21. Me delata la mirada.

2.9K 254 26
                                    



La frustración que se siente cuando te pasas horas intentando trabajar, sin crear algo minimamente decente, es inexplicable. Hay que sentirla. Hay que estar frente a una hoja en blanco, para saber el nivel de desesperación que provoca. Porque piensas que es inevitable, que dicha situación no va a cambiar hasta que un poder divino lo decida. Te convences de que es algo ajeno a ti y mientras más tiempo pasa, más aumenta el agobio, más se bloquea la creatividad y más crece dicha frustración. O sea que, me he pasado todo el día en la galería, contemplando mi bonito y artístico lienzo en blanco, sin hacer absolutamente nada. Lo más parecido a arte que he creado hoy, fueron las manchas de pintura que se formaron en el suelo cuando se me cayó la mesilla. Bueno, cuando tiré la mesilla de una patada que casi me rompe el pie. Encima. Lo que me faltaba para completar el día, era quedarme coja por culpa de mi frustración.

Me sorprende ver a Mateo esperando en el portal de mi edificio. No habíamos quedado para hoy. Bueno, de hecho hace varios días que respondo sus mensajes con monosílabos. Y eso debería considerarlo una suerte, porque el resto de mensajes que estuvieron llegando a mi teléfono, fueron absolutamente ignorados.

‒¿Se puede saber por qué llevo todo el día hablando con tu buzón de voz? ‒me pregunta sin siquiera saludar.

‒Porque mi teléfono está hecho pedazos ‒informo tranquilamente. ‒Y cómo siga sin poder pintar algo en condiciones, me temo que no volveré a tener dinero para comprarme otro. Y tampoco para pagar el alquiler. O sea que, cuando tengas que hacerme un hueco en tu casa, el hecho de que no responda tus llamadas, será el menor de tus problemas.

Le entrego una bolsa que traigo, para que la sostenga mientras busco las llaves dentro mi bolso, que hoy parece ser el de Mary Poppins.

‒Pero dinero para comprar cervezas sí tienes ‒comenta husmeando la bolsa. ‒¿Ahora decidiste alcoholizarte?

Finalmente consigo encontrar la llave y abro la puerta, lanzándole una última mirada antes de entrar.

‒Es el plan.

Accedo al interior del edificio donde vivo y por supuesto, Mateo no se iba a quedar en la puerta, así que me sigue hasta el apartamento. Lanzo las llaves sobre el mueble que hay en la entrada y voy directa al sofá, dejándome caer en él como un saco de papas. ¡Qué placer! Llevo todo el día deseando hacer esto. Él se sienta a mi lado y pone la bolsa sobre la mesa antes de encender el televisor. Mientras busca un canal decente, saco dos cervezas y le entrego una de ellas.

‒¿Sabes cómo termina esto, ¿no? ‒pregunta abriendo su lata ‒Hay dos posibilidades; acabas borracha, llorando como un bebé extrañando a alguien, o en la cama de cualquier mujer por la que no sientes nada.

‒No voy a acostarme con otra mujer en lo que me resta de vida ‒aseguro antes de beber un sorbo de cerveza. ‒Eso tenlo claro.

‒¿Ah no?

‒No. ‒dejo caer mi espalda hacia atrás, poniéndome más cómoda aún ‒Ni siquiera me voy a mover de aquí esta noche.

‒¿Porque no quieres besar, tocar, acariciar, ni estar con otra mujer que no sea Amelia? ‒lo miro frunciendo el ceño, desafiante, sin pronunciar una palabra ‒Entonces, supongo que nos quedamos con la opción de llorar como un bebé.

Me encojo de hombros y hago colisionar nuestras latas.

‒Salud. ‒le digo volviendo a beber.

Él hace lo mismo, dejándose caer hacia atrás para adoptar la misma posición que yo, mientras continúa en la búsqueda de un canal agradable. Cuando parece haber encontrado lo que quiere en una emisora musical, lo escucho exhalar un suspiro.

Caprichos Del Tiempo - Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora