22. Es suyo.

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-Ha pasado una semana y todavía no me puedo creer que te haya besado ‒comenta Mateo mientras observamos atentamente uno de los cuadros expuestos ‒¿Quién se cree que es?

‒Mi ex novia, con la que compartí cinco años de mi vida.

‒¡Me importa un pimiento eso! ‒exclama girándose para mirarme ‒No tiene ningún derecho. Te juro que si no fuera una mujer...

‒Ya sabíamos que esto iba a ocurrir ‒lo interrumpo antes de que diga una barbaridad por la que tenga que darle un cogotazo ‒Siempre lo dijimos.

‒¿Qué algún día se daría cuenta de su error y te echaría de menos? Sí. ¿Pero que iba a atreverse a besarte? Eso no me lo esperaba. Y menos mal que no la tengo delante, porque le dejaría varias cosas muy claras.

‒Sólo fue un beso ‒me encojo de hombros ‒Tampoco le des tanta importancia.

Echo un vistazo alrededor, para ver como un número importante de personas, caminan por todo el espacio que ocupa esta galería. Algunos observan los diferentes cuadros que hay expuestos y otros, simplemente asisten a este tipo de exposiciones para socializarse con gente importante que sea aficionada al arte.

En un rincón que está algo alejado, puedo distinguir a un hombre frente a mi pintura. No consigo verle más que la espalda de forma intermitente, ya que el resto de invitados se atraviesa continuamente en mi campo visual.

‒No es el beso, Luisita. ‒vuelve a hablar Mateo, captando mi atención y obligándome a desviar la vista hacia él, para descubrir una verdadera irritación en sus ojos ‒Es todo. Que la hayas encontrado en el centro comercial, fue casualidad. Pero que tenga el descaro de ir a buscarte y continuar con reclamos y exigencias, como si tuviera algún derecho sobre ti, eso es lo que me molesta. No lo tiene ‒asegura con seriedad ‒No tiene ningún derecho a decirte que has cambiado. Por supuesto que lo has hecho, y menos mal, porque ya no eres esa chica que se sintió abandonada por las dos personas que en teoría más debían haberla querido. Ella no se molestó en averiguar cómo te sentías cuando decidió alejarse, no miró atrás y no se preocupó por preguntarte qué querías tú. ¿Y ahora viene a decir que te echa de menos? ¿Te preguntó acaso cómo te sientes en este momento? ¿Qué has hecho? No. ‒se responde a sí mismo ‒Por supuesto que no. Porque es una egoísta y lo que tú sientes, le importa un pimiento. Todo lo contrario a...

Se detiene antes de acabar la frase. Cosa que despierta por completo mi curiosidad y frunzo el ceño.

‒¿Todo lo contrario a qué?

Él suspira y aunque en un principio parece querer evadir el tema apartando la vista, vuelve a enfrentarme antes de acabar la frase.

‒Todo lo contrario a Amelia.

‒¿Por qué dices eso? ‒pregunto confusa.

‒Porque aunque no le respondiste a ninguno de los dos mensajes que te envío, ella no dejó de estar pendiente de ti. Todo el tiempo me preguntaba como estabas. Y como te sentías.

‒Eso no me lo habías contado.

‒Ella me dijo que no lo hiciera. No quería que te agobiaras. Entendía perfectamente que la aparición de Lourdes te impactara y no quería que huyeras todavía más lejos. Me decía que iba a darte espacio para que pensaras y reflexionaras, pero que pasados unos días, iría a buscarte, porque quería dejarte claro que seguía estando ahí.

Caprichos Del Tiempo - Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora