19. Caja de recuerdos.

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Los recuerdos, son esa parte del tiempo que más duele. Él los trae cuando menos lo esperas, cuando creías que sólo formaban parte del pasado, cuando realmente estás dispuesto a volver a caminar. Los trae para que te detengas, para que flaquees, para que dudes. O quizás no, quizás sólo los trae para probarnos. Para asegurarse de cuan resistente es nuestra fuerza y nuestra disposición. Para saber si esa sonrisa que portamos, no es más que una máscara que pretende camuflarlos o sin embargo, los recuerdos, finalmente se convirtieron en eso; en simples recuerdos.



Hace varias horas que estoy delante del lienzo, llevando a cabo, de una forma imparable, pincelada tras pincelada y trazo tras trazo. Hace muchísimo tiempo que no me siento así al pintar, con esta necesidad de expresar. Porque no estoy realizando un retrato de algo en concreto. Estoy plasmando mis sentimientos en una obra, por primera vez después de mucho. Y lo más curioso, es que antes de ir a Paris, no era exactamente esto lo que tenía en mente. O sea, sí, pero no así. Ya tenía gran parte de la pintura hecha antes de ir, pero el estar allí, con Amelia, todo lo que hablamos, todo lo que vivimos en tan sólo un día, despejó mi mente de tal manera, me hizo sentir tantas cosas, que ahora todo lo quiero plasmar en esta pintura que debe estar acabada en unos pocos días, para presentarla en la próxima exposición organizada por la galería con la que colaboro. Me comprometí a darles algo para dicha exposición, en cuanto comencé a deslizar un pincel por este lienzo, que no ha terminado hecho una bola como el resto. En ese momento, supe que algo iba a salir de aquí. Creo que los artistas tenemos un sexto sentido para eso. Cuando empezamos a realizar algo, sabemos si merecerá la pena o si acabará roto por algún rincón. Y creo que ese "sexto sentido", está directamente conectado con las ganas con las que lo empecemos. Con la pasión y el sentimiento que le pongamos a un trabajo. Si nos sentamos frente a cualquier proyecto, con el pensamiento de que no va a llegar a nada, eso será precisamente lo que hagamos; nada. Porque nuestro cerebro y nuestras aptitudes, están conectados por una especie de cable y nuestra actitud es como una pinza; si dejamos que el cable se quede atrapado entre sus dos extremos, la corriente no va a fluir. En cambio, si las abrimos y permitimos que el aire y la inspiración sigan su curso a través de ese camino de ida y vuelta, el bloqueo desaparecerá. Porque el bloqueo, no es más que nuestra propia mente, nuestras inseguridades, nuestro miedo, reteniendo todo aquello que nos puede hacer brillar. Así que, debemos sentarnos frente a esa hoja en blanco, pensar durante unos segundos, minutos o el tiempo que haga falta, qué es eso que queremos contar y simplemente... contarlo. 

Y yo lo estoy contando en este lienzo. Estoy contando una historia que quizás algunos entiendan y otros muchos no. Pero eso es lo de menos, porque un artista, no necesita que el mundo entienda su obra o sepa interpretarla igual que él o ella. Lo único que necesitamos, es que al mirarla, sientan cualquier tipo de emoción. Para eso existe el arte, para transmitir sentimientos. 

Hace tan sólo unas horas que no veo a Amelia y no he dejado de pensar en ella ni un solo minuto. Me costó muchísimo abandonar París, despertarnos en plena madrugada para emprender el viaje de vuelta, observar como el mundo continuaba celebrando la entrada del nuevo año y nosotras caminábamos como zombies entristecidos por dejar atrás la magia. Estuvimos todo el vuelo entre cabezada y cabezada. Así que, prácticamente no hablamos de nada. Su cabeza apoyada en mi hombro, completamente dormida, mientras yo observaba el cielo y los primeros rayos de sol a través de la ventanilla, me hacía sonreír constantemente. Pobre, debía estar tan cansada. Y lo peor de todo, es que en cuanto aterrizamos, tuvo que ir a trabajar. Yo hice lo mismo, pero por voluntad propia, porque me iba a resultar imposible irme a mi casa a dormir. Sé perfectamente, que hubiera estado en la cama dando vueltas y vueltas, porque eso es lo que sucede cuando tienes tantas cosas que expresar; no puedes relajarte y dormir, tienes que sacarlo. Así que, le pedí que me dejara en el taller antes de irse al hospital y llevo varias horas pensando en eso que me dijo sobre la felicidad y la magia. Tal vez ella tenga razón, tal vez no se haya quedado en París, tal vez la hayamos traído con nosotras, porque lo único que sé, es que hace horas que entre pincelada y pincelada, se me escapa una sonrisa o se me acelera el corazón al pensar en algún momento con ella. Tengo muchísimas ganas de volver a verla. Así que, tal vez, la magia de París haya regresado conmigo.

Caprichos Del Tiempo - Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora