Capítulo 13

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Stephen

El viento soplaba con fuerza, y truenos demasiado ruidos, perturbaron la calma del silencio de aquella noche. A cada segundo la tos de Mira aumentaba con fiereza, junto con mi desesperación. Sin pensarlo demasiado le puse el casco a la fuerza y lo abroche.

Me subí a la moto. Metiendo la llave la arranqué. En cuanto sentí los brazos de Mira agárrarme la cintura, apreté el acelerador.

Se podía escuchar fuertemente como el viento era cortado debido a la velocidad a la que íbamos. Pero mientras el tiempo pasaba, su tos constantemente se calmaba, para luego volver con más fuerza. Su agarre sobre mi cada vez era menos intenso, hasta que sentí como ella me soltaba por completo "carajo" parecía que no tenía fuerza en los brazos. Ella trató de volver a agárrarme, así que para ayudarla sujete ambas de sus manos con una de las mías, haciendo presión contra mi estómago, para no soltarla.

Seguía conduciendo a una velocidad que excedía drásticamente el límite, hasta que llegamos al hospital.

Frené. Me baje de la moto y le quite el casco, que estaba manchado de sangre.

No quería que caminara, así que la cargué en mis brazos y la lleve adentro.

Había muchas personas formando una fila delante del mostrador, pero no me importo ni una mierda y me acerque a la mujer de allí.

No deja de escupir sangre necesito ayuda — Mi voz no solo fue gruesa, en ningún momento moví los dientes, así que sonó con fuerza. 

La mujer pareció alarmarse y marcó un número en el teléfono, llamando.
En seguida, unos médicos bajaron del ascensor y vinieron corriendo con una camilla.
Me la quitaron de los brazos y la colocaron encima de ella.

Sin pensarlo, ni soltar la camilla, los seguí con el mismo apuro. Mi corazón parecía que iba a reventar, se estaba estrujando con fuerza, al verla allí. Me sentía desesperado, me costaba respirar, estaba perdiendo el control de mi cuerpo. Y una preocupación abrumadora comenzó a devorarme como si fuera su presa.

Mira había tomado mi mano, que estaba fuertemente sujeta a la camilla. Mi ceño se torcia con fuerza cuando la ví. No me dijo nada, ni yo a ella; solo dejó que nuestras manos se sostuvieran entre sí. Tacto de su dorso, la helada que transmitía su mano, increíblemente era como si me estuviera dijiendo, "Estará bien". Y de repente aquella desesperación empezó a disminuir lentamente.

Salimos del ascensor y seguimos corriendo hasta una sala, dónde antes de entrar me detuvieron.

— Lo siento señor — Me dijo aquel hombre — Pero no puede entrar, examinaremos al paciente para ver qué es lo que tiene exactamente. Usted vaya y registrela, luego le diremos sobre su condición.

Esto no me calmaba nada, quería estará a lado de ella, no quería dejarla sola, pero debía mantenerme cuerdo. Yo ya la traje aquí, no puedo hacer nada más para ayudarla.

Volví a bajar hasta la recepción, y me acerqué al mostrador, sin importarme la gente que había. Quería terminar esto rápido.

— ¡Oye! ¡¿Qué mierda haces?! — Me grito el tipo que estaba primero en la fila.

Ya estaba enojado, estaba que explotaba de ansiedad y esto solo me irritaba más — ¿¡Qué!? ¿¡Qué te pasa!? ¿¡Quieres pelear ¡Maricon!? — El hombre parecía querer enfrentarme. Pero la mujer detrás del mostrador nos detuvo.

— Señor por favor vaya hacer la fila y espere su turno — Se refirió a mí — Aquí todos están apurados para registrar a sus familiares.

Me pasé la mano sobre mi cara arrastrándola hasta mi cabello con brusquedad y en silencio me fui hasta atrás.

Y te conocí [Stephen James]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora