para ganar dinero retratando turistas junto a la Torre Eiffel, personas vendiendo pequeños paquetes de doce uvas para llevar a cabo la tradición de las campanadas, etc.

Caminamos entre la multitud hacia la estación de metro más próxima, que cada vez nos acerca más a la gigante de hierro. Menos mal que Amelia sabe perfectamente a dónde quiere ir (o eso espero), porque yo me podría pasar lo que resta de día, hipnotizada con este paisaje. Siento como si mis ojos no fueran suficientemente rápidos para abracar tanta belleza, ni mi memoria suficientemente espaciosa para almacenar lo que capta mi retina.

En cuestión de pocos minutos llegamos a la estación y al ver como una gran multitud sube la escalera en dirección contraria a la nuestra, nos vemos en la obligación de bajar corriendo y esquivando personas para que el tren no se vaya sin nosotras. Escuchamos el agudo sonido que hacen las puertas cuando van a comenzar a cerrarse, justo en el momento en el que Amelia la atraviesa para llegar al interior y yo detrás. Ni siquiera sé cómo logramos entrar en este vagón con complejo de lata de sardinas. Hay demasiada gente, así que apenas podemos movernos ni agarrarnos a ningún lugar y nos toca mantener el equilibrio como podemos.

Amelia se da la vuelta para quedar de frente conmigo y justo en ese momento, el metro hace un movimiento brusco que la lleva a perder estabilidad, pero como un acto reflejo, llevo mis manos a su cintura para sostenerla y evitar que choque con alguien.

‒¿Te quieres escapar? ‒susurro cuando se agarra a mi cuerpo.

Me mira con una expresión de alivio y agradecimiento y me sonríe.

‒Como no lleguemos pronto, me va a dar un síncope aquí dentro.

Observa a todos lados, como si estuviera buscando un hueco en el que pudiera sentirse un poco más liberada.

‒¿Tienes claustrofobia?

‒No, pero me agobia que haya tanta gente.

Con la mano que tengo posada en su cintura, atraigo su cuerpo, pegándolo completamente al mío. Vuelve a mirarme, un poco confusa por el gesto, le sonrío y llevo mis labios hacia su frente para dejar en ella un pequeño y tierno beso.

‒Imagina que sólo estoy yo ‒susurro.

Nuestros ojos se encuentran y nuestros labios quedan muy cerca los unos de los otros. Una leve sonrisa se dibuja en los suyos y automáticamente observo como su expresión de preocupación comienza a relajarse, a medida que una de mis manos acaricia su espalda con dulzura para tranquilizarla.

Poco a poco, el metro se va vaciando y llega el momento de hacer transbordo. Creo que tardamos poco más de media hora en llegar al lugar que ella decidió que era nuestro destino. Subimos las escaleras que llevan hacia la salida de la estación de Pigalle y en cuanto el aire frío vuelve a azotarme el rostro, logrando que por fin pueda volver a respirar y observar cómo ya casi es de noche, lo que observo al otro lado de la calle, vuelve a cortarme dicha respiración.

‒¡El Moulin Rouge! ‒exclamo en voz baja, dando pequeños pasos hacia ese molino rojo tan conocido y característico de la noche parisina. ‒¿Vamos a ver un cabaret?

‒Lo intenté, pero con tan poco tiempo de antelación, las entradas estaban agotadas. Así que, nos va a tocar volver en otra ocasión, porque yo tampoco he visto ninguno y me encantaría.

‒Debe ser impresionante. Si ya lo es por fuera... ‒la miro con una sonrisa nerviosa ‒Me siento Nicole Kidman ahora mismo.

‒Oye, ‒exclama, dándome un pequeño manotazo ‒¿tú siempre te vas a películas con finales trágicos?

Caprichos Del Tiempo - Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora