Narrador omnisciente
El pecho del hombre se elevaba y bajaba cada vez que el aire entraba y salía de sus pulmones. Mira tenía su cabeza recostada sobre el, su brazo izquierdo estaba sobre su abdomen abrazándolo.
— ¿Despertaste? — La voz ronca del hombre le llamó la atención.
— Ajá — Asintió con la cabeza contra su pecho — ... Lo siento...
— ¿Por qué?
— Te arrastré y te obligue a dormir conmigo.
— No es así... No me obligaste a nada. — Se levantó de la cama — ¿Quieres desayunar?
— Sí...
Su mañana transcurrió muy natural. Hablaron de muchas cosas. Cosas triviales, como, ¿Qué te gusta? ¿Película favorita?. Cosas casi sin importancia. Solo se iban conociendo poco a poco, y cada vez más.
La puerta fue tocada.
— Debe ser Ethan — Dijo Stephen levantandose — Voy a devolverle su auto.
Él le había mandado un mensaje diciéndole que ya podía recuperar su auto. Abrió la puerta.
— Me sorprendido que no dañaste mi auto. Siendo sincero desconfiaba un poco de ti.
— ¿Un poco?
— Un poco mucho — Aseguró bromeando — ¿Cómo está ella?
— Está bien, muy bien por suerte.
— Me alegro.
— ¿Queres pasar a beber? — Le ofreció Stephen.
— Gracias, pero justo ahora que te traje la moto y me llevaba mi auto iba a ver a Larisa.
— Oye, ten cuidado... Tu situación no es igual a la mía.
— Lo sé, lo tengo. Una vez gato siempre gato. No pensaran que ella es importante para mí.
— Bueno — Le palmeó la espalda — Gracias por todo.
— Te lo debía, prestarte la cosa más preciada para mí por cubrirme siempre con Larisa — Stephen siempre que podía se encargaba de mantener la relación de ellos dos en secreto. Porque no quería que Bivo se enterara de la debilidad de Ethan.
El día continúo transcurriendo e increíblemente la visita de Ethan no iba a ser la única. Volvieron a tocar la puerta a eso de las tres de la tarde.
Y cuando Stephen la abrió se encontró con la imágen de una mujer. Una hermosa mujer, que no veía hace mucho tiempo.
Pero al verla su rostro no se llenó de alegría, sino de desprecio — ¿Qué haces aquí Mabel? — La reconoció al toque. Aunque hayan pasado muchos años desde que se vieron, su rostro no cambió mucho. La mujer tenía el mismo cabello castaño claro que él, sus mismos ojos, y algunas ondas en el pelo, estaba bien maquillada y era muy coqueta.
— ¿Así saludas a tu hermana?.
— ¿Dónde estuviste? — Mabel se había ido de casa cuando ella tenía 18 años. Los había dejado a su madre y él solos, con un Stephen de 14 años. Antes de que todo se terminará de arruinar. Mabel había desaparecido y nunca supieron nada de ella hasta hoy.
— En Italia, en España y parte de Grecia. — Aún estaba parada en la puerta.
— ¿Y por qué volviste?
— Estaba de paso aquí — Stephen miró por encima del hombro de la mujer y vio un flamante lindo auto negro.
— ¿Y eso? — Tan seco y estoico como siempre.
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Y te conocí [Stephen James]
AcakStephen, un sujeto con una mala reputación con ciertos rasgos desagradables. Un toquetón que le gusta manosear mujeres en los vehículos públicos y las mujeres al verlo no le dicen nada por su atractivo o que algunas se sienten amenazadas por su inte...